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Tribuna
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Depresión y mercado laboral

José Carlos Díez

La historia y la teoría económica nos enseñan que las depresiones tienen efectos devastadores sobre la actividad económica y que la variable de ajuste es el desempleo. España no es una excepción. Desde 2007 han desaparecido el 15% de empresas y el 20% del empleo. Pero donde España si es una excepción, al igual que el resto de Europa, es en la segunda recesión de 2012 que ha prolongado la destrucción de empleo durante cinco años.

Cuando el presidente Rajoy llegó a La Moncloa ya teníamos un grave problema de empleo. Pero desde entonces se han destruido más de un millón de empleos. Sus políticas, las mismas que defendía Merkel, de ajuste fiscal combinado con una reforma laboral que acababa con la negociación colectiva y rompía el contrato social que había permitido a la sociedad española salir del subdesarrollo de los años cincuenta han tenido efectos desastrosos. En primer lugar, la reforma laboral no ha permitido taponar la hemorragia de la destrucción de empleo, sino que la ha amplificado. El PIB cayó en 2013 1,2% y la destrucción de empleo estuvo próxima al 3%. Tenemos la elasticidad de la Ley de Okun más elevada del planeta.

Como me enseñó mi maestro Luis Toharia “los efectos de una reforma laboral siempre son inesperados”. La reforma de 2012 ha cumplido fielmente la regla. En 2008 la hemorragia del empleo se concentró en el sector de la construcción que gracias a los contratos de obra y servicio destruyó empleo como una trituradora de carne picada. Es falso que nuestro mercado de trabajo no fuera flexible. El problema es que la excesiva flexibilidad en la contratación y a la vez la excesiva rigidez en el despido provocaban elevada inestabilidad en las recesiones y favorecía un modelo de crecimiento orientado a empleos de baja productividad que favoreció la burbuja inmobiliaria.

Era evidente que nuestro mercado de trabajo necesitaba reformas. Pero liquidar la negociación colectiva ha aumentado la flexibilidad a costa de generar más inestabilidad y fortalecer el modelo de crecimiento castizo español basado en empleos precarios, temporales y de baja cualificación. Esto complica la solución de la crisis de deuda y tendrá efectos muy negativos sobre nuestro potencial de crecimiento y nuestra renta por habitante de la próxima década.

En el cuarto trimestre, las empresas españolas han destruido 218.100 empleos a tiempo completo y en buena medida han sido sustituidos a tiempo parcial. De ellos 54.100 tenían contrato indefinido. La destrucción de empleo se concentró en los menores de 35 años. Por tanto, españoles entre 35 y 65 años están aceptando cualquier tipo de contrato y salario con tal de volver al mercado laboral.

La causa principal es la desesperación: 1.832.100 hogares, unos 6 millones de españoles, tienen a todos sus miembros en paro y están en pobreza severa y ha vuelto aumentar en el cuarto trimestre. Y medio de millón de personas que perdieron su empleo en 2012 van a perder su prestación en 2013. Eliminando el empleo agrícola se destruyeron 150.000 empleos el pasado trimestre. Un total de 10 comunidades autónomas finalizaron 2013 con una destrucción de empleo superior al 1,5% y siguen en depresión. Hay una dispersión regional brutal. Hemos tenido un excepcional año turístico y las islas y las regiones del Mediterráneo han tenido un mejor comportamiento en el empleo. Pero el resto de regiones siguen en depresión. Aragón acabó 2013 con una caída del empleo del 6% con respecto a finales de 2012. Galicia, -3,8%; Castilla y León, -3,4%; Madrid, -3,3%; etcétera.

Lo peor no es que estemos mal, lo más preocupante es comprobar el optimismo exuberante del presidente Rajoy. El comisario Rehn, brazo ejecutor de Merkel en Bruselas, nos ha dicho en EL PAÍS que tenemos que profundizar en los ajustes y las reformas y que nos quedan 10 años para cerrar las cicatrices de la depresión. Las exportaciones españolas cayeron en noviembre un 2% anual y en una recuperación sin empleo y sin crédito apoyar todo el crecimiento en consumo privado no es sostenible.

Aún hay margen para actuar, pero el tiempo se va agotando. EE UU y Obama confirman que hay vida después de la crisis. Aprendamos y actuemos con urgencia y determinación.

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