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Análisis:El hundimiento de los mercados
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¿Puede acotarse la caída de las Bolsas?

Juan Ignacio Crespo

Las Bolsas europeas vivieron el día de ayer en trance de convulsiones. Lo que hasta ahora era contemplado por los mercados como una lejana posibilidad, empieza a ser asumido ya como una evidencia: que la economía de los EE UU está a punto de entrar en recesión.

Durante las recesiones caen el consumo y la inversión, aumenta el ahorro y se reducen los beneficios empresariales. De ahí que, cuando se las ve venir, las cotizaciones de las empresas en Bolsa suelan experimentar una fuerte caída que ajusta la valoración de esas empresas a las nuevas expectativas de menores beneficios. Tras las bajadas de ayer y de los dos meses anteriores, el Ibex 35 acumula ya más de un 21% de pérdidas desde su nivel máximo, por lo que toca preguntarse cómo de profunda va a resultar la recesión norteamericana y hasta qué punto podrían seguir cayendo sus Bolsas y las europeas. Para responder, no hay más que echar un vistazo a los cien últimos años.

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Los primeros indicios claros de que una recesión de la economía norteamericana asomaba en el horizonte se produjeron hace ahora justo dos años. Se trataba de una constelación de indicadores económicos y financieros que prácticamente siempre, desde la II Guerra Mundial, ha provocado una recesión: tipos de interés de corto y largo plazo al alza; curva de tipos de interés invertida (lo que significa que los tipos de interés de corto plazo, como el Euríbor, son más elevados que los que se pagan a 10 años) y precios del petróleo en meteórico ascenso: 400% de subida desde los 20 dólares / barril de finales de 2001, cuando la economía de los EE UU estaba saliendo de la última recesión.

Las dos últimas recesiones en Estados Unidos han sido muy suaves, aunque no lo fuera tanto la caída de la Bolsa que se produjo con motivo de la última, la que duró de marzo a noviembre de 2001. Entonces, el índice Standard&Poor's 500 sufrió una caída del 50%.

A lo largo de la historia, cada vez que los principales índices norteamericanos han experimentado caídas del 40% o el 50%, seis o siete años más tarde se ha producido otra caída de magnitud parecida (¡y ahora hace justo siete años desde que se inició el anterior ciclo bajista!). Aunque decir eso no sea decir gran cosa, ya que la historia de tales índices es muy corta (desde 1896 para el índice Dow Jones) y esa situación sólo se ha producido dos veces, en 1900-1907 y en 1966-1973.

Poca base, por tanto, para una generalización (aunque tampoco se disponga de nada mucho mejor a la hora de hacer previsiones). En el primer caso la crisis fue esencialmente financiera, como ahora, y el papel de los bancos centrales lo interpretó en aquella ocasión el afamado banquero John Pierpont Morgan. En la segunda ocasión, la crisis fue fruto de la pérdida de competitividad de las empresas norteamericanas, a lo que se sumó la crisis del dólar y la casi instantánea subida de los precios del petróleo.

Esa perspectiva nada agradable para la Bolsa norteamericana tiene de bueno que es la peor que es razonable imaginar en la situación actual. Una situación que no es, en absoluto, comparable con la de la Gran Depresión norteamericana, ya que los bancos centrales han aprendido mucho desde entonces y su gestión hasta ahora, a diferencia de lo que fue entonces, está resultando impecable. Las autoridades fiscales también han aprendido y ya se aprestan a incentivar el consumo en los EE UU por lo que, si la recesión se produce, lo lógico sería esperar que no sea de duración superior a nueve o doce meses.

Si ésas son las referencias para la Bolsa norteamericana, las europeas siempre tendrán la esperanza de que el euro comience a depreciarse y eso amortigüe el impacto de lo que vaya a suceder aquí.

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