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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cuatro suspensos a los 100 días

Lo peor es el autogol en el BCE: el Gobierno pierde porque ha errado en el perfil del candidato

Xavier Vidal-Folch

Ni los mercados son infalibles, como demasiado sabemos. Ni tampoco una incipiente obra de Gobierno se juzga siquiera por sus primeros cien días, contra lo que estableció una convención de cortesía.

Pero el examen de los mercados —los primeros cien días de Rajoy se cumplen el sábado— sí ofrecen indicios sobre su grado de éxito y las expectativas inmediatas, especialmente si se ha hecho bandera del propio mercado. Tomemos cuatro indicadores, comparando el cierre de 2011 (final efectivo de la era Zapatero), con el inicio de esta semana:

1. Los diferenciales (spread) de la deuda con la de Alemania: una mayor diferencia implica la percepción de un mayor riesgo de impago. Así, la prima de riesgo española era 200 puntos básicos inferior a la italiana; ahora está más de 20 puntos por encima. La obsesión de Zapatero era no desacompasarse con Italia. Los países de la eurozona han bajado su prima: Bélgica, en 72 puntos; Italia, 190; Portugal, 78. España la ha aumentado en 28 puntos. Ha empeorado su posición relativa.

2. El tipo de interés en las subastas de bonos a diez años, que marca el coste absoluto de la nueva financiación de la deuda. A fin de año estaba al 5,01%. Ahora, al 5,37%. Ambas cifras son inferiores a las de meses atrás. El descenso se debe sobre todo a la barra de liquidez de un billón de euros desparramada por el BCE en dos ocasiones: una, anunciada a principios de diciembre y ejecutada el 21, en plena transición entre Gobiernos, y la otra el 29 de febrero, ya bajo pleno mando del nuevo Ejecutivo. En circunstancias parecidas, pues, se ha registrado un empeoramiento.

3. Los seguros de impago de la deuda o CDS (Credit Default Swaps), o el coste de asegurar la deuda para prevenir una suspensión de pagos: cuanto más caro, el mercado descuenta más dificultades. A los vecinos les baja ese coste: Suecia, un 42%; Bélgica, 27%; Italia, 25%; Irlanda, 16%; Holanda, 11%. Contra la corriente, en España se han encarecido un 8%.

4. De las cuatro grandes Bolsas de la zona, la española es la que menos cayó en 2011. Este año es por ahora la única en números rojos.

Parte de estos suspensos se debe a un fracaso compartido con el Gobierno anterior y con las autonomías en sujetar el déficit público. Compartido, porque al cabo es de España y le toca a España remontarlos: huelgan los faccionalismos sobre la calidad de las herencias. Y otra parte corresponde a la bravata soberanista del Gobierno al plantear batallas tramposillas como la de la última cumbre europea.

Esa altanería nos ha conducido al autogol de perder plaza en cuasi propiedad —si un milagro no lo remedia— en el directorio del Banco Central Europeo, BCE. Es casi peor este autogol que los cuatro suspensos. España ha propuesto para reemplazar al benemérito académico González Páramo a un meritorio directivo jurídico del BCE, Antonio Sáinz de Vicuña. Meritorio, pero empleado de la casa. No equiparable a los perfiles de directores generales del Tesoro, banqueros centrales o académicos que son los candidatos naturales... incontestables. Guste o no, son las reglas.

Si Guindos y Rajoy hubieran propuesto a Miguel Angel Fernández Ordóñez (no era anatema: también Solbes propulsó a Rodrigo Rato al FMI en 2004) , o a la ex directora del Tesoro-PP Belén Romana (arrasaría, en la plaza todos son machos alfa), habrían consolidado el puesto hispánico. No lo hicieron.

Lo dramático no es perder una silla que los españoles han “mantenido siempre” como arguyen chez Guindos. No. Lo dramático es que era una silla ganada a pulso. En 1991, cuando se discutía Maastricht, el maldito González Márquez logró hacer sitio a un español ampliando el directorio del BCE a seis sillas, en vez de cinco: cuatro para los grandes (Alemania, Italia, Francia, España) y dos para que rotasen los pequeños. La prueba: aún queda, en el protocolo 3 del Tratado, artículo 50, el vestigio de un número menor. “España no va a ser la perdedora”, musita el sagaz Íñigo Méndez Vigo, fiándose a enjuagues con otros cargos de pedrea. No va a ser perdedora. Ya lo es.

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