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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

BCE inmóvil

José Carlos Díez

“Las cosas pueden mejorar, seguir igual o empeorar”. Es una frase de Draghi que refleja bien la actitud y el estado de ánimo del BCE. La economía ha salido de la recesión y crece próxima al 1% anualizado. La tasa de paro sigue en máximos desde hace décadas pero ha dejado de crecer. La inflación está por debajo del 1% y el dinero en circulación también, amenazando deflación. La tensión en los mercados se ha reducido pero la fragmentación financiera continúa y el crédito a empresas cae y en España se desploma. Pero eso forma parte de un proceso de desapalancamiento natural para el banco central que los líderes europeos han decidido que sea el supervisor único.

La variable clave para un banco central es la brecha de producción. Mide el diferencial acumulado entre el crecimiento potencial de la economía coherente con la estabilidad de precios y el crecimiento real observado. En la Eurozona está en máximos históricos desde la Gran Depresión y es la causa del estancamiento secular y las señales evidentes de deflación que se observan en Europa. No sólo en el IPC también en los precios industriales y de exportación o importación. Especialmente relevante que la inversión sea la variable determinante del crecimiento mundial y de la Eurozona y que los precios de los bienes de capital estén estancados o cayendo en la mayoría de países.

Da igual, Europa ha entrado en campaña para las europeas y la amenaza de una victoria de Le Pen en Francia y Syriza en Grecia sobrevuela las instituciones y también Fráncfort. El BCE ya ha agotado la artillería convencional poniendo los tipos próximos a cero. Ahora habría que pasar a políticas cuantitativas de compras de bonos para estabilizar el crédito y relanzar el crecimiento económico. Pero esto entraría en campaña electoral en Alemania para las europeas y le generaría conflictos a Draghi. Los países emergentes habían explicado la mayor parte del crecimiento de las exportaciones europeas desde 2012 cuando empezó la segunda recesión. La depreciación de la lira turca, el real brasileño o el rublo ruso contra el euro tendrá un impacto negativo sobre las exportaciones y limitará la capacidad de la economía de reducir la brecha de producción. De nuevo, la reacción de un banco central debería ser más agresiva para contrarrestar la apreciación del tipo de cambio y favorecer un mayor crecimiento para rebajar la tasa de paro.

El banco central ya ha agotado la artillería convencional al poner los tipos de interés casi a cero

Tras negar la evidencia, por la campaña electoral alemana, ahora se reconoce que Grecia necesita un tercer rescate. La opción es darle más dinero y exigirle más ajuste. Novena bola de partido y nueva huida hacia adelante. Los estrés test deberían ser duros en la valoración del activo y suaves en la exigencia del capital para frenar la restricción del crédito. Eso exigirá mutualizar pérdidas y Merkel no está dispuesta a ceder ni un céntimo. Una sentencia de Rudiger Dornsbusch: “los desequilibrios económicos siempre duran más de lo que pensamos los economistas y siempre corrigen de manera más brusca de lo esperado”.

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