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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El dividendo digital encalla en la TDT

La gestión del apagón analógico televisivo no ha sido buena

En 2008, unos pocos nos atrevimos a discrepar abiertamente sobre la planificación diseñada por el Gobierno para la consecución del apagón analógico televisivo fechado en abril de 2010. Argumentamos que, tal y como estaba diseñado, no se tenían en cuenta todos los cambios que implicaba el primer dividendo digital —primera liberación del espectro para dar respuesta a las necesidades de los servicios de movilidad—, informábamos de que estudios solicitados por la Unión Europea ya vislumbraban la necesidad de un segundo dividendo digital —más liberación del espectro—, nos negábamos a admitir que la TDT fuera la única tecnología para realizar la digitalización de la televisión en detrimento de otras tecnologías más eficientes —satélite, cable, ADSL—, sobre todo en las zonas denominadas de “extensión de cobertura”, es decir, aquellas que quedan fuera de las obligaciones de los radiodifusores, y nos atrevíamos a ponderar las alocadas inversiones que se estaban realizando en la red terrestre y que habría que incrementar una vez pasado el apagón analógico.

Una digitalización —habría convenido llamarla TDT-lización— que se extendió sin considerar otras propuestas, beneficiando con dinero público a una única tecnología dentro una política que, según nos contaron, tenía por objeto convertir a España en el primer país europeo en completar esta transición.

¿Qué argumentaron los impulsores de estos planes? En primer lugar, que la TDT era la tecnología elegida porque no implicaba inversiones en las instalaciones de los ciudadanos, mientras que cualquier otra opción habría supuesto notables modificaciones en los sistemas de recepción.

También se aireó la innovación que ofrecía la TDT, la oportunidad para su industria, las posibilidades de exportación de equipamiento y experiencias, así como las excelencias de la calidad de transmisión, los servicios interactivos o la alta definición. Todo sonaba a música celestial mientras se destinaban recursos públicos a la compra de equipos para la difusión de la TDT, ya que después se iba a inundar el mercado exterior con la venta de los mismos.

Pocas veces se ha aplicado una política de telecomunicaciones tan desacertada

El tiempo ha demostrado que todo era una quimera y que pocas veces se ha aplicado una política de telecomunicaciones tan desacertada en nuestra historia reciente. La realidad actual y la próxima son poco esperanzadoras en este mercado, y el nuevo Gobierno tiene mucho trabajo por delante en lo que se presupone será la dedicación de esfuerzos que equilibren eficacia tecnológica y ahorro de costes.

La industria nacional se quedó en eso, en nacional, y la compra de equipos para la TDT desde el extranjero es residual. En Latinoamérica, donde estaban puestas las grandes esperanzas de la TDT española, solo Colombia y Panamá han adoptado el estándar europeo, y en nuestro entorno cercano, la mayoría de los países europeos han diversificado sus opciones tecnológicas con verdaderos criterios de neutralidad y eficiencia tanto para ver la televisión como en la liberación de la banda de UHF, dejando paso a los servicios de banda ancha en movilidad y permitiendo el productivo acceso a la sociedad de la información a través de los dispositivos multimedia. En definitiva, abriendo la puerta al futuro de par en par.

En cuanto a las bondades tecnológicas de la TDT, solo tenemos que analizar la hemeroteca desde el apagón analógico, o pedir opinión a los distintos responsables autonómicos del área de telecomunicaciones, para bajar a una realidad que convive con las interferencias, las pixelaciones, los fallos de recepción, el fading, etcétera. La promesa de la interactividad quedó en papel mojado, y la Alta Definición real es un imposible debido a unas limitaciones insalvables de una tecnología que nació sin margen para desarrollarse.

Las Comunidades Autónomas han comprobado que, tras la zanahoria de las subvenciones y las ayudas de Estado que recibieron para invertir en las zonas de extensión de cobertura de la TDT, se escondía el regalo envenenado de los costes recurrentes de dicha red que difícilmente pueden y podrán soportar.

El Gobierno actual ha recibido la herencia de una queja ante la Dirección General de Competencia de la Unión Europea que duda de la legalidad de las citadas ayudas de Estado, ya que no fueron ni comunicadas ni aprobadas en su momento tal y como está estipulado en el marco europeo. La resolución definitiva de la Comisión puede poner en jaque toda la estrategia favorable a la TDT practicada hasta la fecha.

En un postrero intento por dejarlo todo atado y bien atado, el último Consejo de Ministros del Gobierno saliente aprobó el llamado Plan Marco del Dividendo Digital, en el que se reconocía que había que realizar fuertes inversiones en las zonas de cobertura obligatoria de los radiodifusores a costa de los ingresos obtenidos con las subastas de frecuencias, ignorando las que habrá que hacer en las zonas de extensión y ante las que las autonomías deberán rendir cuentas.

