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Un histrión en la Corte de Bill Gates

Ballmer se ha dejado siempre llevar por su impulsividad

Ramón Muñoz
Ballmer en la Conferencia de San Francisco.
Ballmer en la Conferencia de San Francisco.David Paul Morris (Bloomberg)

A Steve Ballmer se le pueden criticar muchas cosas, pero posee una virtud que escasea en el mundillo de los ejecutivos: es divertido y directo. Los que han asistido a alguna de las presentaciones que hace en las convenciones anuales con sus clientes pueden dar fe de esa impulsivividad. A camisa descubierta, empapado en sudor, no duda en empezar a dar saltos por el escenario, solicitando el aplauso, mientras se desgañita proclamando su amor por Microsoft: “¡Quiero a esta empresa!” Alguna de esas intervenciones se ha convertido en viral en Internet como en la que hizo un llamamiento a los desarrolladores para que sumaran al universo Windows (“¡Developers, developers, developers!”, grita sin parar).

Pero esa efusividad le ha jugado muchas malas pasadas que han derivado en errores garrafales de gestión. Sus patinazos son históricos. Como cuando en enero de 2007, cuando Apple anunció el lanzamiento de iPhone, le vaticinó un fracaso: “¿500 dólares? Es el teléfono más caro del mundo. Y no es atractivo para los ejecutivos porque no tiene teclado y no les servirá para manejar los correos electrónicos”

Además de su resquemor hacia Apple, la rápida ascensión de Google también le ha llevado a la crispación. En 2004, cuando uno de sus directivos le confesó que se iba a Google, Ballmer no pudo reprimir su ira y lanzó una silla que cruzó volando la oficina al tiempo que aullaba: “¡Voy a acabar con Google!”.

Mientras compartió la dirección de Microsoft con Bill Gates, que le contrató en 1980 para que dirigiera la parte administrativa, el tándem funcionó a las mil maravillas. Pero cuando el fundador dejó la compañía en 1998 para dedicarse a sus labores filantrópicas, su gigante (mide casi dos metros) y corpulento socio creyó que Microsoft no tenía rival, y podía vivir de espaldas a todo, y se encontró yendo a rebufo de los nuevos competidores.

Ni pudo hacer frente al iPod con su reproductor Zune, ni su buscador Bing le ha hecho sombra a Google, ni Windows Phone cuenta con la confianza que los fabricantes de móviles han puesto en Android o iOS (Apple) para que manejen las tripas de sus terminales. La prueba de que su gestión no ha sido la mejor es que desde que tomó el mando de la compañía las acciones de Microsoft han perdido la mitad de su valor.

En lo personal, a Ballmer no le ha ido mal. A sus 57 años, acumula una fortuna superior a los 15.000 millones de dólares (11.280 millones de euros) y es el 51 hombre más rico del mundo, según la revista Forbes.

Tras su retirada podrá dedicarse a su gran pasión: el baloncesto. Este mismo año intentó comprar por 550 millones de dólares Sacramento Kings, con el objetivo de mudar el equipo a Seattle y resucitar los Supersonics, desaparecidos en 2008. Pero la NBA frenó sus planes. Ahora tendrá tiempo para volver a las canchas como un espectador de lujo.

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Sobre la firma

Ramón Muñoz
Es periodista de la sección de Economía, especializado en Telecomunicaciones y Transporte. Ha desarrollado su carrera en varios medios como Europa Press, El Mundo y ahora EL PAÍS. Es también autor del libro 'España, destino Tercer Mundo'.

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