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Miura apunta su cartera al exterior

La firma de capital riesgo logra que la mitad del negocio de sus empresas esté en el extranjero y prepara la creación de otro fondo de inversión para 2014

Lluís Pellicer
Lluis Seguí, socio director de Miura Private Equity.
Lluis Seguí, socio director de Miura Private Equity.M. MINOCRI

La firma de capital riesgo Miura Private Equity ha incorporado recientemente la sociedad especializada en la gestión de carteras Unitas a su portafolio de empresas. Es la undécima adquisición desde que en 2008 se constituyera el Miura Fund I, con 100 millones de euros para invertir en el segmento de las pequeñas y medianas empresas con músculo internacional. Cinco años después, la sociedad que preside Juan Rosell tiene una cartera de empresas españolas con una facturación agregada de 300 millones de euros, la mitad procedente del exterior, y más de 3.000 empleados. El fondo planea hacerse con otras dos empresas y prepara ya la creación de un segundo fondo con una mayor dotación de capital para 2014.

La crisis da algunas ventajas a los compradores de activos. Sobre todo si cuentan con liquidez para hacerse con ellos. Hay más producto y con un precio más atractivo. Una vez levantados los 100 millones de euros en 2008, Miura empezó a explorar el mercado y enseguida compró Atrezzo, una firma dedicada al diseño y comercialización de productos para escaparates e interiores de tienda. No habían pasado ni dos años cuando Miura adquirió Marcelo Vilá, la competidora directa de Atrezzo, para integrarlas dentro del nuevo Noa Visual Group. La operación es el ejemplo de lo que persigue Miura. “Estamos focalizados en el mid market, en empresas con una facturación de entre 25 y 100 millones de euros y con una gran capacidad de consolidarse localmente, expandirse internacionalmente o ambas cosas”, sostiene Lluís Seguí, socio director de la firma y cofundador junto a Juan Leach. Noa Visual Group es hoy la segunda compañía del sector en todo el mundo.

Con esos criterios, Miura ha detectado desde su nacimiento 539 oportunidades de inversión, ha analizado 116 de ellas y ha acabado por formalizar 11 operaciones. Las empresas que finalmente pasan a sus manos deben tener el recorrido y potencial suficientes que permitan una rentabilidad a largo plazo de alrededor del 20%. Pero para conseguirlo, dice Seguí, primero es necesario que tengan un tamaño mínimo. “Necesitamos equipos directivos de primer nivel, y para ello requerimos un tamaño mínimo. Sin ese tamaño no hay una adecuada capacidad económica para atraerlos. Aunque también es necesario por los proyectos que queremos desarrollar, por ejemplo, internacionalizar”, añade.

La sociedad que preside Juan Rosell ha comprado 11 firmas desde 2008

Las adquisiciones de Miura hasta ahora han conformado siete grupos empresariales de tamaño medio: Noa Visual Group, la sociedad de productos de seguridad Proytecsa, la gestora de cobros Gescobro, la firma de servicios de tramitación y gestión documental Grupo BC, la comercializadora y distribuidora de productos frescos Guzmán, el fabricante de contenedores Contenur y el productor de maquinaria GH Group. Todos ellos son sectores dispares y, de hecho, Miura solo desecha de entrada los negocios inmobiliario, financiero y el segmento “más extremo” del sector tecnológico. “Son empresas en las que tiene sentido que haya un cambio accionarial”, afirma Seguí. Lo cual se puede dar por decenas de motivos, desde que la sociedad requiera capital para crecer, por la jubilación de un dueño o por la salida de un socio.