Las Comunidades Autónomas se topan con un escenario en el que tienen que equipar sus centros de extensión con los nuevos múltiplex de los radiodifusores, sin liquidez para ello ni para los costes recurrentes incrementales que dichas inversiones van a suponer, recibiendo adicionalmente numerosas quejas de unos ciudadanos hartos de la perpetua ausencia o problemas de recepción de algunos canales.

Las mismas autonomías son las que han de afrontar que no disponen de la liquidez suficiente para realizar los cambios de frecuencias que implica el primer dividendo digital (del segundo mejor no adelantemos nada, por tanto), ni para tomar las medidas necesarias para la eliminación de las interferencias y degradación de la recepción que va a ocasionar la coexistencia de los servicios de TDT y LTE, por la captación de los receptores TDT de las señales en la banda de 800 Mhz de las emisiones de las nuevas estaciones base.

Consideraciones que, según el Plan Marco del Dividendo Digital, simplemente se ignoran.

El Gobierno tiene la oportunidad de enderezar el camino e introducir algo de sensatez

Pero hay más. En España se ha tenido que retrasar la implementación del dividendo digital hasta el 2015. De ser los primeros de Europa, pasaremos a ser los últimos en lo que sí supondrá verdadero progreso. Es la pescadilla que se muerde la cola. Los operadores de telefonía móvil tendrán que esperar para poder lanzar sus servicios LTE, y verán cómo los fondos adelantados en la subasta de las frecuencias del dividendo digital, se dedican a adaptar instalaciones de usuarios para recibir la TDT, las mismas instalaciones que justificaban la no utilización de otras tecnologías. Siempre y cuando se encuentren dichos fondos, al parecer perdidos en la causa de la recuperación del déficit público.

Con todo este bagaje a sus espaldas el Gobierno actual tiene la oportunidad de enderezar el camino emprendido, e introducir algo de sensatez económica y técnica. De momento, las medidas anunciadas para adelantar un año el dividendo digital ponen de relieve la importancia que el Ministerio de Industria da a los servicios de banda ancha en movilidad y a su responsabilidad con los operadores móviles para que puedan rentabilizar sus inversiones en dichas frecuencias lo antes posible, verdadero motor industrial de las telecomunicaciones, como lo demuestran sus consumos crecientes año tras año.

La demanda de banda ancha en movilidad es una necesidad ascendente e imparable llamada a convertirse, en los próximos años, en uno de los principales motores de desarrollo en toda Europa, generando riqueza, innovación y empleo. España, pese a su temprano apagón analógico, va a perder este tren. Un lujo que no nos podemos permitir y que va a afectar a la posición competitiva de la industria y a los operadores españoles, quién sabe si definitivamente. ¿Vamos a permitir que la TDT lastre una de las mayores oportunidades de salir de la actual situación económica?

España parte con uno o dos años de desventaja. Es la hora de la verdad y el país tiene que hacer equipo con el resto de socios europeos para estar en igualdad de condiciones ante grandes potencias como EE UU y Japón, aunque la posición inicial no es esperanzadora ni mucho menos. Sí, fuimos los primeros en el apagón analógico, pero seremos los últimos en liberar frecuencias.

La consistencia de todas las argumentaciones anteriores se está poniendo en evidencia por los mensajes que el Gobierno está lanzando al mercado: no existen fondos para la realización del dividendo digital en un entorno de reducción de déficit público como el actual, y la disminución de canales TDT a los radiodifusores es el único medio para no realizar nuevas inversiones.

Pero el Gobierno se olvida de que para la liberación del dividendo digital, las Comunidades Autónomas han de seguir pagando los costes recurrentes de la red de extensión de cobertura existente, de que hay que realizar los cambios de frecuencia de los canales radioeléctricos y de que hay que proteger la TDT de las interferencias de los futuros servicios LTE.

La verdadera cuestión es saber si el Gobierno va a tener el coraje de tomar las decisiones acertadas que combinen economía, eficiencia, neutralidad y rapidez, y que en definitiva permitan, por un lado, relevar a las Comunidades Autónomas de la carga que soportan para que puedan elegir libremente la forma más adecuada de ver la televisión, y por otro, facilitar el desarrollo de los servicios de banda ancha móviles y la actividad económica que conlleva. Tan solo hay que mirar a Europa.

 Luis Sahún Xifré es director general de SES Astra Ibérica.

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