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Tormenta sobre el oasis polaco

Polonia, que esquivó la recesión, se ve ahora amenazada por la crisis y el descontento

Luis Doncel
Protesta en Varsovia el pasado 29 de septiembre bajo el lema "Despierta Polonia"
Protesta en Varsovia el pasado 29 de septiembre bajo el lema "Despierta Polonia"Rafal Guz (Efe)

Son las nueve de la noche. Como cada día a esta hora, decenas de personas se concentran frente al palacio presidencial de Varsovia para rezar y pedir al jefe del Estado polaco que aclare el accidente de avión que en abril de 2010 mató a su antecesor, el ultraconservador Lech Kaczynski. Mientras el resto del grupo escucha la misa a través de la emisora Radio Maria, Dorotha, desempleada de mediana edad que en media hora de conversación no deja de levantar con las dos manos un crucifijo del que cuelga un rosario, explica por qué va allí cada día. “Solo queremos que Polonia siga siendo Polonia”, asegura. Los rezos y las consignas de los congregados despiertan el recelo de varios viandantes. Algunos incluso insultan a los allí reunidos, con empujones y amenazas incluidos.

Esta escena resume dos fenómenos de la sociedad polaca: la distancia cada vez mayor entre los conservadores-católicos y los sectores más europeístas. También refleja el creciente descontento de una parte de la población, aquellos que sienten que no se han beneficiado de los años de bonanza y que temen que ahora que la economía da síntomas de agotamiento vayan a ser de nuevo los que paguen los platos rotos.

Las calles de Varsovia se llenaron hace dos semanas de decenas de miles de personas en las manifestaciones más numerosas que se recuerdan en los últimos años. Protestaban por la retirada de licencias a cadenas católicas y para exigir explicaciones sobre la muerte de Kaczynski, que consideran un complot. “Pero estos motivos son solo pretextos. La manifestación muestra la preocupación por su futuro de amplios sectores, como pensionistas, desempleados o habitantes de las zonas rurales”, afirma Krzysztof Blusz, vicepresidente del think-tank demosEuropa. “La oposición tradicionalista, encabezada por el partido Ley y Justicia y apoyada por el sindicato Solidaridad, siente que el viento sopla a su favor”, aseguran fuentes diplomáticas.

Tras el optimismo generado en un país que se sintió el centro de atención este verano durante la Eurocopa y orgulloso de haber sido el único de la UE en apañárselas para escapar de la recesión en 2009, Polonia siente que las buenas noticias se han agotado y que no tienen por delante ningún proyecto que ilusione a sus ciudadanos.

Será difícil persuadir a los polacos de entrar en el euro a medio plazo 

Visto desde España, parece increíble que una economía que espera crecer este año y el siguiente en torno al 2%, y que tiene una tasa de paro cercana al 10% se sienta deprimida, pero el ambiente que se respira en Varsovia es que los años de las alegrías han llegado a su fin. “Para una economía como la nuestra, crecer un 2% es una semirrecesión. Desde los años noventa no hemos vivido una y la gente aquí no está acostumbrada”, explica Wawrzyniec Smoczynski, de la revista de centro-izquierda Polityka

“El Gobierno se creyó que estaba a salvo de la crisis de Europa, pero todo cambió el año pasado. De repente, nos hemos despertado a la realidad”, afirma el profesor de Ciencias Políticas Aleksander Smolar desde su despacho de la Fundación Batory, en el barrio que se convirtió en el gueto judío más grande de Europa durante la Segunda Guerra Mundial.

Cada vez hay mayor distancia entre los conservadores-católicos y los sectores más europeístas

Cuando el liberal-conservador Donald Tusk ganó las elecciones el año pasado —convirtiéndose en el primer jefe de Gobierno polaco reelegido desde la instauración de la democracia—, su discurso dio un giro de 180 grados. Si hasta entonces él y su partido, la Plataforma Cívica, habían insistido en señalar la diferencia polaca, que hacía de este país una isla en medio de una Europa en crisis, a partir de la victoria de octubre de 2011 comenzó a hablar de la necesidad de emprender dolorosas reformas. “Su error fue no impulsar estas medidas durante los años boyantes”, asegura Smolar. Una de esas reformas postergadas es la aprobada recientemente para retrasar de forma progresiva la edad de jubilación hasta los 67 años, que hasta ahora estaba en 65 para los hombres y en 60 para las mujeres. Otros retos pendientes son el saneamiento de las cuentas públicas —el Gobierno se ha propuesto reducir el déficit del 5,1% del año pasado al 3,1% para este— o grandes retos como la modernización de la enseñanza y la sanidad.

Las cifras conocidas en los últimos meses acompañan el pesimismo. El año pasado, la economía registró un crecimiento robusto, superior al 4%. Los principales motivos fueron la potencia inversora, la demanda interna y el mercado exterior, que se vio beneficiado por la depreciación de su moneda, el zloty, a finales de 2011. Pero los dos primeros trimestres de este año solo han dado malas noticias. La inversión se ha desplomado y la demanda interna también comienza a caer. La crisis europea llama también a las puertas de Polonia, por culpa del deterioro del comercio exterior.

Los polacos se han beneficiado al mismo tiempo de no pertenecer al euro y de las ayudas llegadas de Bruselas en forma de los fondos de cohesión. Pese a su europeísmo, será difícil convencerles a medio plazo de la conveniencia de entrar en una unión monetaria que amenaza con venirse abajo.

Cuando los ciudadanos oyen hablar de los recortes en el sur de Europa, muchos de ellos recuerdan las durísimas reformas que tuvieron que aceptar en los años noventa, tras la caída del comunismo, cuando los precios aumentaron más del 80% y los salarios cayeron en torno al 20%. “La diferencia es que entonces la mayoría entendió que era un sacrificio necesario para asentar las bases de la actual prosperidad”, asegura Krzysztof Blusz.

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Sobre la firma

Luis Doncel
Es jefe de sección de Internacional. Antes fue jefe de sección de Economía y corresponsal en Berlín y Bruselas. Desde 2007 ha cubierto la crisis inmobiliaria y del euro, el rescate a España y los efectos en Alemania de la crisis migratoria de 2015, además de eventos internacionales como tres elecciones alemanas o reuniones del FMI y el BCE.

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