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Hasta las ovejas sufren los recortes

Los ganaderos piden ayuda para evitar cierres de explotaciones y mantener censos

Un pastor guía un rebaño de ovejas en Belmonte (Cuenca)
Un pastor guía un rebaño de ovejas en Belmonte (Cuenca)Getty Images

Con las nuevas exigencias del bienestar animal como protagonistas, en los últimos meses se han cerrado cerca de un millar de explotaciones de porcino. Por razones parecidas ha desaparecido otro millar de granjas destinadas a la avicultura de puesta. Y por motivos de rentabilidad y dependencia bajaron las explotaciones de vacas nodrizas, las de vacuno de leche se han reducido a menos de la mitad en la última década y los censos y las explotaciones de ovino cayeron casi un 30% en los últimos cinco años.

¿Nos quedamos sin cabañas ganaderas?

El mantenimiento o el cierre de las explotaciones intensivas con animales —estabulados, porcino, avicultura de carne o de puesta, cunicultura o cebaderos de vacuno— depende directamente de su rentabilidad, ligada a situaciones coyunturales de costes de producción o a la evolución de los mercados y el papel de la gran distribución. Sin embargo, la parte más negativa se ha cebado en las explotaciones extensivas, las que requieren el pastoreo en el campo. Desaparecen, además de por su falta de rentabilidad, por el abandono de las personas de edad y la falta de relevo generacional para el desarrollo de una profesión que requiere una gran dependencia. En muchas zonas históricamente ligadas a la actividad ganadera extensiva, las explotaciones comienzan a ser pieza de museo, con lo que ello supone para el mantenimiento del territorio.

La situación más grave se centra en el ovino y, en menor medida, en el caprino. Según las cifras oficiales, tomando como referencia la última década, el censo de ovino ha pasado de casi 24 millones de cabezas a poco más de 16 millones, lo que supone una caída superior al 30%. Los pastores de edad se van y nadie se incorpora a la actividad. Mientras tanto, el número de granjas pasaba de 123.000 a 107.000. Estas caídas responden principalmente a la falta de rentabilidad causada por una subida de costes, provocada a su vez por el encarecimiento de las materias primas para la alimentación animal, el carácter minifundista del sector —escasamente organizado— y el poder de la distribución con el cordero como producto reclamo barato.

Agricultura pone en marcha un plan de mejora de la competitividad

El sector del ovino dispone hoy, de acuerdo con la actual Política Agrícola Común (PAC), de una ayuda que asciende a 21 euros por unidad de oveja pesada y a 16,80 euros por una oveja ligera, cifras a la que se sumaba una prima adicional de siete euros para explotaciones en zonas desfavorecidas. La ayuda desacoplada de la producción se ha manifestado como insuficiente para seguir en la actividad, y hasta podría haber sido un incentivo para los abandonos.

Ante la aprobación de la nueva reforma de la PAC, cuyo sistema de ayudas se aplicará con la asignación de derechos por superficie, las organizaciones agrarias UPA y COAG, junto a las cooperativas alimentarias, han planteado a la Administración la necesidad de tomar medidas para evitar un mayor deterioro de la cabaña y la desaparición de una actividad básica para el medio rural. El ovino extensivo utiliza grandes superficies de terreno para su alimentación, pero sin que esas tierras sean, en la casi totalidad de los casos, de su propiedad, siendo bienes comunales subastados o de otros agricultores.

Desde el sector agrario se reclama que para recibir el pago básico, en la nueva PAC debería ser obligatorio que si la ayuda está ligada a los pastos, exista una carga ganadera por hectárea. Se pide que el sector en sí sea ya considerado como una actividad verde por definición. Se reclama prioridad para disfrutar de un pago asociado y, sobre todo, se insta a las Administraciones española y comunitaria para que la actividad del pastoreo disponga de importantes apoyos como ganadería extensiva por lo que aporta a la gestión sostenible del territorio, al mantenimiento de los recursos naturales, a la prevención de incendios y a la mejora del medio ambiente.

