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Islandia se encomienda al bacalao

La pesca se convierte en el motor de las ventas exteriores con el 43% del total

Lluís Pellicer
Pescadores en el puerto de Reikiavik (Islandia).
Pescadores en el puerto de Reikiavik (Islandia).

El espectacular coloso del Harpa, ubicado en el puerto de Reikiavik, es uno de los símbolos de la Islandia de la poscrisis. La ciudad tuvo que parar la construcción del monumental auditorio en 2008, solo un año después de que arrancaran, por la crisis financiera. Tras un intenso debate, la capital decidió seguir adelante con las obras del inmueble, que terminaron en 2011. Ese mismo año la economía islandesa dejaba atrás una recesión que había emprendido después del colapso financiero. A pesar de los controles de capitales, el país experimentó un crecimiento del 3,1% durante los nueve primeros meses del año, entre otros motivos, gracias a una expansión del 4,2% de las exportaciones, según la oficina estadística de Islandia. Y ahí Islandia cuenta con el caladero de la industria pesquera, en especial del bacalao, que supone el 43% de las ventas exteriores.

Hace tres años Georg Andersen regresó a la empresa familiar dedicada a la pesca y procesamiento de bacalao en el pequeño pueblo de Ólafsvík, en la costa occidental de la isla. Antes de tomar las riendas de la compañía, cuenta, había trabajado como jefe de ventas en la multinacional Marel y luego estuvo empleado en una entidad financiera varios años. No le venía de nuevo. A los 12 años ya ayudaba media jornada en la fábrica de su padre recortando pescado salado antes de mandarlo a España y Portugal, y luego faenó en algún barco de pesca. “Estoy familiarizado con todas las etapas del proceso”, explica.

La historia del regreso a los orígenes tras el estallido de la burbuja financiera no es rara. “En los años de la burbuja económica el peso del sector pesquero y del procesamiento bajó hasta el 6%, pero a partir de 2008 subió de nuevo hasta el 11,5% actual”, explica el secretario de Pesca y Agricultura del Gobierno de Islandia, Sigurgeir Thorgeirsson. La industria pesquera, además, aporta el 5,3% del empleo de Islandia, aunque fuentes del sector estiman que genera de forma indirecta el 10% de los puestos de trabajo. El pescado es, además, el motor de las exportaciones al representar el 43% del total. Si se tienen en cuenta todos los bienes y servicios, el peso de la pesca baja al 26% del sector exterior por el auge del turismo.

El sector suponía el 6% del PIB durante la burbuja. Hoy

El principal producto de exportación es el bacalao. El país, con alrededor de 320.000 habitantes, consume menos del 1% de ese pescado. No es ni el plato más popular en las mesas islandesas. “El bacalao es dinero”, dicen los islandeses. De hecho, las guerras más importantes que ha librado este país sin ejército son las sucesivas batallas por los derechos de pesca del bacalao con Reino Unido entre las décadas de 1950 y 1970. En 2012 se exportaron 749.000 toneladas de pescado por valor de 1.700 millones de euros. El 31% de ese monto procedía del bacalao. El principal país de origen del pescado es Reino Unido, seguido de Noruega, según la asociación Iceland Responsible Fisheries y Promote Iceland en una presentación a la que invitaron a varios medios españoles y portugueses, entre ellos EL PAÍS.

España es el tercer comprador de pescado islandés, aunque ocupa el primer lugar en el consumo de bacalao. “En 1915 se trató de prohibir el alcohol. España no se lo tomó bien porque exportaba vino a Islandia, de modo de los productores presionaron y España advirtió de que era compradora de bacalao. Ante esa presión, se levantó la prohibición. Es un nexo común entre los dos países”, explica el ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Sigurdur Ingi Jóhannsson, responsable de la industria pesquera.

