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Angola busca inversores que den ejemplo

El país africano quiere industrializarse para no depender del petróleo

Thiago Ferrer Morini
Trabajadores de Sonangol, la petrolera estatal angoleña, en una instalación de la empresa.
Trabajadores de Sonangol, la petrolera estatal angoleña, en una instalación de la empresa.

El 4 de abril de 2002 Angola puso fin a casi 50 años de guerra prácticamente ininterrumpida, primero contra la dominación colonial portuguesa y, tras la independencia formal del país en 1975, entre las distintas facciones que lucharon entre sí por el poder y que convirtieron al país en uno de los campos de batalla más sangrientos de la Guerra Fría, con más de medio millón de muertos.

Durante los once años siguientes, el país del sur de África fue la economía que creció más rápidamente del mundo, con un aumento del 11,1% de media anual. El petróleo fue el motor de ese espectacular crecimiento, atrayendo inversiones internacionales y a decenas de miles de inmigrantes venidos no solo de países vecinos, como la República Democrática del Congo o Zambia, sino también a miles de portugueses dispuestos a encontrar en la excolonia lusa las oportunidades que la austeridad les niega en casa.

Las expectativas por parte del Gobierno angoleño, sólidamente en manos del excomunista MPLA, son buenas: un crecimiento económico del 7,4% para 2012 y que se mantendrá por encima del 7% hasta 2016. El FMI es más escéptico y augura un crecimiento del PIB ligeramente menor para los próximos años.

Pero las deficiencias de ese modelo de crecimiento, basado en un petróleo que representa más del 90% de las exportaciones, ya se han hecho demasiado evidentes como para dejarlas de lado. La producción de petróleo se ha estancado: de las previsiones de superar los 2,4 millones de barriles al día para 2010 se ha pasado a 1,7 millones el año pasado. El sector agrícola aún depende en exceso de los métodos tradicionales de cultivo, y la falta de regadíos convierte las sequías en catástrofes, a pesar de que Angola dispone, según el Gobierno, del 12% de los recursos hídricos del continente.

La falta de industrias primarias obliga a importar productos básicos y fomenta la inflación

Además, la falta de industrias primarias (por ejemplo, Angola importa todo el azúcar que consume) encarece los artículos de primera necesidad en una economía hinchada por los recursos petroleros. Esto ha provocado la depreciación de la moneda nacional, el kwanza, y una inflación que, hasta 2012, ha superado los dos dígitos anuales. Según el último estudio de la consultora Mercer, Luanda, la capital angoleña, es la segunda ciudad más cara del mundo para un trabajador extranjero, después de Tokio.

Es para buscar dinero y, sobre todo, experiencia en proyectos de desarrollo, que la Embajada de Angola en España organizó esta semana un encuentro entre empresarios, tanto angoleños como españoles, con una delegación de autoridades políticas y económicas del país, encabezada por el ministro de Economía, Abraão dos Santos Gurgel.

“En Angola entendemos que la economía solo puede crecer si se asienta en un tejido empresarial nacional fuerte”, afirmó Gurgel. “España, a pesar de la crisis, posee empresas y empresarios capaces de colaborar con Angola y los empresarios angoleños”. El ministro afirmó que su país quiera atraer empresas de los sectores agroalimentario (incluido el pesquero), textil y calzado y especializadas en materiales de construcción, así como la industria auxiliar relacionada con el desarrollo de los recursos naturales del país.

“Apostamos por la inversión directa extranjera para vencer los desequilibrios financieros”, señaló Gurgel, que dijo que Angola ser una oportunidad para “empresas españolas en situación de concurso por la contracción del crédito en Europa”.

El evento abarrotó los salones del Casino de Madrid. Muchos empresarios angoleños habían venido en busca de socios. “Buscamos la experiencia de los españoles”, afirmó Lourenço Caixeiro, de la empresa de construcción y servicios agrícolas Girassonde. “Queremos socios. Sin colaboración no hay desarrollo”. Por parte española, el interés es creciente. “Estamos trabajando para intensificar nuestras relaciones con Angola porque nuestros socios nos lo piden”, señaló Jesús Banegas, presidente de CEOE Internacional.

Pero las empresas que quieran entrar en el mercado angoleño deben tener en cuenta que la política oficial es que su presencia en el país debe contribuir al desarrollo de Angola. La inversión que el Ejecutivo pretende atraer debe dar ejemplo a las empresas angoleñas: formar empleados en el país, buscar socios locales y respetar el medio ambiente. “En principio, no hay zonas restringidas a la inversión extranjera, salvo el petróleo y los diamantes”, indicó Maria Luisa Abrantes, presidenta de la Agencia Nacional para la Inversión Privada (ANIP), “pero, desde luego, hay incentivos para incorporar socios locales”.

Las inversiones españolas en Angola ascendieron en 2012 a 141 millones de euros

La presidenta de ANIP lamentó las escasas inversiones españolas en Angola, que ascendieron en 2012 a 141 millones de euros. Una presencia muy escasa que puede ser aún menor, dado que Pescanova, uno de los mayores inversores españoles en el país, puede verse obligado a vender o cerrar sus instalaciones de producción de gamba, que en 2010 daban trabajo a 200 personas en el país africano. Otras grandes empresas españolas que, según el Icex, tienen presencia en Angola son Isolux Corsán o Porcelanosa.

Otras empresas, más pequeñas, también estuvieron presentes en el foro. Sergio de Román trabaja en el departamento de Ingeniería de Incatema, una empresa con 11 años de experiencia en Angola. “Para las empresas españolas, entonces, era una oportunidad más, hoy es mucho más necesario”.

Eva Fernández es subdirectora de consultoría de Impulso Industrial, una empresa asturiana que contactó con Angola hace cinco años, a través de una misión comercial. “Estamos trabajando en la recuperación de la bahía de Luanda, un espacio muy degradado que estamos devolviendo a la población”.

Tanto De Román como Fernández coinciden en que Angola es un mercado complicado para entrar. “Como en todos los sitios”, afirma Fernández, “con paciencia y persistencia se consigue”. La burocracia es el principal problema: el país se encuentra en el puesto 172º (de 185) en el índice de Facilidad de Negocio del Banco Mundial.

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