Si bien la consolidación dentro del mercado local es una vía de crecimiento, la principal es la dimensión internacional. “Las compañías medianas deben tener una visión global e internacional de los mercados para su desarrollo. Hasta hace una década podía ser suficiente con ser líder en el mercado local, pero hoy eso ya no es así en muchos sectores”, considera Seguí. Las compañías que están dentro de la cartera de Miura están radicadas en España, pero buena parte del negocio se sitúa en el extranjero. Las ventas nacionales representan la mitad de la facturación; las del resto de la Unión Europea, el 25%; las de Asia, el 7%; las de Latinoamérica, el 6%, y las del resto del mundo, el 7%. Muchas de las empresas están ya internacionalizadas, pero la entrada de la firma de capital riesgo en su accionariado potencia esa faceta. Por ejemplo, en Noa Visual Group el peso del negocio exterior pasó del 48% inicial al 87% de ahora. Proytecsa y Grupo BC no tenían presencia en el extranjero, mientras que hoy facturan el 25% y el 41% fuera de España, respectivamente.

El fondo de capital riesgo exige tamaño medio y cambio de gestor para invertir

Miura Private Equity nació hace cinco años, por lo que todas las compras se han hecho en plena crisis. A pesar de que eso sirve para abaratar el precio de los activos, también tiene sus inconvenientes. Los analistas coinciden en que para un fondo una parte del riesgo lo entraña la incertidumbre en las valoraciones de los activos. “Nuestro negocio tiene un componente contrario. Cuando todo va bien, es el momento para vender a grupos industriales interesados. Y el momento más delicado suele ser bueno para comprar e invertir, porque se puede acceder a compañías interesantes y sólidas con valoraciones más atractivas”, insiste Seguí, que recuerda que Miura ha pasado cinco años “con un perfil más comprador que desinversor”. En todo caso, el directivo opina que las empresas “no se valoran igual que los inmuebles”. “La empresa es un ser vivo, muy difícil de valorar. Lo importante no es el entorno, sino la propia compañía. Las hay sólidas, muy bien gestionadas, con un valor muy alto con independencia del momento, y otras que incluso en buenos momentos, si están mal posicionadas y están mal gestionadas, no se valorarán bien”, agrega.

Seguí confiesa que llega a esta entrevista casi afónico. Acaba de volver de Berlín, donde ha mantenido más de 35 reuniones para explicar la trayectoria de la firma de capital riesgo y de las 11 empresas en las que ha inyectado fondos. Se trata de empezar a abonar el terreno para levantar una cantidad que dice que será superior a los 100 millones de euros de 2008 para el segundo fondo de inversión. En el Miura Fund I hay inversores de todo tipo: institucionales, bancos, family offices, fondos de inversión. El 28% del capital es español; el 67%, de otros países de Europa, y el 5% procede de América. “En 2008 éramos un proyecto que debía arrancar y por ello se basaba en la experiencia y la visión que podíamos aportar los fundadores. En 2013 hay además una trayectoria de la firma”, tercia Seguí. Sus responsables son optimistas: a pesar del temporal, hoy tienen una historia que contar.

El lastre de la marca España

El sector del capital riesgo arrastra hoy dos lastres. Los primeros desequilibrios se derivan de su actividad durante la época de bonanza, en especial en el periodo comprendido entre 2003 y 2006. Las firmas que compraron en esa época, recuerda Lluís Seguí, realizaron inversiones en “un momento de excesivas valoraciones y un excesivo apalancamiento financiero”. “Ello complica la rentabilidad”, señala. El segundo obstáculo lo impone el contexto y la percepción que se tiene de la economía española en el exterior. Es decir, la marca España.

“La visión que el mundo tiene de España nos afecta bastante. En Berlín me decían que nuestro proyecto les parece muy bueno, muy sólido, con buenas compañías. Pero preguntan: ¿qué pasará con España?”, asegura. Las dificultades para enderezar las cuentas públicas, el paro, la reforma financiera… Todo ello ha influido. “El inversor internacional mira a España con cautela, aunque en los últimos meses sí notamos un aumento del nivel de confianza”, afirma. Seguí dice que España vuelve a ser competitiva y eficiente en el sector industrial, y que prueba de ello es que un sector con pocos márgenes como el del automóvil “reafirma” su posición. “La conclusión es que hay mucha cautela, pero España ya no es tabú como hace un año”.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Economía de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera. Ha sido corresponsal en Bruselas entre 2018 y 2021 y redactor de Economía en Barcelona, donde cubrió la crisis inmobiliaria de 2008. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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