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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Quién asumirá la catástrofe?

Joaquín Estefanía

Más allá de la coyuntura inmediata, se está desarrollando entre el Gobierno y la oposición socialista un duelo de relatos sobre la crisis, que se ha manifestado tanto en las dos entrevistas de TVE a Rajoy y Rubalcaba como en las semanales sesiones de control en el Parlamento. Se trata de identificar al oponente, en el seno de la opinión pública, como el responsable mayor de la catástrofe económica que sufre este país desde hace casi un lustro y que hace unos días Cáritas definía con esta frase tan letal: “Una sociedad más pobre, más desigual y más injusta”.

Mientras el PP acusa a los socialistas de la espantosa herencia recibida, estos afirman que casi un año después de llegar la derecha al Gobierno, todo, lo tangible (el paro, la prima de riesgo, la renta disponible,…) y lo intangible (la confianza, la credibilidad,…) ha ido a mucho peor. Llueven piedras y se deshacen como azucarillos algunas creencias que han formado parte del acerbo cultural de los ciudadanos en los continuos barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas: ni la izquierda ha distribuido mejor (lo hizo en la era de Felipe González, pero no en la de Zapatero, en la que aumentaron las desigualdades y hubo una distribución más regresiva de la renta y la riqueza), ni la derecha es mejor gestora de la economía (como se manifiesta en los continuos datos macroeconómicos, en los desequilibrios y en los sistemáticos errores de percepción de la realidad).

La élite política es juzgada continuamente; la económica permanece en la oscuridad

¿Y cuál es la catástrofe? Sigamos con el VII Informe del Observatorio de la Realidad Social de Cáritas, que se centra en los efectos permanentes de la crisis. Además del continuo aumento de las personas a las que han de atender (con un incremento de las que pertenecen a las antiguas clases medias), la organización no gubernamental desarrolla el proceso sostenido de destrucción de empleo que reduce de manera drástica los ingresos en numerosos hogares, y la consolidación de la reducción y el agotamiento de las ayudas de protección social. Cáritas subraya la acumulación de desventajas en más de una cuarta parte de la población española, que conlleva el riesgo de dualización propio de los países emergentes. Para llegar a una observación inquietante en caso de una salida regresiva de la crisis. “Si cuando hubo crecimiento económico (1994-2007) no se redujo la pobreza ni se consolidó la protección social, ni aumentó la proporción de inversión en gasto social en relación al PIB, es difícil creer que salir de la crisis desde la óptica del crecimiento económico tendrá consecuencias relevantes en la reducción de la desigualdad y la pobreza”.

Las diferencias en ese duelo de relatos entre el PP y el PSOE son explícitas: mientras Rajoy duda sobre acudir al rescate, Rubalcaba presume de que ellos lo evitaron. Cuando los populares lo fían todo al cumplimiento de los objetivos de déficit como palanca para dejar de ser el rompeolas europeo de los mercados, los socialistas tienen otra versión del mismo: si hay que aumentar el déficit para reducir el paro o pagar el seguro de desempleo, lo haríamos. Si el líder del PP subraya que no se puede gastar lo que no se tiene, Rubalcaba le contesta que para eso se inventó el crédito: no es correcto decir que uno no paga lo que no tiene sino que uno no paga lo que no puede pagar.

¿Cómo ha ocurrido para que lo que empezó siendo una crisis financiera y sigue siéndolo en la principal de sus derivadas haya trasladado sus principales responsabilidades al territorio de las élites políticas? Mientras estas son juzgadas en la opinión pública y los movimientos sociales tratan de manifestarse delante del Congreso de los Diputados, las económicas permanecen en silencio escogiendo quién las representa mejor. Pero primero fueron los golfos apandadores y los fallos de mercado y solo después los fallos de regulación. No se sabe cómo pero el orden de prioridades ha sido sustituido. Quizá no han funcionado los poderes compensatorios de los que hablaba Galbraith y la idea de que el sistema político no funciona bien tiene mayor fuerza que la de que el sistema económico es injusto. Antes de la crisis se suponía que el sector financiero prestaba servicio al resto de la economía, no al revés.

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