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YPF exprime su tesoro

La petrolera argentina se centra en explotar a marchas forzadas el yacimiento de Vaca Muerta para superar los recelos de la expropiación a Repsol

Álvaro Romero
Vista aérea del yacimiento de Vaca Muerta, en Neuquén (Argentina)
Vista aérea del yacimiento de Vaca Muerta, en Neuquén (Argentina)

A 3.000 metros de profundidad, en la Patagonia argentina, hay enterrado un tesoro al que se le augura un potencial enorme: el yacimiento de Vaca Muerta. No obstante, pese a las grandes esperanzas puestas en esta reserva, sigue siendo una gran desconocida. El hallazgo, decisivo en la expropiación de YPF a Repsol en 2012, está llamado a dar a Argentina la tan ansiada autonomía energética, colocándola entre las grandes potencias petroleras del mundo gracias a sus recursos no convencionales. Pero hará falta tiempo y, sobre todo, mucho, mucho, dinero para lograrlo. Por este motivo, YPF tiene que sustituir a Repsol por nuevos socios extranjeros, lo que, tal y como ha sucedido con el reciente acuerdo con Chevron, no le saldrá barato a Argentina.

La expropiación, por la que Repsol no ha recibido todavía un euro, sigue causando recelos entre los inversores extranjeros. Y ante las dudas, YPF ha llegado a la conclusión de que lo mejor es poner a Vaca Muerta a pleno funcionamiento y mostrar al mundo su atractivo. En la provincia de Neuquén, donde la petrolera argentina concentra su incipiente actividad sobre el yacimiento, la actividad se prolonga durante las 24 horas del día. El mejor ejemplo de ello es el incesante tránsito de camiones entre los cerca de 100 pozos en funcionamiento que hay en el territorio conocido como Loma Campana, que con solo 20 kilómetros cuadrados activos sirve de probeta de laboratorio de todo Vaca Muerta.

Desde la expropiación, la gestión de la petrolera, muy marcada por la personalidad de su nuevo presidente ejecutivo, Miguel Galuccio, pasa por sacar el máximo partido al yacimiento. Él fue precisamente el instigador del acuerdo con Chevron, consciente de que, pese a las concesiones —facilidades por decreto para sacar los beneficios del país y garantías de poder romper el acuerdo si hay riesgo de otra expropiación—, era imprescindible traer a un socio para motivar a otras compañías extranjeras que aporten el conocimiento y la tecnología necesarios para cumplir las expectativas de producción. Las estimaciones apuntan a una inversión anual de 10.000 millones de dólares (7.400 millones de euros) para llegar a los 40.000 millones de barriles que hay en Vaca Muerta, pero esta cifra está sujeta a muchas incógnitas hasta que no se confirme qué hay exactamente ahí abajo.

Dudas medioambientales

La principal característica de Vaca Muerta es que es uno de los yacimientos más grandes y más interesantes del mundo de petróleo y shale gas, que es como técnicamente se define al hidrocarburo impregnado en los poros de la roca. El problema surge a la hora de extraerlo, ya que no se puede realizar por los métodos convencionales y hay que recurrir a la fractura por agua y arena a presión. El coste y las complejidades técnicas de este proceso explican, precisamente, el retraso en explotar Vaca Muerta, que fue descubierta en los setenta, aunque no están claras sus repercusiones medioambientales.

Frente a las dudas y las quejas de los ecologistas, YPF argumenta que en los tres años que se lleva explotando Vaca Muerta no se ha registrado ningún incidente medioambiental. Además ligan el rechazo a intereses electorales y grupos ultras. “Quienes protestan están lejos de aquí”, asegura Pablo Giulano, gerente del negocio de la compañía en Neuquén, la provincia petrolera por excelencia de Argentina.

YPF destaca que la reserva de Vaca Muerta, a 3.000 kilómetros de profundidad, está lejos de los acuíferos, que se sitúan mucho más cerca de la superficie. También que toda el agua usada se reutiliza o guarda en los pozos vacíos a esa misma profundidad para evitar la contaminación.

Hoy en día, la realidad es que YPF extrae un 3% de su producción de petróleo y gas, el equivalente a unos 13.000 barriles diarios, en Loma Campana, una vasta meseta de cientos de kilómetros cuadrados que sigue tomada por los matorrales allí por donde no ha pasado la industria del petróleo. Daniel Lizarazo es uno de los 150 empleados de YPF sobre el terreno, donde en total hay 3.000 personas trabajando. Él ocupa el cargo de hombre de la compañía en el equipo 304, que actualmente está perforando a unos 15 kilómetros de Añelo, el último y pequeño pueblo que hay antes de la explotación. Este ingeniero metalúrgico, colombiano, y con un máster en petróleo financiado por Repsol, lleva desde 2011 en Vaca Muerta. En su caso, como el de tantos otros empleados rasos, pasó de trabajar para la española —“hasta que un buen día me dejó de funcionar la tarjeta”, recuerda— a YPF.

Lizarazo, de 32 años, casado y sin hijos, presume de contar con uno de los equipos más rápidos del lugar, ya que son capaces de montar una torre en menos de dos días y tenerla sacando petróleo en poco más de 30. Su sonrisa contrasta con el gesto serio de sus compañeros. “Se trabaja duro, durmiendo por horas cuando las maniobras lo permiten, y durante siete días seguidos”, resume Lizarazo mientras enseña su ajado tráiler-vivienda a un grupo de periodistas españoles invitados por YPF a Vaca Muerta.

El decano del equipo es Javier Cárdenas, argentino de Neuquén, con cuatro hijos y, frente a la juventud de la mayoría de compañeros, está a solo tres años de jubilarse. Él es el responsable de que todo funcione en el tiempo y la forma correctos, lo que no siempre es posible, reconocen desde el equipo, donde cada hora sin actividad cuesta 6.000 dólares.

En el haber de Cárdenas destacan sus 27 años de experiencia y toda una vida en torno al petróleo. “Acabas queriendo a estos fierros”, afirma mirando los 40 metros de hierros oxidados de la torre de perforación que le ha acompañado durante la última década. La del equipo 304 es un modelo viejo, de los años setenta, aunque transformado en los ochenta. Pero sigue siendo mucho más aparatoso que los nuevos sistemas automáticos. “La forma de trabajar ha cambiado mucho en este tiempo”, añade Cárdenas haciendo oír su voz sobre el constante ruido del taladro, que recorre 13 metros por segundo y ya va por los 3.136 metros de profundidad. Y bajando.

Dentro de los cambios a los que hace referencia Cárdenas, el que mejor puede apreciarse en Vaca Muerta es la explotación por fractura de las reservas de crudo, el controvertido fracking o, según se define técnicamente, método no convencional. Sin embargo, para YPF y el Gobierno argentino no hay otro camino para alcanzar la deseada autonomía energética. “Es lo que nos ha dado la naturaleza”, argumenta Pablo Giulano, gerente del negocio de Loma Campaña, mientras explica in situ cómo se extrae el hidrocarburo impregnado en la roca a través de la inyección a 22.000 caballos de potencia de agua y arena en el subsuelo. El objetivo, añade mientras enseña con orgullo un paisaje sembrado por una docena de torres de perforación, es que Loma Campana funcione como la cadena de montaje de Ford, bombeando sin parar. Sin embargo, para que eso ocurra hacen falta muchos Chevron que traigan tecnología y conocimiento, pero con los que también tendrán que repartir el tesoro.

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Sobre la firma

Álvaro Romero
Redactor del equipo de Redes Sociales y Desarrollo de Audiencias en EL PAÍS. Es licenciado en periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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