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La OCDE amplía fronteras

La organización busca ganar influencia con más miembros

Alicia González
Ángel Gurría, el primer por la izquierda, junto al presidente francés François Hollande, en la inauguración de un seminario en París.
Ángel Gurría, el primer por la izquierda, junto al presidente francés François Hollande, en la inauguración de un seminario en París. Reuters

Renovarse o morir. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha apostado por ampliar fronteras y dejar de ser el tradicional club casi exclusivo de los países ricos para convertirse en una organización más abierta a las pujantes economías emergentes e intentar recuperar así influencia mundial. “La OCDE se está esforzando por no perder su proyección y relevancia a escala internacional, adaptando sus tareas, prioridades y relaciones con los restantes países”, admite la propia organización. No en vano, en estos 50 años —fue fundada en 1960—, los países integrados en la organización han pasado de representar el 90% del PIB mundial a apenas el 51%. Y con los estragos provocados por la crisis financiera, esa tendencia se acentúa.

En la estrategia por ganar peso e influencia desempeña un papel fundamental el proceso de ampliación. Aunque ya hay economías emergentes integradas en la OCDE, como México o Turquía, sus 34 países miembros han decidido abrir el proceso para incorporar a Colombia y Letonia este año y a Costa Rica y Lituania en 2015. El embajador de España ante la OCDE, Ricardo Díez-Hochleitner, explica que esta decisión “responde a la ambición y necesidad de la OCDE de fortalecer su proyección internacional” y destaca asimismo el marchamo de calidad que imprime, en su opinión, la pertenencia a este club. Pese a ello, ha habido países, como Brasil, que no han querido incorporarse al “club de los países ricos”, con el argumento de que la potencia sudamericana sigue siendo un país emergente, con necesidades distintas de las de los países industrializados.

A pesar de ese rechazo, Díez-Hochleitner insiste. “Hoy día, la riqueza ya no es el parámetro definitorio para pertenecer a la OCDE”, apunta. “La OCDE tiene, por evidentes razones, el oído muy afinado hacia la evolución económica del mundo. De ahí que su ambición por fortalecer su proyección en un mundo cambiante y globalizado se traduzca en el despliegue de una intensa política de acercamiento e incorporación a sus trabajos de los principales países emergentes, como Brasil, China, Indonesia, India y Sudáfrica, a los que se añade Rusia, que está negociando desde hace años su ingreso en la OCDE”. No en vano, la organización estableció en 2007 una “cooperación estratégica” con estos países para mantener lo que denomina un “diálogo privilegiado y permanente” con estas potencias emergentes. Tampoco ignora la creciente pujanza de los países asiáticos y ha establecido un Programa Regional para el Sudeste Asiático y ha acordado abrir oficinas con distinto grado de representación en países como India o Indonesia.

Sus 34 países meimbros representaban el 90% del PIB mundial en 1961 y el 51%,  hoy

Lo cierto es que esa política ya ha empezado a dar ciertos frutos. La actual crisis ha convertido de facto a la OCDE en la secretaría general del G-20 en diversos ámbitos, salvo el financiero, y desde los cuarteles generales de la organización en París se quiere avanzar en esa dirección. Las antiguas estructuras multilaterales —con el Grupo de los Siete, los países más industrializados, a la cabeza— se han demostrado obsoletas para lidiar con los retos que tiene por delante la economía mundial y ha empezado a dar pasos hacia un nuevo modelo de relaciones.

“El proceso emprendido por la OCDE es un reconocimiento a la necesidad de establecer un nuevo equilibrio de poder en la economía mundial”, asegura Federico Steinberg, investigador principal de economía internacional del Real Instituto Elcano. “La organización no tiene poder real, a diferencia de otros organismos que sí pueden cambiar reglas o leyes. Pero sí sirve para marcar la agenda económica, fijar hacia dónde va el consenso en la política económica mundial; por ejemplo, en materia de planes de pensiones”, subraya.

La ampliación aprobada en la última asamblea general de la organización no debe quedar ahí, a juicio de las empresas de los países miembros. “Las economías de fuera de la organización se están convirtiendo en fuerzas económicas mundiales de primer orden y la economía global no puede manejarse sin tener en cuenta el dinamismo de economías emergentes como Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica”, asegura el Comité Consultivo Empresarial e Industrial de la OCDE (BIAC, por sus siglas en inglés). De hecho, los países miembros han pedido al secretario general de la organización, el mexicano Ángel Gurría, que las solicitudes de ingreso de otros países que acaban de ser rechazadas —Bulgaria, Perú o Rumanía— fueran tenidas en cuenta para un futuro próximo.

España otorga una especial trascendencia a las decisiones de ampliación hacia Latinoamérica por sus especiales lazos históricos y económicos con la región y defiende “que la OCDE debe mantenerse abierta a futuras nuevas ampliaciones si desea seguir extendiendo sus reglas, valores y buenas prácticas”, apunta el embajador Díez-Hochleitner. El camino, pues, no ha hecho más que empezar.

Los emergentes piden paso

La OCDE no es, ni de lejos, la única institución que está modificando sus estructuras para adaptarse a la nueva realidad económica mundial. En su origen, los 18 países europeos que en 1961 pusieron en marcha la organización, junto a Estados Unidos y Canadá, trasladaron a la OCDE la alianza propia de la guerra fría. El proceso de ampliación a países emergentes se inició ya en los años noventa, con las negociaciones de acceso de varias economías del este europeo, Corea del Sur y México. En la última década se han sumado Chile, Eslovenia, Estonia e Israel.
“Los países emergentes se han dado cuenta de que si quieren influir en las instituciones deben hacerlo desde dentro y, por eso, reivindican un reconocimiento a su peso económico”, asevera Federico Steinberg, investigador principal del Real Instituto Elcano. “Lo interesante es saber si la incorporación de estos países a las grandes organizaciones mundiales provocará que vayan reconfigurando la agenda económica global, porque estos países tienen una concepción del capitalismo distinta de la de los grandes países. Habrá que ver en qué medida irán cambiando las directrices de organizaciones como la OCDE. No creo que sea algo que se vaya a producir inicialmente, pero sí confío en que se produzca a medio plazo”, asegura Steinberg.
La tendencia es imparable. La Organización Mundial del Comercio (OMC) acaba de elegir a un brasileño para presidir la organización desde septiembre. El Fondo Monetario Internacional (FMI) se encuentra desde hace unos años inmerso en un proceso de ampliación de cuotas para dar mayor poder a los países emergentes, pero las grandes potencias, sobre todo Estados Unidos y los grandes países europeos, se resisten a renunciar al poder. Su influencia ya se ha dejado sentir. “Que el FMI acepte, aunque sea temporalmente, la imposición de controles de capital, uno de sus tradicionales caballos de batalla, es un claro reflejo de la influencia que están ganando los emergentes en el diseño de la política económica mundial”, asegura Steinberg.

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Sobre la firma

Alicia González
Editorialista de EL PAÍS. Especialista en relaciones internacionales, geopolítica y economía, ha cubierto reuniones del FMI, de la OMC o el Foro de Davos. Ha trabajado en Gaceta de los Negocios, en comunicación del Ministerio de Economía (donde participó en la introducción del euro), Cinco Días, CNN+ y Cuatro.

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