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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Puede renacer la industria en Europa?

Mientras los dirigentes políticos europeos siguen buscando la fórmula de equilibrio entre austeridad y crecimiento, existe el riesgo de que no presten suficiente atención a la naturaleza de ese crecimiento. Para que la recuperación sea sostenible es necesario que muchos países cambien su modelo actual por otro que conceda más peso al sector industrial. La pregunta que podría plantearse es doble: ¿ha quedado irremediablemente dañada la competitividad industrial de Europa como consecuencia de la crisis económica? ¿Es posible que se produzca un renacimiento de la industria?

La fabricación es importante para la recuperación económica. La producción industrial supone el 80% del gasto europeo en investigación y desarrollo, y genera la clase de exportaciones que necesitamos para financiar nuestra posición en el mundo. Tiene un efecto multiplicador, ya que un empleo en la industria permite crear varios puestos de trabajo en el sector servicios. En un momento en que la banca, la construcción y otros sectores se encuentran en una situación delicada, la función de la industria bien podría consistir en cubrir ese espacio económico.

Aun así, la producción industrial de la UE continúa cayendo. En apariencia, los países más afectados por la crisis están logrando mejorar su competitividad, pero al precio de la devaluación interna que suponen la caída del salario real y el aumento del desempleo. Los balances comerciales parecen evolucionar en positivo, pero con frecuencia se debe más a la baja demanda interna de importaciones que a un incremento real de las exportaciones. Según un estudio que hemos llevado a cabo en la UE, ocho de cada diez directivos creen que, para mantener su competitividad económica a largo plazo, Europa debe incrementar la contribución del sector industrial a la economía del 16% actual al 20%, que es por otra parte el objetivo marcado por la Comisión Europea. Eso supone un incremento del 25%, algo imposible de conseguir en opinión de muchos expertos. Sin embargo, el sector privado en general se muestra optimista: el 64% de la muestra encuestada piensa que la industria europea sigue siendo competitiva.

Los tres motores de la recuperación deben ser la innovación, la eficiencia energética y el cambio

Nuestro análisis sugiere que Europa debería aprovechar tres áreas de oportunidad para que el renacimiento de la industria sea una realidad: innovación tecnológica, eficiencia energética —con una menor dependencia del carbón— y cambio en los hábitos de consumo. Pero estas áreas tampoco están exentas de riesgos, ya que representan tres tendencias que las empresas consideran potencialmente peligrosas al amenazar su posición en el mercado si no se gestionan correctamente.

Respecto a la amenaza que plantea la innovación tecnológica, el 70% de los directivos considera que China alcanzará o superará a Europa en innovación tecnológica durante los próximos 10 años.

También la eficiencia energética y la menor dependencia del carbón se pueden tomar como una amenaza, ya que el 58% de los directivos encuestados cree que el sector energético europeo no será rentable en solo tres años. La revolución del gas pizarra en Estados Unidos ha situado a la industria europea en una clara posición de desventaja. No es de extrañar que nueve de cada diez directivos consideren importante que Europa reduzca su dependencia de las importaciones de energía para que su industria pueda crecer.

La tercera vía de oportunidad parece ofrecer ventajas más fáciles de conseguir. Las empresas consideran que el cambio en los hábitos de consumo es el factor con mayores consecuencias a largo plazo. Comprender el comportamiento de los nuevos consumidores —caracterizado por el uso de medios digitales, poseedores de una mayor conciencia social y, también, de un mayor individualismo— puede suponer una importante ventaja competitiva. La mayoría de los ejecutivos está convencida de que se puede aprovechar esta oportunidad, tanto en el mercado local como en los emergentes. Este optimismo se debe a que el éxito en este terreno depende básicamente de ellos, sea cual sea la política que se siga.

Las empresas y los legisladores deben buscar formas de colaboración más eficaces si quieren sacar partido de estas oportunidades. En el terreno tecnológico, Europa puede explotar su fortaleza en los sectores del automóvil, la industria farmacéutica, la aeroespacial y la maquinaria de precisión. Puede imitar a Estados Unidos en el uso de técnicas avanzadas de automatización en las fábricas existentes y crear centros de innovación en nuevos sectores, como la nanotecnología y la biotecnología. Finalmente, Europa debe encontrar mecanismos de financiación más sostenibles, de modo que las nuevas empresas no se queden sin fondos una vez agotado su capital inicial.

Una menor dependencia del carbón no solo puede impulsar el desarrollo de la industria, sino también reducir sus costes a largo plazo. Por eso hay que fomentar la infraestructura necesaria para que las inversiones sean viables: interconectores para compartir el superávit de energías renovables, redes inteligentes para satisfacer la demanda local y reservas de capacidad que puedan compensar la intermitencia de las fuentes de energía, eólica, solar y de biomasa.

Para aprovechar los cambios en los hábitos de consumo no es necesario esperar a un respaldo político. Las grandes compañías ya están invirtiendo en técnicas avanzadas de segmentación de mercados y analítica de datos. Son conscientes de que fabricar productos no es lo mismo que fabricar productos relevantes. Además de aumentar la precisión de su analítica, las empresas tendrán que ser más ágiles para que sus operaciones y su cadena de suministro respondan con más rapidez a la evolución del mercado.

Resultaría tentador esperar que sea en Bruselas donde se desarrolle un proyecto para el renacimiento de la industria europea. Sin embargo, esta crisis ha puesto de manifiesto las grandes diferencias existentes entre las economías del continente. Aunque se necesita una política común europea que unifique los mercados de la energía y los servicios financieros, las políticas deben responder a las necesidades de cada economía. La mayoría de los directivos apenas conocen las políticas industriales de la UE y tienen muy poca confianza en que esas políticas fomenten la contribución del sector a la economía. Pese al riesgo de divergencia, la diversidad europea también puede suponer una ventaja. Las políticas que se adopten a nivel local y europeo deberán sacar partido a esta diversidad para aprovechar las tres áreas de oportunidad que deben ser la base para el renacimiento de la industria europea. J

Vicente Moreno es presidente de Accenture.

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