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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El trampantojo

Los datos empíricos sobre la reforma laboral no dan la razón al ministro de Economía, Luis de Guindos

Joaquín Estefanía

Ángel Gurría, el secretario general de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), plantea para España una nueva reforma laboral con dos patas: un contrato único y más abaratamiento del despido. Su objetivo sería “abrir el apetito de las empresas” para que contraten a más asalariados.

No parece que sea esa la experiencia en España. Desde principios de los años ochenta, cuando se aprobó el Estatuto de los Trabajadores, los diferentes Gobiernos (de centro, de izquierdas y de derechas) han puesto en marcha 53 reformas laborales, todas ellas en la dirección teórica de flexibilizar el mercado de trabajo e intentar reducir su dualidad, probablemente la más alta entre los países de nuestro entorno. Los resultados no han sido buenos: en cuanto vienen mal dadas, el desempleo vuelve a crecer y se tarda mucho en volver a tasas de un solo dígito. Probablemente hay que introducir en el análisis otros elementos más importantes que la legislación laboral, como la estructura productiva o la calidad del empresariado.

Bastantes meses después de aprobada la última reforma laboral —por ahora, dadas las palabras de Gurría— por el Ejecutivo de Rajoy, cuyas principales medidas (el abaratamiento del despido, la devaluación salarial...) no solo no estaban contempladas en el programa electoral, sino que fueron negadas y requetenegadas por los principales líderes del PP (incluido Rajoy) en la campaña, su balance es desastroso. Y no solo porque el paro haya crecido casi en 800.000 personas en el último año, sino también por los datos que ofrece el Banco de España en su último informe trimestral de la Central de Balances, que incluye una muestra de las empresas no financieras de este país.

Según la Central de Balances, mientras durante 2011 (último año de la legislatura socialista) los gastos de personal de las empresas aumentaron ligeramente (un 0,3%), en los tres primeros trimestres de 2012 se han reducido un 2,4%, por dos motivos: la disminución del empleo, que se ha agudizado mucho, y el avance de las remuneraciones medias, que se ha moderado. La contracción de las plantillas medias ha sido del doble en los tres primeros trimestres de este año que durante todo el anterior. El 56,6% (casi seis puntos porcentuales más que en el mismo periodo de 2011) de las empresas han tenido caídas del número medio de trabajadores, y el ajuste ha afectado profundamente al empleo de carácter temporal, que disminuyó un 4,3% antes de la reforma y un 14,9% después de la misma.

Por tanto, los datos empíricos no dan la razón al ministro de Economía, Luis de Guindos, que, en la comparecencia conjunta que hizo con Ángel Gurría, dijo que la reforma laboral quería minimizar los ajustes en el trabajo temporal y que cuando una empresa tuviese que reducir su capacidad productiva lo hiciese vía salario y no vía empleo. Hasta ahora, desde luego, no ha sido así.

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