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La recesión congela el sector exterior

La aportación al PIB resulta positiva porque las importaciones se hunden

Alejandro Bolaños
Buque carguero con contenedores en el Puerto de Valencia.
Buque carguero con contenedores en el Puerto de Valencia. Carles Francesc

La economía española reculó un 0,3% entre octubre y diciembre respecto al trimestre anterior y dio inicio así a una nueva recesión. Es lo que publicó el Instituto Nacional de Estadística la semana pasada, lo que había avanzado el mismo organismo hace dos, lo que el Ministerio de Economía anticipó en enero. Y, sin embargo, el dato, previsible y anunciado, ha reactivado el pesimismo de los servicios de estudios: el detalle de la composición del PIB revelaba un inesperado bajonazo de la demanda interna y el impacto del enfriamiento del comercio internacional. En suma, el sector exterior mantenía su aportación positiva, pero lo que exhibe ahora es debilidad, no fortaleza.

La estadística permite estas paradojas. En 2009, el año de la gran recesión, del colapso del comercio internacional, el sector exterior español tuvo una aportación notable al PIB (tres puntos porcentuales), que compensó, solo en parte, el desplome de la demanda interna. Un resultado que solo fue posible porque las importaciones cayeron a mayor velocidad que las exportaciones. Entre 2010 y otoño del año pasado, la aportación fue menor, pero con una composición más saludable: las ventas al exterior sumaban más que las compras. Y en el trimestre de cierre de 2011 se volvió a la composición insana de tres años atrás, con las importaciones cayendo a plomo y las exportaciones en números rojos.

En periodos de crisis, la economía española logra reducir su dependencia importadora

“En periodos de crisis, la economía española consigue reducir su dependencia de las importaciones, eso aminora la caída del PIB en las recesiones, pero no necesariamente del bienestar de sus ciudadanos, pues se reducen importaciones de bienes y servicios que tenían una contribución importante a dicho bienestar”, sintetizan los expertos del Instituto Flores de Lemus en un análisis tras la publicación de los últimos datos. Un patrón que es muy fácil de identificar en los meses finales de 2011. En términos reales (descontado el efecto de la variación de precios), las importaciones de mercancías cayeron un 7,7%, un retroceso solo comparable a los peores trimestres de la gran recesión. Las exportaciones de bienes bajaron un 3,4%, a la estela del parón económico en la UE, que concentra dos tercios de las ventas españolas al exterior, y del enfriamiento del comercio en todo el mundo.

Mas allá de que la aportación positiva al PIB se mantiene, todo lo demás son malas noticias. El retroceso de las exportaciones, en conjunción con la marcha atrás del consumo privado (-1% en el trimestre) y del gasto público (-1,1%), es un duro revés a las ventas de las empresas, ya sea en España o en el exterior. Y eso se traduce en menos márgenes empresariales, más cierres o despidos y un deterioro adicional en las expectativas: la inversión en bienes de equipo, que suele crecer cuando las empresas planean aumentos de capacidad productiva, es un termómetro de las perspectivas empresariales. “En el último trimestre de 2011 se acabó la tímida tendencia alcista que ha exhibido este indicador en los dos últimos años. Debido al empeoramiento del clima general, a la caída de la demanda y a las dificultades de acceso al crédito, la inversión en bienes de equipo registrará un descenso del 5,6% en 2012 y del 0,3% en 2013”, pronosticó este jueves la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas).

La última línea de defensa de los exportadores son los nuevos mercados emergentes

El tropezón de las exportaciones también incide en las compras al exterior, ya que, parte de lo que se importa, materias primas y bienes semielaborados de las empresas exportadoras, se utiliza en los procesos productivos. Pero, sobre todo, el hundimiento de las importaciones es otro síntoma de la enorme debilidad de la demanda nacional. “El PIB está un 3,5% por debajo del nivel que alcanzó antes de la crisis, pero la demanda nacional está un 12% por debajo”, acota Funcas.

Los datos de aduanas, que publicó esta semana el Ministerio de Economía, permiten analizar el mismo fenómeno desde una perspectiva distinta. En esta serie, que no descuenta el efecto de los precios, las importaciones de mercancías aún subían en la comparación interanual (un 1,1%) de diciembre. Pero el detalle volvía a evidenciar tendencias preocupantes: el incremento se debe, casi en exclusiva, a la compra de productos energéticos, inflada por la subida del petróleo y la devaluación del euro. Respecto a diciembre de 2010, la importación de bienes de equipo, indicador de la desconfianza empresarial, cae un 11,2%. Y las compras de bienes de consumo duradero, indicador de la desconfianza de los consumidores, un 24,4%.

Las relaciones con Europa se benefician del menor peso del componente energético, y eso permitió a la economía española, al cierre de 2011, alcanzar su primer superávit comercial con la UE. Pero, por ahora, la apuesta del sector exportador español, que apenas ha incorporado nuevas empresas en los últimos años, pasa por vender nuevos productos en nuevos mercados. Ahí está la clave de por qué cae menos que otras veces cuando la recesión está de vuelta. Las exportaciones a China o a Japón crecieron en 2011 cerca del 30%; a Estados Unidos, Argentina o Brasil, más de un 20%.

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