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La UE carga contra Argentina por YPF y abre la puerta a represalias

España pretende que la Comisión no descarte las subidas arancelarias

Claudi Pérez
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso.
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso.PATRICK SEEGER (EFE)

La ofensiva europea contra Argentina toma cuerpo. La Comisión Europea (el brazo ejecutivo de la Unión) cargó este miércoles con dureza contra la expropiación de la petrolera YPF a Repsol. La batalla en los tribunales se adivina larga: muy larga, repleta de recovecos jurídicos. Consciente de que la política es capaz de derrumbar puertas cerradas bajo siete llaves, el Gobierno presiona para que los socios europeos arropen las aspiraciones españolas por la vía diplomática, con las consabidas protestas y la suspensión de misiones europeas a Buenos Aires. Y tal vez con algo más rotundo: el objetivo es que Bruselas no descarte ir más allá de las palabras y amenace con represalias.

La Comisión expresó “su más enérgica condena” y su “inquietud” por que el virus expropiador de Cristina Fernández de Kirchner pase a mayores, en otros sectores en los que los intereses de las empresas españolas —y europeas— podrían ser renacionalizados. Suspendió también una misión comercial con empresarios. Pero fue un paso más allá. El vicepresidente de la Comisión, el italiano Antonio Tajani, formuló lo más parecido a una amenaza que se ha oído en Bruselas en los últimos días: "Nuestros servicios jurídicos estudian, de acuerdo con España, las medidas a adoptar. No se excluye ninguna opción". Traducción bastarda: la UE no descarta tomar cartas y elevar una queja ante la Organización Mundial de Comercio, tal como pretende España, o activar subidas arancelarias para las exportaciones argentinas.

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La dinámica de este tipo de conflictos siempre es parecida. Un país dispara contra los intereses de una empresa extranjera y, en ese momento, se inicia una batalla judicial extenuante y empiezan las amenazas de represalias, tanto más creíbles cuanto mayor es el poder de disuasión de las partes. Si esas amenazas se materializan, empieza una guerra comercial que puede llegar a ser muy dañina: las políticas de empobrecimiento del vecino son habituales en crisis profundas. Con menos motivos que Europa, Estados Unidos ha sacado ya a Argentina de su sistema de preferencias generalizadas en los intercambios comerciales (en plata: le ha subido los aranceles a sus productos, más bajos que los de otros países por gozar del estatus de país en vías de desarrollo). Lo mismo podría hacer ahora la Unión: "La Comisión está estudiando esa opción activamente", reconocieron fuentes de Comercio.

Y sin embargo, no va a ser fácil. Primero por razones históricas: la UE no suele meterse en guerras comerciales. Su forma de concebir el poder no es enviar tanques, sino hacer cumplir la legislación. Y segundo, porque los costes pueden ser muy elevados para un beneficio más bien magro: estaba previsto que Argentina perdiera sus privilegios arancelarios con la UE en 2014 en productos como la soja, el biodiésel o las carnes. "Puede entenderse perfectamente que España quiera medidas contundentes, pero la Unión debería pensárselo mucho antes de sacar los cañones. La subida arancelaria solo aceleraría unos meses lo que ya va a suceder y podría provocar otros problemas", indicaron fuentes de Bruselas.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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