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La eurozona irá al G-20 sin una posición común sobre el euro

El Eurogrupo ignora la petición de París de pactar medidas para paliar los efectos de una posible guerra de divisas

Claudi Pérez
Luis de Guindos escucha a la directora gerente de FMI, Christine Lagarde, ayer en Bruselas
Luis de Guindos escucha a la directora gerente de FMI, Christine Lagarde, ayer en BruselasFRANCOIS LENOIR (REUTERS)

Todas las crisis tienden a compararse con la Gran Depresión de los años treinta. A la Gran Recesión actual, que es quizá la que más se le parece, solo le falta una guerra de divisas (o la tentación de una nueva era proteccionista) para volver a tirar del hilo del rutilante regreso de la historia.

A pesar de que el euro está, poco más o menos, en torno a su valor medio desde que se creó, Francia dio la voz de alarma la semana pasada sobre la amenaza que supone para Europa la apreciación de su moneda ante el manejo generalizado de los tipos de cambio en países avanzados (Japón, Suiza, EE UU y Reino Unido) y emergentes (China, Rusia, Brasil y compañía). La guerra de divisas no acaba de llegar, pero París pretendía ayer que el Eurogrupo pactara una posición común sobre la subida del euro, que encarece las exportaciones europeas y de esa manera ciega una de las posibles vías de salida de la crisis: los Diecisiete ignoraron olímpicamente los deseos del ministro francés de Finanzas, Pierre Moscovici. La eurozona no llevará un enfoque pactado al G-20 de esta semana, en lo que supone el enésimo ejemplo de la dificultad que entraña buscar líneas de consenso en un club tan heterogéneo como el del euro.

Moscovici alerta sobre las “prácticas más agresivas” de otros países

La cuestión de los tipos de cambio se abordó en la reunión de ministros de Economía, “aunque no por demasiado tiempo ni con detalle”, dijo en rueda de prensa el nuevo presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem. “Si hay que discutir en algún sitio, el foro adecuado es el G-20”, dijo Dijsselbloem, que insistió en abstenerse de realizar ningún comentario sobre los tipos de cambio en la mejor tradición de su país o de Alemania, donde el manejo de la cotización de las divisas es prácticamente un anatema.

Francia sostiene lo contrario. Moscovici denunció que el euro “se ha apreciado mucho en estos últimos meses por razones, que, en primer lugar, son positivas —la confianza vuelve a la eurozona—, pero también con factores que tienen que ver con prácticas más agresivas de algunos de nuestros socios”. París sostiene que los tipos de cambio deben “reflejar los fundamentos de las economías y no estar sujetos al humor de los mercados y a la especulación”. Y en estos momentos puede que, efectivamente, el euro esté artificialmente apreciado: los japoneses están monetizando deuda a toda velocidad y los bancos centrales de Estados Unidos y Reino Unido han sido mucho más activos que el BCE. Y las compras de divisas están a la orden del día en Suiza, Brasil o Rusia, en una segunda oleada de intervención en los mercados después de las que hubo en las primeras fases de la crisis.

Alemania se resiste a involucrarse en el manejo de las cotizaciones

Francia no está en solitario en esa batalla, pero su posición no es ni mucho menos mayoritaria: no cuenta con el respaldo de Alemania. Pese a las desventajas de un euro fuerte para la exportación, los ministros de Austria y Luxemburgo, por ejemplo, descartaron que sean partidarios de un movimiento a la francesa —François Hollande ha hablado de la posibilidad de modificar la regulación relativa al sistema monetario internacional— para influir en la cotización

El presidente del BCE, Mario Draghi, hizo una referencia a la apreciación del euro en la última reunión del Eurobanco, en la que básicamente se limitó a decir verdades de perogrullo: que en su mandato no hay un objetivo explícito para la divisa, que el tipo de cambio efectivo está alrededor de su promedio histórico y que es el mercado quien determina la cotización. “La apreciación es una señal de confianza en el euro”, destacó. El BCE sigue apostando por un manejo de la política monetaria (que incide indirectamente en la divisa) mucho menos agresivo que el de la Reserva Federal estadounidense o el del Banco de Inglaterra. Draghi, sin embargo, hizo una alusión a que eso podría cambiar si la fortaleza del euro acaba afectando a la inflación: “Hay que ver si la actual apreciación se mantiene y si eso altera la estabilidad de precios”. Los mercados interpretaron que el BCE estaba avisando de un viraje en la política monetaria y el euro bajó. Fue un espejismo: nadie espera un brusco cambio de dirección —el Bundesbank ya lanzó ayer su tradicional soflama al respecto—, ni tipos de interés más próximos al 0% ni más agresividad a la manera de EE UU. Al menos por ahora.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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