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PERFIL

Recetas canadienses para la libra

Mark Carney será el primer extranjero que dirija el Banco de Inglaterra

El gobernador del Banco de Canadá, Mark Carney
El gobernador del Banco de Canadá, Mark Carney chris wattie (reuters)

El anuncio de que el actual gobernador del Banco de Canadá, Mark Carney, estará desde julio próximo al frente del Banco de Inglaterra ha provocado un aluvión de opiniones sobre el significado de un cambio tan espectacular. Los británicos parecen verle como un mesías que va a traer a la vieja metrópoli la estabilidad de la que ha gozado en esta crisis financiera la que fuera colonia británica. Pero no han faltado consejos al recién llegado: desde que viaje por todo el país para que sus decisiones no se queden atrapadas en la influencia de la burbuja de la City de Londres hasta que no lea la prensa y no se fíe del Tesoro porque, cuando vengan los malos tiempos, los que ahora le encumbran serán los primeros en arrastrarle por el barro.

El gobernador del Banco de Canadá aceptó el cargo tras una subida de sueldo

En todo caso, la elección de Carney supone un hito para el Banco de Inglaterra, una institución tres veces centenaria. Tan vieja ya, que a veces parece apolillada. Será la primera vez que la dirija un extranjero, aunque ha habido ya estadounidenses en el Comité de Política Monetaria, y Carney, que después de graduarse en Harvard completó sus estudios en Oxford y conoció ahí a su mujer inglesa, Diana, piensa adoptar la doble nacionalidad.

El fichaje de Mark Carney ha sido interpretado como la cúspide del imperio de la meritocracia en Gran Bretaña. En gran medida lo es, aunque su nombramiento es en realidad una designación a dedo, algo que, por una vez, parece compatible con el perfil de candidato ideal. Meses atrás, el canadiense no estaba en principio interesado en el empleo por varias razones: poco dinero, demasiado tiempo (el mandato oficial es de ocho años), su mujer inglesa no tenía especial interés en volver a la madre patria, la adaptación de las niñas a una urbe como Londres viniendo de la bucólica Ottawa… Cuando el Financial Times publicó en abril que era el candidato favorito del canciller del Exchequer (ministro del Tesoro), George Osborne, él desmintió cualquier posibilidad de mudarse de banco central. Y reiteró la negativa semanas atrás. Por eso sorprendió tanto el anuncio de su llegada.

Más sueldo y menos mandato

¿Mintió al negar su nombramiento? Unos dicen que sí, pero que se trató de una mentira piadosa, dada la hipersensibilidad del mundo de las finanzas y sus responsabilidades como gobernador del Banco de Canadá. Otros creen que no llegó a mentir, ya que Osborne en realidad no le convenció hasta el último momento, mucho después de que el 7 de octubre acabara oficialmente el plazo de presentación de candidaturas. El responsable del Tesoro logró el “sí quiero” de Carney recortando el mandato de ocho años a cinco, poniéndole casa en Londres y aumentándole sustancialmente el sueldo: frente a las 305.000 libras anuales del gobernador saliente (378.400 euros aproximadamente), Mervyn King, Carney pasará a ganar 480.000 (595.500 euros), además de un 30% adicional como contribución a su fondo de pensiones.

Estudió en Oxford, trabajó para Goldman Sachs y su mujer es inglesa

El nuevo gobernador empezará su mandato el próximo 1 de julio, que casualmente es el Día de Canadá. Mark Carney llegará no solo con el bagaje de una educación impecable, sino con 13 años de experiencia en la banca privada con Goldman Sachs en Londres, Tokio, Nueva York y Toronto; su conocimiento de los mecanismos de un banco central como gobernador del de Canadá desde 2008 (y, antes, subgobernador entre 3003 y 2004) y las fianzas públicas en su etapa en el Departamento de Finanzas canadiense (de 2004 a 2007); amén de su cargo simultáneo de presidente del Consejo de Estabilidad Financiera, con sede en Basilea, desde que en noviembre de 2011 Mario Draghi ocupó la presidencia del Banco Central Europeo. Un cargo que quiere mantener.

La gestión en Canadá, su aval

Carney llega con la aureola de haber pilotado por aguas tranquilas la política monetaria canadiense durante la crisis financiera (aunque no falta quien subraya que el mérito no es solo suyo) y el prestigio de haberse adelantado a esa crisis, al ser el primer banquero central que anunció un largo periodo de tipos bajos y el primero en cambiar de dirección y empezar a subirlos. Como prueba de su fuerte personalidad, más cercana a la de un político que a la de un banquero, se cita su enfrentamiento el año pasado en Washington con el patrón de JP Morgan, Jamie Dimon, que se resistía a las nuevas regulaciones bancarias.

Es de los que creen que los bonus han de estar vinculados al rendimiento a largo plazo; que la comunicación es una herramienta esencial, sobre todo en tiempos de crisis; que la banca ha de acumular suficiente capital pero sin cargar con más del necesario; que las compañías occidentales han de aprovechar la creciente demanda de los mercados emergentes o, como declaró hace unas semanas, que “tenemos que afrontar de una vez por todas la injusticia de un sistema que privatiza los beneficios y socializa las pérdidas; al devolver el capitalismo a los capitalistas, aumentará la disciplina en el sistema y, al mismo tiempo, se reducirán los riesgos sistémicos”. Un poco tarde para Reino Unido, donde dos de sus grandes bancos están bajo control de capital público desde la crisis.

Medios y analistas coinciden en destacar que venir de fuera le dará mayor perspectiva para reformar el funcionamiento del Banco de Inglaterra. Su tarea más delicada será, de entrada, poner en marcha el poderoso Comité de Política Financiera (FPC), el organismo que recuperará para el banco emisor las competencias de control de la banca que los laboristas desgajaron en su día al crear la Autoridad de Servicios Financieros.

Hay división de opiniones, sin embargo, sobre si la llegada de Mark Carney es un símbolo de mayor independencia frente al Gobierno, o el hecho de que haya acabado siendo un fichaje de George Osborne, es más bien un aviso al Banco de Inglaterra de que, a la hora de la verdad, el Tesoro es el que manda.

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