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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

No disparen al pianista, hace lo que puede

La situación actual está llevando a algunas comunidades autónomas a la irreflexión. Balas sin control que pueden acabar afectando al menos indicado y al que hace lo que puede (o lo que le dejan) por contribuir a dinamizar la economía en un momento de crisis. Este es el caso del sector de las bebidas refrescantes. Señores: ¡No disparen al pianista!

Pongámonos en situación. A finales del siglo XIX, en los nuevos asentamientos de EE UU, la ley era cuando menos poco clara, y las disputas se resolvían a tiro limpio. Con el trasfondo de bailarinas y pianistas, los salones del lejano oeste se convirtieron en un punto donde coincidían vaqueros, buscadores de oro, soldados, comerciantes, contrabandistas… También el lugar perfecto para resolver las disputas. Y en muchos de estos altercados, las balas perdidas (o intencionadas) acababan cerca del piano. Así se popularizaron los carteles de No disparen al pianista, hace lo que puede. Porque, si ya es difícil mantener la actividad y animar a la población en tiempos convulsos, más aún cuando les ponen las cosas difíciles. Un trabajo peligroso el de pianista en aquella época, sin duda. Como peligrosas son las propuestas de algunas Administraciones autonómicas, que buscan recaudar con excusas que no se sostienen, basadas en el medioambiente o la salud. Lo estamos viendo en Baleares y Cataluña.

Está claro que vivimos una situación complicada, marcada por el desempleo y un elevado déficit público. Por eso es aún más necesario buscar la serenidad y el equilibrio, y huir de decisiones precipitadas con consecuencias irreversibles. Es fundamental adoptar medidas que dinamicen la economía de forma sostenible.

En la actualidad, sobrevivir empresarialmente, como le pasaba al pianista en los salones del lejano oeste, no es fácil. Y algunos sectores, como el de las bebidas refrescantes, somos buena prueba de ello, ya que a pesar de los tiempos que corren seguimos contribuyendo significativamente a la economía española. La producción y comercialización de refrescos en España genera 63.000 empleos y aporta 12.000 millones de euros al año a la economía española. Como industria compradora de referencia de materias primas, cítricos, azúcar, materiales de envasados, sistemas de producción, transporte de mercancías, etcétera, tiene un significativo efecto arrastre en otros sectores.

Hay Administraciones autonómicas que buscan recaudar con excusas que no se sostienen, como Baleares y Cataluña

Salir de la crisis va unido a la activación del consumo. Apostamos por la innovación, el lanzamiento de nuevos productos, la formación de los profesionales, la inversión en tecnología, en publicidad y patrocinios, que es lo que hacemos desde el sector de las bebidas refrescantes, y lo que nos ha permitido mantener la actividad en una situación tan complicada.

Los refrescos pueden contribuir a activar el consumo, en estrecha relación con los sectores de hostelería y turismo, claves también en la recuperación económica. La práctica totalidad de los españoles, en uno u otro momento, consumen un refresco. Actualmente se comercializan más de 2.000 referencias y 500 sabores en el mercado español. Hay un refresco para todas las ocasiones, gustos y necesidades: con azúcar o light (sin calorías), con o sin cafeína, con o sin gas, de distintos sabores como cola, naranja, limón, tónica, gaseosas, bebidas de té, bebidas para deportistas y un largo etcétera.

Además, el consumo de bebidas refrescantes facilita la hidratación y forma parte de la cultura de las relaciones sociales y del ocio. La materia prima básica de un refresco es el agua, a la que se añaden distintos ingredientes que dan lugar a diversidad de productos y sabores. Por eso, también se beben por el puro placer de disfrutar de un buen sabor, frecuentemente en los establecimientos de hostelería, como un acto eminentemente social.

Estos días, las amenazas de nuevos impuestos en algunas comunidades autónomas pueden provocar un terremoto económico y social, cuyo alcance está por ver. Sería conveniente que la Administración central tome cartas frente a medidas discriminatorias y arbitrarias que vulneran los principios tributarios consagrados en la Constitución.

En Baleares, el Gobierno autonómico se ha inventado nuevos impuestos a supermercados, empresas de alquiler de coches o envases de plástico de determinados productos, bajo la excusa de protección al medioambiente.

En España ya existen los Sistemas Integrados de Gestión (SIG), el llamado Punto Verde, que financian las propias empresas y que ha demostrado ser sumamente efectivo en sus más de 15 años de existencia. En consecuencia, un impuesto como el de Baleares supondría una doble tributación, por no hablar del desconcierto para las empresas nacionales o internacionales que operen allí. Y, en definitiva, los afectados acabarán siendo los consumidores, que se verán afectados por el sobrecoste que suponen estos impuestos. ¿Es esta una forma de incentivar el consumo?

En Cataluña, en plena negociación para formar Gobierno, asistimos con el mismo estupor a la propuesta de nuevos impuestos, entre ellos a las bebidas azucaradas. Ante la urgencia presupuestaria, otro ejemplo recaudatorio camuflado de objetivo social.

Conviene recordar que la máxima de la alimentación es que “no existen alimentos buenos ni malos, sino dietas equilibradas”. La educación y la promoción de la actividad física son los pilares básicos de un estilo de vida saludable.

La industria de bebidas refrescantes, como sector con un importante peso social y económico, colabora con instituciones de la salud (entre ellas, el Ministerio de Sanidad) y de la educación con ese fin.

Los refrescos pueden contribuir a activar el consumo, en estrecha relación con los sectores

Demonizar determinados alimentos y bebidas no es la solución. Por ese mismo criterio arbitrario se podrían gravar a los fabricantes y vendedores de televisiones o de videojuegos por su contribución al ocio sedentario o a los urbanistas por no dejar espacios para el paseo o el deporte. ¿Sería justo? Obviamente, tan arbitrario sería lo uno como lo otro, y en poco contribuye a promover hábitos saludables.

Además, se ha demostrado que estas medidas no funcionan y tenemos ejemplos recientes. En Dinamarca y en Italia, por ejemplo, han tendido que renunciar a ello por el escaso impacto que tienen en la salud y su efecto negativo en la economía, al reducirse la producción y perderse puestos de trabajo.

En el caso concreto de los refrescos, conviene recordar que solo representan el 1% de las calorías diarias que ingieren los españoles. Además, existe una gran variedad para que cada persona elija el que más le conviene en cada momento, de los cuales el 30% son light, sin calorías. Mientras que los refrescos reducen su aporte en calorías, los índices de obesidad crecen. ¡Será por otras causas!

Está claro que estamos ante medidas meramente recaudatorias. Van a afectar a sectores que a pesar de la crisis intentan mantenerse, pagan impuestos y se implican en el avance de la sociedad. Esto tendrá efectos devastadores tanto en la actividad como en el consumo. Y, volviendo al principio, “¿qué culpa tiene el pianista, que hace lo que puede?”. Es hora de evitar nuevas torpezas y que se imponga la coherencia en materia impositiva. Activar la economía pasa por permitir a las empresas ser competitivas y contribuir a reactivar el consumo.

La industria de las bebidas refrescantes, compuesta por grandes, medianas y pequeñas empresas, tiene un importante peso en la economía y en la sociedad. Y este seguirá siendo nuestro compromiso. Para ello, se tienen que dar las condiciones que permitan seguir trabajando pensando en las demandas y necesidades del consumidor. El objetivo es seguir invirtiendo e innovando para ampliar la oferta de productos de máxima calidad y con valor añadido. Confiamos en poder hacerlo.

Josep Puxeu es director general de la Asociación de Bebidas Refrescantes (ANFABRA)

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