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GILLES MOEC Economista jefe para Europa Deutsche Bank

“España corre el riesgo de cantar victoria demasiado pronto”

Alicia González
Moec viajó hace unas semanas a Madrid para reunirse con clientes.
Moec viajó hace unas semanas a Madrid para reunirse con clientes.Carlos Rosillo

Gilles Moec (Lorient, Francia, 1970) lleva desde 1993 analizando la situación de la economía española y muestra un optimismo moderado sobre su recuperación, aunque pide más esfuerzos al bolsillo de los ciudadanos. Moec pone el acento en la mediocridad económica que se está instalando en Europa, lo que tendrá serias consecuencias de futuro.

Pregunta. ¿Está justificado el aparente furor de los inversores extranjeros hacia España?

Respuesta. Es cierto que de pronto se ha producido un fuerte flujo de inversiones hacia España. Y el mensaje que intento transmitir a mis clientes es que ni antes era tan malo —siempre he pensado que España podría equilibrar bastante rápido su cuenta corriente— ni ahora tan bueno. El riesgo en España es que el país cante victoria demasiado pronto.

P. Explíquese.

R. El sector privado ha hecho su trabajo y ha llevado a cabo el ajuste que se necesitaba. De forma agregada, las empresas españolas están ahora en una posición neta prestadora, lo que significa que no necesitan reducir empleos para afrontar sus compromisos financieros. El sector público aún tiene pendiente buena parte de su trabajo. Seguimos con una deuda pública elevada, con un déficit previsto del 6,5% del PIB para este año —yo preveo un 6,6%— y el mercado va a seguir con interés si las metas se cumplen. Mi impresión es que en 2014 el mercado y la Comisión Europea aceptarán dar un margen a España con el ajuste del déficit pero tendrá que presentar planes creíbles para los años siguientes. Ese es ahora el mayor reto, el elemento de riesgo.

Un modelo basado en la exportación obliga a subir el IVA y bajar sociedades”

P. ¿Cómo se le hace frente?

R. Aunque es peligroso hacer comparaciones, el modelo apropiado para España en este momento puede ser Bélgica, un país que ha tenido una elevada deuda pública durante muchos años, pero que ha sido capaz de manejarlo gracias a un considerable superávit primario y a un sector privado saneado y competitivo. Esa debería ser la aspiración española. La deuda no va a desaparecer de un día para otro, llevará tiempo reducirla. Para hacerla manejable necesitas un crecimiento potencial decente, algo que se puede lograr —calculo que alcanzará el 1,5% en 2016—; y que las finanzas públicas estén bien gestionadas, y para eso se necesitan más esfuerzos de consolidación.

P. ¿Qué tipo de esfuerzos?

R. Honestamente, creo que España debe poner más el acento en los impuestos que en los gastos. La estructura del gasto público en España no está desbocada, antes de la crisis no llegaba al 40% del PIB. En un escenario de estrés, la peor parte se la llevaría el sistema de pensiones pero ya se ha hecho la reforma y no creo que sea necesario hacer mucho más por ese lado. Probablemente habrá que subir impuestos y, para no frenar la recuperación, habrá que seleccionar. Es bastante impopular lo que voy a decir pero si España se dirige a un modelo de crecimiento basado en la exportación, tienes que gravar más el consumo y menos la producción. Lo que significa más IVA y menos impuesto sobre Sociedades y sobre las rentas del trabajo.

P. Holanda pierde la triple A, Francia entra en recesión... ¿Se está moviendo la crisis de la periferia al centro de Europa?

