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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

No hay vuelta atrás

Quien quiera aspirar a que sus ahorros no pierdan valor va a tener que asumir algo de riesgo

Lo primero que hay que entender a la hora de valorar las posibles consecuencias que tiene sobre las inversiones el nuevo entorno de tipos de interés es que ha venido para quedarse. El debate sobre la mayor o menor ortodoxia de los bancos centrales no deja de ser interesante desde el punto de vista intelectual, pero es del todo baladí a la hora de tomar decisiones de inversión: la apuesta de las autoridades monetarias del mundo —unas, algo más, y otras, algo menos, pero todas con mucha intensidad y al mismo tiempo— solo tiene un camino, y no hay vuelta atrás. Es lo que los anglosajones llaman one way bet. Una vez que asumimos este nuevo paradigma —que hay que ver lo que cuesta—, las consecuencias de lo que algunos ya denominan como represión financiera —otros, nuevo monetarismo— van a ser muchas. Unas buscadas y otras no. Unas a corto plazo y otras a medio y largo. Unas buenas —las más, en mi opinión— y otras no tanto.

La principal, sobre todo por el peso que tienen en el ahorro financiero de las familias españolas, es que lo que conocemos como inversiones conservadoras (depósitos, renta fija…) van a tener difícil obtener rentabilidades superiores a la inflación. Y no hay vuelta de hoja: quien quiera aspirar a que sus ahorros no pierdan valor va a tener que asumir algo de riesgo. Recuerden esta máxima: no hay rentabilidad sin riesgo, ni duros a cuatro pesetas. Desconfíen de los productos milagro —estructuras garantizadas en sus distintas versiones— con los que con toda seguridad le va a llamar a la puerta su banco amigo. Quizá hoy, con las heridas todavía supurando (preferentes, convertibles, nuevas Rumasas, Afinsas, etcétera), sea fácil de recordar, pero estoy convencido de que se volverá a tropezar con la misma piedra: la avaricia es consustancial con el ser humano.

En este punto, me gustaría hacer hincapié en algo que no resulta del todo intuitivo y que entiendo que a bote pronto pueda parecer contradictorio. Es muy buena noticia que los bancos hayan dejado de ofrecer tipos de interés históricamente altos en los depósitos. Es una buena noticia desde el punto de vista de la salud de los bancos y también de higiene mental: no podemos indignarnos porque se rescate a los bancos y a la vez considerar normal —y exento de riesgo— que los depósitos paguen tipos por encima de los de referencia. Los bancos no pueden sobrepagar, porque eso pone en riesgo al sistema, al que luego, si se dan las circunstancias, hay que rescatar para que las cosas sigan funcionando. Y no critico los rescates, critico a los free riders, o listillos.

La principal consecuencia del nuevo orden monetario es la normalización de la percepción del riesgo

Por otro lado, creo que la principal consecuencia del nuevo orden monetario en las inversiones es la normalización de la percepción del riesgo, con lo que eso supone para los distintos activos. A medida que se vaya disipando —y ya está pasando— el enorme pesimismo que atenaza al mercado, este volverá la mirada hacia los fundamentales, que sin ser para tirar cohetes, sí ofrecen oportunidades muy interesantes en los llamados activos en riesgo y, sobre todo, en aquellos que han estado más estigmatizados por caer dentro de la órbita periférica.

Asimismo, es bastante probable que la actual política monetaria, sumada al entorno deflacionista por el menor precio de las materias primas y a la eventual muerte de la austeridad en Europa, provoque una mejor segunda parte del año en términos económicos —y mucho mejor de lo que los peores augurios vaticinan—, lo que lógicamente tendrá su impacto positivo en las inversiones.

Los problemas podrían venir por una retirada demasiado pronta o repentina de los estímulos monetarios que cercenase la incipiente recuperación y dejase a los bancos centrales vendidos y sin munición. O, por todo lo contrario, que no se retiren a tiempo y eso pueda provocar burbujas en distintos activos en algunos países.

Por la retórica de los banqueros centrales, parece que podemos descartar la primera posibilidad —llegados a este punto, no van a arriesgar a quedarse cortos—. Todo lo contrario. Hay bancos centrales que todavía tienen balas en la recámara. En concreto, es bastante probable que el BCE anuncie próximamente nuevas medidas para acabar con la fragmentación del mercado de crédito en la Unión Monetaria. No es algo sencillo desde el punto de vista técnico, y habrá que ver lo que son capaces de pergeñar. En cualquier caso, todo lo que sea facilitar el acceso al crédito a las pymes será buena noticia.

En cuanto a la posibilidad de nuevas burbujas, es evidentemente el riesgo que se está corriendo con las actuales políticas. Preocuparse por ello resulta prematuro, porque la realidad que nos rodea es terca. Los problemas, de plantearse, surgirán en aquellas economías donde los tipos de interés reales no se correspondan con la situación de su economía por ser esta mejor. Esto fue lo que le pasó a España en sus años de bonanza y puede ser lo que les pase ahora a otras economías. Sin embargo, hablar como se está hablando de la germanización de España y la españolización de Alemania, a estas alturas de la película, no es prematuro, es una provocación.

José Ramón Iturriaga es socio de Abante Asesores.

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