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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Hay un último salvavidas

Mientras espera a la UE, España podría emitir "deuda de emergencia" al mercado minorista

Xavier Vidal-Folch

España es el (casi) náufrago. Quien puede salvarlo comprando su deuda a mansalva, el Banco Central Europeo (BCE), no quiere. Quien querría, el fondo de rescate, aún no puede. La tempestad (el mercado de deuda) arrecia y la prima de riesgo se dispara. De modo que el náufrago bracea, se desespera, grita: se juega la vida, evitar el segundo rescate formal-y-completo, quizá algo peor.

Grita incluso contra su presunto salvador: ora el ministro García Margallo tilda al BCE de "banco clandestino", ora el ministro Montoro Romero denuncia que Fráncfort vino a "disfrazar y disimular" la prima de riesgo, en era socialista, comprando bonos españoles: ¡zahiere justo la conducta que pretende se reanude!

¿Actitud suicida? ¿O cálculo de que el catastrofismo trocará el drama español en tragedia de la eurozona y esta deberá echar un salvavidas a España? Ante la turbación, calma. Y análisis. Para no comprar deuda española, el BCE alega que "nuestro mandato no es resolver los problemas financieros de los Estados" (Mario Draghi, en EL PAÍS del domingo) y salva su conciencia porque "avisó al país en varias ocasiones" de sus desequilibrios. La frágil parcialidad de estos argumentos revela que sus verdaderas razones acampan en otro lado: en que su balance está saturado de bonos periféricos, cuyas minusvalías llevan implícitas enormes pérdidas potenciales.

Este salvavidas podría reorientar la contrarreforma fiscal

Y, sobre todo, en que tras tantas compras de bonos en 2011, molestas para los ortodoxos; y tras las heterodoxas barras de liquidez a la banca (diciembre y febrero), por un billón de euros, Fráncfort ya se siente liberado de deberes adicionales. Más aún cuando la cumbre de la UE acaba de otorgar (29 de junio) al fondo de rescate la facultad de comprar bonos de países sufrientes, en todos los mercados.

Así, el BCE considera que la solución a la enloquecida deuda española le corresponde al fondo de rescate. Pero ni el actual (la facilidad) ni el futuro (el mecanismo) están aún preparados para asumirla, por calendario político y técnico.

El grito del náufrago languidece pues ante la sordera voluntaria u obligada de sus destinatarios. ¿Qué hacer? Mientras reclama a los socios -y ojalá que de forma menos freaky-, España puede ayudarse a sí misma echándose un salvavidas propio. ¿Cómo? El objetivo sería encapsular durante un año y medio (2012 y 2013) el drama de la deuda, para poder dedicar los esfuerzos a la recuperación de la competitividad, las exportaciones, el cambio productivo y el crecimiento.

Para ello, y a la espera de Bruselas / Fráncfort / Luxemburgo, podría emitir "bonos de emergencia" destinados al mercado doméstico minorista. Seguiría en esto la senda de Japón (y en menor medida, de Italia), que financia su deuda sobre todo con ahorro interno, la aísla de turbulencias externas y le da más estabilidad.

Una referencia son los bonos de la Generalitat -criticados por "patrióticos"-, que totalizaron desde 2010 y en cuatro emisiones 12.740 millones de euros, a tipos de interés inferiores al 5%. Relacionando el tamaño español al catalán -cinco o seis veces, por PIB o por población- se alcanzarían cerca de 72.000 millones: sin ruido, que en Catalunya no lo hubo. Con despliegue mediático, del Rey a los grandes deportistas, artistas, políticos, empresarios y sindicalistas a guisa de voluntarios , igual podrían lograrse 120.000 millones, más o menos los vencimientos del Tesoro para 2012 y 2013. No llegan a los 300.000 que calcula Berlín, pero estos incluyen 2014 y la deuda de otras Administraciones y organismos.

Aunque se cubriera solo parte de lo necesario, se compraría tiempo y se lanzaría un mensaje de confianza: lo intentó en noviembre, con más modestia, la Asociación Bancaria Italiana, al promover la venta de bonos públicos en unas jornadas sin comisiones para "mejorar la expectativa" de los mercados sobre el país.

Más aún: este salvavidas podría reorientar la contrarreforma fiscal: cambiar la funesta amnistía fiscal a cambio de cero por compra de bonos liberatorios; instaurar nuevas figuras (fortunas, ITF o tasa Tobin) para financiarlos... El gran obstáculo -aparte del modesto ahorro familiar- es que exigiría una potente movida económica, y esta, una conjura social. Y esta, una concertación política.

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