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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Le toca mover ficha a París

El derrumbe de liberales y euroescépticos en Berlín despeja la vía a la unión verdadera de la UE

Xavier Vidal-Folch
Vista de la Torre Eiffel, en París.
Vista de la Torre Eiffel, en París.FRANCK FIFE (AFP)

Este papel del FMI detalla los deberes económicos de la UE: un seguro de desempleo común; un fondo contra las crisis asimétricas; un presupuesto para la eurozona; un fondo de liquidación común útil para todos los bancos y no solo para los grandes; los eurobonos; y una unión política que lo controle todo (“Toward a fiscal union for the euro area”,IMF, SDN, 13/09).

Este magnífico documento viene a completar la hoja de ruta oficial de la Unión trazada el año pasado por Van Rompuy: unión bancaria; presupuestos nacionales según una planilla común y deuda mutualizada; y unión política (“Towards a genuine economic and monetary union”, 26 de junio de 2012, EUCO-120/12). Papel que luego fue retomado y agendado —sometido a calendario— por los cuatro presidentes, del Consejo Europeo, la Comisión, el BCE y el Eurogrupo, el 5 de diciembre.

A ese prontuario se le añadió el 29 de mayo el plan francoalemán de reformar el Gobierno de la eurozona, dar al presidente del Eurogrupo la dedicación exclusiva, más poderes y un embrión de presupuesto, todo ello bajo supervisión parlamentaria de Estrasburgo.

Este es el programa. Y ahora, tras las elecciones alemanas, ¿qué? ¿Quedará paralizado, ralentizado, minimizado o jibarizado, como auguran los fatalistas?

Olvidemos las palabras, vayamos a los hechos. El hecho principal: una pesada losa antieuropea se ha roto este 22 de septiembre. La histórica exclusión parlamentaria del FDP, el partido de los liberales, es una excelente noticia para el europeísmo.

Dilapidadores de una herencia grandiosa, la de Hans Dietrich Genscher, ejecutor de la apertura al Este de Willy Brandt, los Westerwelle han sido cero en la política exterior que tenían encomendada, Afganistán, Egipto, Malí o Siria. Infinitos en su nada, peor aún si se les compara con los Verdes de Joshka Fischer en los Balcanes. Y los Rössler, más cenizos aún en política económica europea, más talibanes de la austeridad que nadie, antirescates, antifondo de rescate y otras nuevas instituciones de la unión monetaria, antigriegos y antitodo (salvo alguna libertad cívica). Requiescant in pacem.

Merkel también se ha librado de la asfixia de su derecha. Ella (CDU) aumentó sus votos un 6,9%. Sus correligionarios de la CSU bávara, solo un 0,9%. No pueden apretarla. Y la Alternativa euroescéptica quedó asimismo condenada, extramuros.

De modo que le quedan como posibles aliados el SPD socialdemócrata o Los Verdes. Ambos europeístas. Ambos han actuado como soporte a lo mejor de su política europea en el Bundestag y el Bundesrat. Hay pues espacio —se llene o no— para una suavización de lo peor del merkelismo, la austeridad ilimitada que provoca sufrimientos y cierra universidades en Grecia; y para mejorar lo bueno, su apoyo al rellenado político e institucional de la unión económica y monetaria, su alineamiento con el BCE cuando hace casi de Reserva Federal, y en contra de los chantajes del lúgubre Bundesbank.

Pero la canciller puede buscar la reedición del pragmatismo descomprometido, el funcionalismo aséptico, arrastrado tras las urgencias de la realidad, casi suficiente pero nunca ni bastante, ni puntual.

Dependerá también de si sus grandes socios comparecen o no. ¿Dónde está Francia? “Alemania ha dicho varias veces que está dispuesta a la unión política, a una nueva etapa de integración: Francia está igualmente presta a dar un contenido a esta unión política. Dos años para alcanzarla (...) es un asunto de urgencia política europea”, proclamaba François Hollande el 16 de mayo, en torno a la cumbre bilateral (www.elysee.fr). Faltan los hechos.

Los europeos no solo esperan de Berlín algún acento distinto en política europea. También en política alemana: la rehabilitación de sus tronadas infraestructuras, la recuperación de salarios y consumo para tirar de la economía local, y pues, de la europea. Tienen derecho a soñar en Europa, por encima de todo y de todos.

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