Europa ha evitado la catástrofe, pero ha pasado a la mediocridad”

R. No lo creo, aunque cada país tiene sus problemas. En este momento, la sensación de retroceso es muy obvia en Francia, y eso que durante la Gran Recesión su desempeño no ha sido tan malo. El mercado laboral, de hecho, se comportó mejor que en la anterior recesión, pero la percepción es extremadamente negativa, en términos de confianza. Está pasando algo que va más allá de los datos económicos, hay una doble crisis: por un lado, un problema de autoridad del Gobierno, y por otro, un problema de legitimidad del Estado. Ni el modelo centralista de Sarkozy ni el negociador de Hollande han permitido abordar las reformas que el país necesita. En Francia no estamos habituados a negociar y ni siquiera tenemos las herramientas para ello. Y son muchos los cambios necesarios, en el mercado laboral o en los servicios que ofrece el Estado, lo que va unido al problema de legitimidad. A diferencia de los países anglosajones, en Francia es el Estado el que permite el reconocimiento de los derechos ciudadanos y esa creencia es común en todo el espectro político. Pero ahora el Estado no proporciona los servicios de calidad que solía ofrecer y eso dificulta que los Gobiernos convenzan a la gente de pagar más impuestos.

P. ¿Y Holanda?

R. Holanda es el ejemplo perfecto de lo que supone estar en una unión monetaria. Es una economía muy pequeña y muy abierta, y la mayoría de sus exportaciones se dirigen a la eurozona, lo que explica sus problemas actuales. Y, en estas circunstancias, todo lo que permanecía oculto aflora, como sucedió en España: burbuja inmobiliaria, problemas con las hipotecas… No soy pesimista sobre las perspectivas del país a medio y largo plazo, porque es una economía muy competitiva y no tienen deuda externa neta que les penalice, como en España. Pero creo que es un buen recordatorio de que si precipitas la contracción de la demanda en amplias zonas de la unión monetaria, eso acaba volviendo a tu casa.

Si hay una recaída en 2014, el BCE no tendría límites ni ningún tabú”

P. ¿Tan pobres son las perspectivas europeas?

R. Siendo generosos, el crecimiento potencial de la región es del 1,5% y la inflación no irá más allá del 1,5%, lo que arroja un crecimiento nominal del 3%. Ese es un nivel bajo, se mire como se mire, y es el resultado de una situación demográfica que no va a cambiar rápidamente; es consecuencia de cinco años sin inversión y de tener a buena parte de la gente joven desempleada, lo que tendrá un impacto negativo sobre la productividad en los próximos años. Por si fuera poco, tenemos mucha deuda, que en cualquier caso frenará la recuperación. Así que creo que hemos evitado la catástrofe, pero hemos pasado de la catástrofe a la mediocridad. Incluso en el caso de Alemania.

P. ¿Cómo se maneja ese escenario con un riesgo de deflación?

R. No creo que el riesgo de deflación sea una cuestión fundamental para España, siempre que la confianza de los agentes económicos no se deteriore. Para el conjunto de la eurozona, creo que el Banco Central Europeo (BCE) está haciendo un buen trabajo a la hora de manejar ese riesgo. El miedo a una deflación industrial es lo que explica la rebaja de tipos de noviembre y apunta un cambio yo diría que ideológico en la entidad. Hemos aprendido mucho del BCE en los últimos años, era visto como una institución extremadamente conservadora y hemos descubierto una entidadextremadamente innovadora para lidiar con la fragmentación del mercado y con la amenaza que suponía para España y para Italia.

P. ¿Hay herramientas suficientes para afrontar el riesgo de un accidente o una vuelta a la recesión, como en 2010?

R. Una relajación cuantitativa al estilo de la Reserva Federal se solía considerar una línea roja. Que el BCE compre grandes cantidades de deuda pública no es imposible, pero creo que se decantaría primero por otras soluciones, como la compra de activos privados. Si el escenario base se materializa y tenemos un crecimiento trimestral entre el 0,2% y el 0,4% de aquí a finales de 2014, no creo que tenga que adoptar más medidas. Si, aún así, la economía europea recae en 2014, creo que la imaginación del BCE no tendría límites, ni ningún tabú. La institución ha cambiado mucho.

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Sobre la firma

Alicia González
Editorialista de EL PAÍS. Especialista en relaciones internacionales, geopolítica y economía, ha cubierto reuniones del FMI, de la OMC o el Foro de Davos. Ha trabajado en Gaceta de los Negocios, en comunicación del Ministerio de Economía (donde participó en la introducción del euro), Cinco Días, CNN+ y Cuatro.

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