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LIBRO SUÁREZ

Fernando Ónega cree que Adolfo Suárez "es el último héroe nacional"

El periodista Fernando Onega. EFE/Archivo
El periodista Fernando Onega. EFE/ArchivoEFE

Fernando Ónega, "periodista y gallego", como le gusta llamarse, veterano comunicador y jefe de prensa del presidente Adolfo Suárez en sus años en la Moncloa, no tiene ninguna duda a la hora de definir al hombre de Estado que, junto al Rey, alumbró la democracia: "Suárez es el último héroe nacional".

Con su libro "Puedo prometer y prometo. Mis años con Adolfo Suárez", editado por Plaza y Janés, Ónega le dedica un "cariño" al jefe de Gobierno, una narración de su experiencia personal, una reivindicación de la transición democrática y "un acto de justicia" con el presidente.

"Sin memoria no se puede hacer este libro, pero sin cariño tampoco", reconoce Ónega, autor también de ese "puedo prometer y prometo", la célebre frase electoral que aupó a Suárez a la victoria en los comicios de junio de 1977.

En una entrevista con Efe, el periodista lamenta el avanzado alzheimer de Suárez, que descubrió imparable cuando un día llamó al presidente por teléfono y le habló de su esposa, Amparo Illana, como si estuviera viva, cuando había fallecido hacía más de un año.

El libro también relata uno de los últimos encuentros de Suárez con el Rey, en el que el presidente no reconoció al Monarca, pese a la amistad que perduró para siempre entre ambos.

"El Rey me confesó que nunca dejó de querer a Suárez, que nunca le dio ningún testimonio de distancia", asegura Ónega al recordar la dimisión del presidente del Gobierno en enero de 1981, ante la convicción de que el Rey había dejado de confiar en él.

Suárez dimitió, explica el libro, después de haber sido "cercado y abandonado por casi todos" y tratado con "absoluta crueldad" por la oposición, los medios de comunicación, una parte del empresariado, los militares y también por el "nido de víboras" y de "traiciones" en el que se había convertido su partido, UCD.

Según Ónega, el duque de Suárez presentó su renuncia para evitar un levantamiento de los militares, que finalmente no pudo evitar y que se materializó el 23 de febrero de 1981, en la sesión de investidura de su sucesor, Leopoldo Calvo-Sotelo.

"Ahora, retirado y enfermo, existe una especie de arrepentimiento colectivo. Se le está haciendo justicia ahora", afirma el periodista, que personifica ese lamento en el socialista Alfonso Guerra, uno de los que "le atizó con más dureza" y es ahora uno de sus grandes admiradores.

Uno de los reproches habituales a Suárez fue su ligereza ideológica cuando, según Ónega, fue precisamente una de sus virtudes porque le permitió valorar al resto de ideas, coger "como una esponja" lo mejor de cada una y construir una obra política "sin vencedores ni vencidos".

En ese proyecto, Suárez demostró su "audacia", su capacidad de ceder para llegar a consensos -"ahora se le llamaría buenismo"- y sobre todo su inquebrantable "obediencia al Rey", que le encomendó la tarea de traer la democracia "sin ningún tipo de limitaciones".

Capacidad de diálogo que no dudaría en practicar ahora, más de 30 años después, ante los retos que se presentan en el horizonte, como la salida de la crisis o la amenaza independentista en Cataluña.

"Yo creo que cuando estalla la crisis económica en tiempos de Zapatero habría intentado un pacto de Estado por el empleo, y con Cataluña no habría permitido esta situación de desafecto, de desamor", proclama.

¿Y qué queda ahora de su legado?: "Queda la memoria y la nostalgia de los que tenemos más de 45 años", reconoce Ónega, que insiste en que Adolfo Suárez pasará a la historia de España como el "último héroe nacional".

"El último héroe nacional por su trabajo, por su forma de hacerlo, por haberse quedado de pie en el intento de golpe de Estado, por casi todo, incluso por sus errores".

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