Otro sector en permanente proceso de regulación es el vacuno de carne, y muy especialmente el de leche. Frente a las casi 150.000 explotaciones de hace varias décadas, hoy el censo no llega a las 20.000, mientras el número de animales bajó a unos 870.000, lejos de los 1,3 millones de hace una década. Desde una perspectiva puramente económica, un sector más reducido está aumentando la producción de leche de 5,8 a 6,4 millones de toneladas en los últimos años, y la cuota por explotación ha pasado de 38.000 toneladas en 1993 a las 260.000 de hoy. Esta evolución ha supuesto, por el contrario, mayor abandono del territorio y una caída principalmente en las zonas ganaderas históricamente más ligadas a la tierra.

Hay unas 87.000 vacas lecheras, frente a 1,3 millones de hace una década 

Distinta ha sido la historia de las cabañas intensivas o estabuladas. Por las exigencias de los mercados y la implantación de otro modelo de producción basado fundamentalmente en la integración y las grandes explotaciones, el sector del porcino es uno de los que han experimentado la transformación más profunda. En el sector no había sitio para las más de 200.000 miniexplotaciones que, en muchos casos, sobrevivían en miles de pueblos como una actividad complementaria a la agricultura. Hoy, el sector cuenta con solo unas 50.000 explotaciones, donde además se ha producido un progresivo avance de las políticas de concentración y de integración con algunos grandes grupos como protagonistas. Por el contrario, el sector ha experimentado un aumento en el número de animales sacrificados, por encima de los 40 millones.

Finalmente, se ha producido una fuerte caída en el vacuno de carne intensivo, donde, sobre unos 20.000 cebaderos teóricos, funcionan solo unos 12.000, con una caída en la producción de al menos 500.000 toneladas.

A pesar de la fuerte dependencia exterior de las materias primas para la alimentación animal, con la excepción de la leche, los sectores ganaderos mantienen un buen nivel de competitividad que les permite mantener su posición en los mercados exteriores. España exporta más del 35% de la producción de porcino y despojos, y entre un 15% y un 20% en otras producciones como vacuno, ovino, huevos o carne de pollo. Sin embargo, la progresiva apertura de fronteras a terceros países con menores costes de producción supone una amenaza para el futuro del sector.

Con esta situación sobre la mesa, el Ministerio de Agricultura acaba de poner en marcha un plan para el fomento a la innovación de las producciones ganaderas con el objetivo de lograr unas actividades más competitivas con un presupuesto para los próximos tres años de 8,6 millones de euros. Las previsiones de la Administración contemplan la posibilidad de subvencionar en ese periodo cerca de medio centenar de proyectos. Serán prioritarios aquellos que supongan una reducción de los costes de producción. Entre otros fines, el plan pretende ayudar a frenar la volatilidad de los precios de las materias primas, orientar las explotaciones hacia los mercados, facilitar la concentración de la oferta o el redimensionamiento de las explotaciones, el aumento del valor añadido de la oferta y la diversificación de la misma en función las necesidades y demandas de los nuevos mercados.

¿Por qué te vas?

Una primera y razón fundamental para que se produzcan los cierres de explotaciones es su falta de rentabilidad. En unos casos, por cubrir solo unos costes mínimos y un trabajo remunerado, y en otros, simplemente para evitar trabajar a pérdidas. Esta falta de rentabilidad hace que la actividad ganadera, la intensiva ligada a las explotaciones estabuladas y, sobre todo, las cabañas extensivas que requieren el pastoreo diario no ofrezcan ningún atractivo, tanto para quienes hoy se hallan en la explotación como para los jóvenes que podían representar el relevo para evitar el cerrojazo de los establos. Al margen del problema de la rentabilidad, la ganadería tiene en su contra otros condicionantes: se trata de una actividad que, en todos los casos, requiere una gran dependencia en cuanto los animales comen todos los días y se ordeñan varias veces. Es una profesión no precisamente bien valorada socialmente, al margen de la figura bucólica admirada del pastor. Finalmente, la actividad ganadera, a diferencia de otras tareas en el sector agrícola, no se puede llevar a distancia, viviendo en un lugar diferente al que se halle la explotación. Ello supone la necesidad de vivir con la familia en un medio rural donde, por falta de rentabilidad o recursos, poco a poco se van desmantelando de servicios básicos de los que disfrutan los habitantes del medio urbano. ¿Por qué te vas? Por todo eso.

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