El océano, fuente de cremas y fármacos

El sector pesquero islandés destaca por haber roto los límites de la industria tradicional. El bacalao sirve de materia prima para productos tan variados como cosméticos o fármacos. Sveinn Margeirsson dirige la empresa pública de investigación y desarrollo Matís. El centro, que alberga un programa semestral de Naciones Unidas de investigación marina, trabaja para grandes compañías, pero a él también acuden con frecuencia pequeñas empresas y, además, colabora con universidades y otras instituciones. Desde el centro se monitoriza el océano para conocer, por ejemplo, las bacterias que habitan en él y realizar proyecciones a veinte años, pero también se estudia la genética del bacalao para conocer los tipos de pescado que hay en una zona y en otra.

Matís, no obstante, tiene también un laboratorio al que acuden desde un pequeño restaurante hasta empresas que necesitan investigar. De hecho, Margeirsson confirma que la innovación no es ajena a la mayoría de las empresas islandesas y muestra un expositor repleto de productos elaborados en el centro, que colabora con la Universidad de Artes para su diseño. Hay pasta elaborada a base de algas, pero también cajas para transportar producto fresco al exterior.

Un ejemplo de empresa innovadora es la biotecnológica Zymetech, que ha desarrollado varios productos a partir de la enzima del bacalao. Produce cosméticos: mascarillas, cremas antiedad y antiestrés. “La investigación nos mostró que las enzimas podían ser útiles para luchar contra enfermedades respiratorias”, explica Bjarki Stefánsson, director de Investigación de la biotecnológica islandesa, que ha desarrollado productos farmacéuticos que se comercializan en Suecia.

Grindavik es un tranquilo pueblo de unos 3.000 habitantes, de los cuales un millar trabaja en las fábricas pesqueras situadas alrededor del puerto. Su alcalde, Róbert Ragnarsson, explica que la localidad notó las crisis de España y Portugal —otro de los principales países compradores de bacalao salado—, pero la devaluación de la corona islandesa favoreció que la producción recuperara competitividad. Los productores explican que el contexto económico en el sur de Europa, junto al aumento de las capturas, hizo que los precios descendieran. Sin embargo, estos ya se están estabilizando. “A base de alguna reestructuración en productos y precios las empresas islandesas han logrado mantener las ventas. Aun así hemos notado la situación en España”, asegura Andersen.

La crisis financiera llevó al anterior Gobierno islandés a pedir su adhesión a la Unión Europea buscando cobijo a la crisis e incluso pidió acelerar las conversaciones. El nuevo Gobierno de centroderecha, sin embargo, ha pisado el freno a la integración. A pesar de que el capítulo pesquero no se había abordado a fondo, este se presentaba como uno de los más conflictivos de la negociación por el sistema de cuotas que rige en la isla. El ministro Sigurdur Ingi Jóhannsson duda de que el sector pesquero “afecte a las relaciones” entre Reikiavik y Bruselas y avisa: “No lo vamos a cambiar”.

El Gobierno y el sector defienden el sistema de cuotas islandés, que despierta recelos en Bruselas, sobre todo en cuanto a la pesca de la caballa. Hasta 1976, Islandia funcionó fijando las millas dentro de las cuales podía pescar. “La sobrepesca era clara”, admite Thorgeirsson. Ahora rige un sistema de cuotas. Al principio de cada año pesquero el ministerio decide el total de capturas permitidas de cada especie tras una recomendación del Instituto de Investigación Marina.

Se trata de cuotas divisibles y transferibles entre operadores. En caso de exceso —el máximo puede ser del 5%— el valor de la captura debe ir a un fondo para desarrollo. El director general del instituto, Jóhann Sigurjónsson, explica que tras una pesca intensa durante décadas, en 2007 se endureció el control de las capturas, de modo que el total permitido de estas se recortó un 30%, hasta las 130.000 toneladas. Eso supuso un punto de inflexión y ahora las capturas permitidas se elevan hasta las 215.000 toneladas y se estima que en 2016 aumentarán a las 250.000. “La pesca sostenible y responsable es una precondición para que esta siga siendo un pilar de la economía islandesa y el principal pilar de sus exportaciones”, remacha Thorgeirsson. No en vano, la industria es contribuyente neta a las arcas públicas del país.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Economía de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera. Ha sido corresponsal en Bruselas entre 2018 y 2021 y redactor de Economía en Barcelona, donde cubrió la crisis inmobiliaria de 2008. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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