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Columna
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¡Viva la inflación!

Recuperar Europa no pasa por devaluar los sueldos de los países del sur, sino por subir los precios del norte

Joaquín Estefanía

Nadie está loco. No se trata de volver a los precios de la República de Weimar o a la hiperinflación latinoamericana de la década perdida. Tampoco consiste en crecimientos de los precios de dos dígitos. Es una modesta proposición de, por ejemplo, elevar del 2% al 4% la tasa de inflación máxima considerada por el Banco Central Europeo (BCE) con el objeto de estimular la economía de la eurozona, machacada por la “austeridad obsesiva” (Artur Mas).

En febrero de 2010, el economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), Olivier Blanchard, firmó un documento, titulado Replanteamiento de la política macroeconómica, en el cual se defendía ese incremento de los precios objetivos. Era hace más de dos años, cuando todavía la austeridad compulsiva no había machacado a tantos países y ciudadanos, y era el FMI, no precisamente un organismo izquierdista o heterodoxo, quien manifestaba esa necesidad. La respuesta de los científicos sociales más conservadores y de la prensa de derechas germana trató de insultar a Blanchard calificándole de “neokeynesiano”. Este aseguraba que una inflación del 4% no tendría ninguno de los efectos nocivos que genera un incremento de los precios muy alto. Este porcentaje, por ejemplo, es el que usó como política económica Ronald Reagan en su segundo mandato.

Algunos parecen haber comenzado a darse cuenta ahora. En los últimos días, una carta enviada por el Bundesbank (el mayor guardián de la ortodoxia de la estabilidad) al Parlamento alemán, y unas declaraciones de su economista jefe, avalan la bondad de tener una inflación un poco superior en Alemania, para ayudar a mejorar la competitividad de los países de la periferia europea con tantos problemas de crecimiento como el nuestro. Por supuesto, siempre que las expectativas sobre los precios estén controladas.

Las críticas dentro de un país obsesionado por la inflación como Alemania han sustituido como blanco a Blanchard por la gente de su banco central y de su Gobierno de derechas

La otra voz sobre el mismo tema y en idéntico sentido es aún más sorprendente: el ministro de Economía de la señora Merkel, el halcón Wolfgang Schaübel. La superación de la falta de competitividad de los países europeos en dificultades no pasa solo por la devaluación vía sueldos, sino también por una subida de precios (y los sueldos son un precio más) en los países más competitivos de la zona.

Las críticas dentro de un país obsesionado por la inflación como Alemania, debido a su historia en la década de los años veinte, han sustituido como blanco a Blanchard por la gente de su banco central y de su Gobierno de derechas. El asunto de la inflación tiene que ver con ese giro a favor del crecimiento (relajar los objetivos de déficit en el tiempo, nuevos ingresos a través de la tasa a las transacciones financieras, mayor capital en el Banco Europeo de Inversiones, eurodeuda para proyectos de infraestructuras generadoras de empleo, activación de los fondos estructurales, un nuevo papel más equilibrado para el BCE...) que tanto va a costar y que va a tener que ganarse trinchera a trinchera.

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