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Tribuna
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Grecia, a la deriva

El país heleno debería abandonar el euro cuanto antes, devaluar y reestructurar su deuda

José Carlos Díez

En 2012, la crisis de Bankia en España fue el elefante en la habitación que estuvo a punto de hacer saltar por los aires el euro. Los líderes europeos se asustaron y decidieron cerrar las persianas y tomar unas medidas de maquillaje para dar la sensación de que los problemas se han resuelto. Pero en Europa queda todo por hacer.

Los rescates de la troika se basaban en proyecciones irreales que minusvaloraban los duros efectos que el ajuste fiscal, el desendeudamiento brusco y la devaluación salarial provocarían sobre las economías intervenidas. El resultado es la tasa de paro europea en máximos históricos desde la Segunda Guerra Mundial. El desplome del crédito y la deflación salarial continúan en España e Irlanda. La deuda pública de Portugal e Italia han entrado en las arenas movedizas de la insostenibilidad. Países pequeños como Chipre o Eslovenia siguen sin solución. Pero el caso más dramático sigue siendo Grecia.

La troika decidió reestructurar la deuda griega hace dos años y aquello provocó la segunda recesión en Europa por el contagio financiero vía primas de riesgo y fuga de capitales. Los países receptores como Alemania han podido evitar la recesión, pero sus resultados han sido decepcionantes.

Dos años después la deuda pública griega ya está por encima del nivel previo a la quita. A la troika se le olvidó meter en el plan que el país necesita crecer para estabilizar la deuda pública. Esta superará el 180% del PIB en 2014. Con deflación, Grecia tendría que crecer más que China el próximo lustro para conseguir que deje de crecer.

El camino forzado por la troika de deflación de rentas, 25% de caída de renta disponible nominal, ha hundido el consumo y la inversión de las empresas. Y el ajuste fiscal ha frenado en seco la inversión pública. El desplome de la inversión impide que crezca la productividad y aleja aún más al país de la senda de estabilidad.

Otro gravísimo error de la troika nos lo enseñó el premio Nobel Douglas North. El desarrollo económico y los cambios de modelo productivos no se improvisan, no se pueden copiar y tardan décadas en materializarse. El gradualismo chino ha confirmado sus tesis. Las reformas son necesarias, pero no resuelven una crisis de deuda. Tardan muchos años en surtir efecto y a corto plazo sus efectos sobre el empleo y el consumo son contractivos.

A pesar de la bajada de salarios, las exportaciones griegas siguen un 12% por debajo de niveles de 2007 y han tenido el peor comportamiento de la eurozona. Grecia debería abandonar el euro cuanto antes, devaluar, reestructurar su deuda y reinventar su modelo económico, político y social. Incluso fuera necesitará apoyo financiero exterior y seguir dentro de la unión aduanera europea para evitar una crisis desordenada como Argentina en 2001. Cada día que pasa el coste para los ciudadanos griegos y los contribuyentes europeos aumenta.

Si Grecia sale, se abrirán de nuevo las ventanas de la crisis del euro, los mercados perderán el velo de la ignorancia y la crisis financiera del verano de 2011 parecerá un juego de niños. Será otra bola de partido del euro y seguramente la definitiva. Los líderes europeos deberán decidir cuántos países quieren que sigan en el euro y cuánto dinero están dispuestos a gastarse. Y habrá que poner mucho dinero. La maldición europea es que siempre actuamos tarde y sin contundencia ante los problemas. La historia nos enseña que las uniones monetarias con problemas de gobernanza fracasaron. Y Konrad Adenauer sentenció que “la historia es la suma total de todas aquellas cosas que hubieran podido evitarse”.

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