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La paz (y el dinero) llegan al campo

La reforma de la PAC garantiza al sector español fondos por valor de 47.000 millones hasta 2020

Campo de olivos en Valdilecha (Madrid)
Campo de olivos en Valdilecha (Madrid)FRANCIS CORMON (GETTY)

La reforma de Política Agrícola Común (PAC), con unos pagos anuales superiores a los 5.500 millones de euros, es una pieza clave para el sector agrario al suponer más del 26% de sus rentas que ha traído de cabeza en los dos últimos años a los agricultores y ganaderos. Tras el reciente acuerdo político sobre su contenido, solo a expensas del cierre de algunas negociaciones en el Parlamento Europeo que no lo modificarán en lo fundamental, el sector agrario respira más tranquilo tras los miedos existentes en el pasado a fuertes recortes por la situación de crisis de las economías europeas.

España es actualmente el segundo país perceptor de las ayudas comunitarias, solo por detrás de Francia y en unos niveles similares a Alemania. Desde esta perspectiva, el mantenimiento del volumen de las ayudas era uno de los objetivos prioritarios del Gobierno español en la reforma. El acuerdo sobre el marco financiero contempla una asignación de fondos para España de 35.705 millones en el periodo 2014-2020 para pagos directos, 8.291 millones para desarrollo rural y otros 3.000 millones para la regulación de los mercados. En total, 47.000 millones de euros hasta 2020 para el conjunto del sector agrario y el medio rural, a los que se sumarán solo otros 3.000 millones de la Administración nacional.

Habrá un vuelco total en el sistema del cobro de ayudas directas

La reforma de la PAC significa un vuelco total en los mecanismos para el cobro de las ayudas directas que pasan de un sistema basado en pagos por derechos históricos a otro con pagos por derechos asignados a la hectárea. Desde la perspectiva de los recursos, en la parte negativa, con esta asignación de fondos no se tiene en cuenta el deterioro que supondrán los niveles previstos de la inflación para ese periodo, aproximadamente un 13%, si bien hay que señalar que la Comisión nunca ha revisado anualmente la inflación en sus políticas de ayudas o precios de regulación. En la parte positiva, la reforma supone una continuidad sobre el periodo anterior en el volumen de las ayudas hasta 2020 y una estabilidad en la distribución de las mismas entre territorios, sectores o explotaciones, uno de los objetivos prioritarios del ministro Miguel Arias Cañete, para evitar inseguridad en las explotaciones.

Al margen del optimismo oficial, la reforma no llega a las demandas de los más de 900.000 beneficiarios de las ayudas. Pero tampoco es lo negativa que se temia hace dos años. La estabilidad defendida en la distribución de los pagos supone igualmente condenar a unos sectores a seguir sin percibir ayudas por desarrollar una actividad agraria por la que otros sí cobran.Es una reforma injusta, con la superficie como protagonista, donde la ganadería no recibe el mejor trato.Tampoco da la respuesta necesaria para la regulación de los mercados.

“Hemos logrado mantener unos fondos que suponen la seguridad y la estabilidad para el sector, y una flexibilidad en su aplicación”, presume la secretaria general de Agricultura, Isabel García Tejerina. “Ahora”, añade, “hemos de hacer todos un esfuerzo para aprovechar las oportunidades que nos ofrece la reforma para hacer la política agraria que necesita el sector basada en la eficiencia, el conocimiento, la innovación y la competitividad”.

Aparte del volumen de los fondos, entre los aspectos más importantes de la reforma se podrían destacar los siguientes:

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