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Columna
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El paro y el despido

No es de extrañar que se aprobase la reforma laboral en un ambiente de abatimiento casi general

Joaquín Estefanía

Enhorabuena a la ministra de Empleo, Fátima Báñez. Su reforma laboral es la única medida de las adoptadas por el Gobierno de Rajoy que está dando los resultados inmediatos que se preveían: entre enero y abril, los afectados por despidos colectivos (expedientes de regulación de empleo) han crecido un 44% respecto al mismo periodo del año anterior, según el Boletín de Estadísticas Laborales.

Desde mediados de febrero, en que entró en vigor como decreto ley (el 77% de las decisiones adoptadas por el Ejecutivo lo han sido por decreto ley, sin que esté justificada la urgencia en muchos casos), el paro se ha acelerado, se han multiplicado los despidos —en ambos terrenos, España está a la cabeza de la UE, según Eurostat—, estos se han abaratado y han caído los salarios. Buen balance.

De las dos motivaciones estrella para elaborar esta reforma laboral (convalidada como ley en el Congreso, la semana pasada, con una polarización del voto muy representativa de su contenido “extremadamente agresivo”, en palabras del ministro de Economía, Luis de Guindos), crear puestos de trabajo y combatir la dualidad del mercado laboral español, ni rastro. La generación de empleo se deja para cuando crezca la economía (como antes de la reforma), y la dualización solo se acerca en el sentido de hacer a todos los asalariados más precarios. España es uno de los países del mundo con un mercado de trabajo más dualizado, que castiga a las mujeres y jóvenes, hace que la negociación colectiva no tenga en cuenta los intereses de todos por igual y desincentiva la formación en el seno de la empresa. Por ello, corregir este desequilibrio sería fundamental, y, sin embargo, la reforma laboral prácticamente lo pasa por alto

En cambio, va a servir para algo que no ha sido explicitado: facilitar la devaluación interna de la economía española vía reducción de los salarios. Esta devaluación significa un empobrecimiento relativo frente al exterior: como no se puede devaluar la moneda, la única solución para recuperar competitividad es rebajar los precios relativos de los bienes y servicios producidos en el interior de un país, entre ellos los salarios. Las célebres reformas estructurales facilitan el proceso de devaluación interna, flexibilizando y limitando el alcance de la negociación colectiva y permitiendo, bajo unos requisitos poco exigentes, el cambio en las condiciones de trabajo, incluido el salario, por parte de los empresarios.

La reforma ayuda a reducir los salarios, estimula los despidos y los abarata. Los ERE han crecido un 44%

De esto no se dice nada en el preámbulo de la ley. El abaratamiento del despido fue negado una y otra vez por Rajoy sus ministros durante la campaña electoral, y aplicado inmediatamente después. De todas las medidas tomadas por el Gobierno en estos seis meses no hay ninguna de choque para corregir la realidad de un paro brutal y al alza. No es de extrañar que, como han dicho las crónicas parlamentarias, se aprobase la reforma laboral en un ambiente de abatimiento casi general.

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