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El debate sobre la inflación se reabre en Alemania ante el miedo al repunte

El Bundesbank aclara que no cambia su postura sobre los intereses del BCE

El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble (derecha), conversa con el comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn.
El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble (derecha), conversa con el comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn.OLIVIER HOSLET (EFE)

El debate sobre la inflación siempre levanta ampollas en el país de los halcones de la estabilidad. En Alemania, que el ministro de Hacienda, el democristiano Wolfgang Schäuble (CDU), acepte subidas salariales superiores a la media de la zona euro (con el riesgo de que se traslade a los precios) o que el jefe del poderoso sindicato IG Metall Berthold Huber diagnostique que "algo no está bien en los precios europeos; el norte es demasiado barato y el sur, demasiado caro" puede sonar a anatema. Lo han hecho en las últimas semanas. En este contexto, el economista jefe del banco central alemán (Bundesbank), Jens Ubrich, admitió el miércoles pasado la realidad: en los próximos años, la inflación irá más allá del 2,1% de abril. No dijo más. Fue suficiente. Los medios conservadores voltearon las campanas de incendio. ¡Alerta de inflación!, titulaba el viernes el diario populista Bild, el más leído en Alemania.

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Ulbrich solo había hecho un pronóstico. Pero en Alemania, el 62% de la población tiene miedo a la inflación, según una encuesta del semanario Stern. Es un país donde la herida de la hiperinflación de los años 20 del siglo pasado parece no cerrarse nunca. Así que el presidente del Bundesbank, el ortodoxo Jens Weidman, tuvo que salir a aclarar que la institución que rige no está dispuesta a aceptar cambios en la política monetaria del Banco Central Europeo. Ni más rebajas de tipos de interés, ahora en el mínimo histórico del 1%, ni nuevas inyecciones de capital a la banca.

Weidman quiso zanjar un debate en el que el economista conservador Hans-Werner Sinn siempre está dispuesto a entrar. No son raras las declaraciones de Sinn, director del influyente instituto muniqués IFO, acusando al Banco Central Europeo (BCE) de estar "bajo el dominio de los meridionales". Es decir, de españoles, italianos o griegos. La prensa conservadora habla del Club Med, un equivalente, al acrónimo PIGS (Portugal, Italia, Grecia, España; pig significa cerdo en inglés), pero que claramente connota sol, derroche y molicie. Sinn dice que Alemania ha caído "en una trampa”.

El Bundesbank, contra la victoria "meridional"

Las decisiones expansivas del BCE, como el billón de euros en préstamos baratos, se interpretan como una victoria “meridional” sobre la ortodoxia monetarista alemana y las virtudes del norte: ahorro, austeridad y trabajo. A fin de cuentas, la expansión monetaria provoca inflación y la inflación es una especie de impuesto sobre los ahorros, que merman con las subidas de los precios.

El discurso oficial del Bundesbank, difundido por medios como el Frankfurter Allgemeine Zeitung, advierte contra los bajos tipos de interés y las inyecciones de liquidez. De esto derivará, dicen, la huida de la inversión al cemento. El reciente encarecimiento de los alquileres y del suelo en algunas partes de Berlín, Fráncfort o Múnich alimenta esta tesis.

Los analistas conservadores obvian que, en épocas recientes en que la inflación alemana se mantuvo por debajo de la media europea y los sueldos permanecieron congelados pese al enorme superávit comercial. La acumulación de beneficios en bancos y empresas alemanas sirvió para hinchar —aún más— burbujas inmobiliarias como la española. Alemania ha gastado miles de millones en rescatar varios bancos por sus inversiones en hipotecas basura estadounidenses o en las burbujas sureñas. Hoy, el discurso oficial aspira a que las aportaciones a los paquetes de rescate europeos y los fondos de estabilidad no suenen a desembolso.

Resistencia a la inflación

La aspereza del debate sobre la inflación demuestra que se perciben presiones para que el Bundesbank ablande su postura. En España o en Francia muchos consideran que el peso germano en las decisiones europeas es desproporcionado; mientras en Alemania cunde la noción de que son una suerte de poblado de Astérix que resiste al invasor inflacionista. Y el fantasma de la recesión alimenta la sensación. Los problemas económicos afectan a aliados inflexibles, como los Países Bajos, con votos proestabilidad en el Consejo de Gobierno del BCE.

En Alemania, cuando un diario como el FAZ califica a alguien de “neokeynesiano”, consigue que suene a insulto. Recientemente calificaron de “provocación” y de “ruptura de tabú” que el economista jefe del FMI Olivier Blanchard sugiriera aceptar una meta de inflación del 4% en la eurozona, en lugar del 2% actual. Axel Weber, entonces presidente del Bundesbank y ahora en el consejo de la entidad suiza UBS, exclamó: “Eso es jugar con fuego”.

De momento, la inflación se mantiene cerca de los límites aceptables para los alemanes. Pero esta discusión abre boca por si la inflación alcanza el 3% o al 4%.

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