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La economía sortea el alza del petróleo

La escalada del precio del crudo a niveles récord no está llevando al mundo a la recesión por primera vez en la historia

Fernando Gualdoni

Por primera vez en la historia económica, una escalada del precio del crudo a niveles tan elevados como los registrados en agosto no está conduciendo a la economía mundial a la recesión. Mientras que en las crisis de los setenta, 1991 y 2001 los hechos ratificaron la noción general de que si los altos precios del petróleo se disparan el crecimiento se frena y suben la inflación y el desempleo, la reciente subida de precios no ha tenido un impacto demoledor en la economía de EE UU, de Europa, o de Japón.

Las dos preguntas clave que rápidamente han asaltado la mente de los académicos y analistas del mercado petrolero fueron las siguientes: ¿Qué sucedió para que esta vez la escalada del crudo no tuviese un fuerte impacto negativo en el crecimiento? E inmediatamente después: ¿Es éste el comienzo de un nuevo patrón de conducta macroeconómica o un hecho asilado?

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"A bote pronto, puedo dar tres razones en respuesta a la cuestión", explica Juan Iranzo, director del Instituto de Estudios Económicos. "Para empezar, hay que tener en cuenta que la última escalada de los precios, vista en una serie que excluya los efectos de la inflación, ha sido muy inferior a las registradas en los setenta y los noventa. Para que el incremento hubiese sido equivalente, el barril debía alcanzar los 100 dólares, y llegó a los 44. En otras palabras, la última escalada fue apenas más de la mitad que hace 30 años y probablemente un tercio que hace 10", dice Iranzo.

"Añadido a esto, tenemos el hecho de que en las economías industrializadas ha bajado mucho el uso del crudo con respecto a las anteriores crisis. En España, donde el consumo es aún de los más altos de la UE, bajó del 72% al 54% desde los setenta. Por último, creo que ha sido crucial la sensación de temporalidad del último incremento. Aunque rozó los 45 en Londres y los 50 en Nueva York, el mercado sabe que el precio real del barril está entre los 30 y los 35 dólares, por lo que espera que en algún momento la prima de riesgo que ha impulsado la cotización disminuya y baje el precio", concluye.

El doctor A. F. Alhajji, de la Ohio Northern University, coincide con Iranzo y en un estudio sobre el tema recientemente publicado, añade que otras de las razones ha sido el hecho de que el mundo ya esperaba un incremento de los precios del crudo a medida que iba recrudeciéndose la guerra en Irak, mientras que en las anteriores crisis la escalada fue abrupta y sorpresiva y mucho más significativa. Alhajji destaca la sensación de que "la reciente subida fue pasajera, mientras que en las anteriores veces la expectativa fue la opuesta, e incluso se llegó a creer que todo el petróleo del mundo estaba a punto de agotarse".

Alhajji añade que el hecho de que la renta per cápita del mundo industrializado es muy superior a la de hace tres decenios, y que ésta siga en aumento, reduce el esfuerzo económico que supone para el usuario repostar. En términos de barriles de crudo, el ingreso per cápita en EE UU era equivalente a unos 500 entre 1974 y 1986 y de más de 1.000 entre 1987 y 2003, según ha calculado Alhajji. En las crisis anteriores, casi todos los sectores de un país consumidor de crudo sufrieron los efectos de la escalada del petróleo, mientras que ahora lo peor prácticamente se lo ha llevado el del transporte y, dentro de éste, el aéreo más que ninguno.

El profesor de economía de la Universidad San Pablo CEU Javier de Quinto añade también que el impacto de la escalada del crudo se ha ido minimizando en los países desarrollados a lo largo de los años debido que "el coste del crudo en relación al total de las importaciones ha ido disminuyendo". Para España, por ejemplo, "la compra de petróleo le suponía el 33% de los pagos externos en los ochenta, mientras que hoy le demanda el 5%, gracias en buena parte a la diversificación de las fuentes de energía y a un uso más racional de las mismas". Con el paso del tiempo, se espera que el consumo de crudo como energía primaria siga disminuyendo y que aumente el uso de las fuentes alternativas.

El conjunto de factores que han amortiguado el impacto del incremento del crudo, los que se han desarrollado desde la primera gran crisis del petróleo de 1973 y los propios de esta última sacudida, han dado lugar a situaciones inéditas. En el caso de EE UU, ha vivido un periodo único en su historia en el que los precios del crudo, el crecimiento económico y el gasto público se han incrementado ininterrumpidamente mientras que los tipos de interés se han mantenido bajos y el dólar no ha parado de perder valor.

El presidente de la Reserva Federal (banco central) estadounidense, Alan Greenspan, nunca ha dejado de tratar a los precios del petróleo como una amenaza seria y siempre latente para la economía. Sin embargo, en sus mensajes durante esta última crisis ha primado el talante optimista sobre la marcha de la actividad de EE UU. Añadido a esto, Greenspan ha respirado con alivio al comprobar que en esta crisis en ningún momento la inflación escapó a su control.

Europa y Japón han sorteado la crisis petrolera en buena parte gracias al valor de sus monedas. El euro y el yen se han apreciado frente al dólar y como el petróleo (como todas las materias primas) se comercializa en dólares, los países de la moneda única y Japón han necesitado esta vez menos euros y menos yenes para comprar los barriles de crudo que requieren a diario. Aparte de esto, la UE ha sabido enfrentar con una mayor cohesión esta última crisis petrolera que la anterior, la de 2000, en la que algunos gobiernos europeos tomaron medidas unilaterales para paliar los efectos del alza del crudo en sus países, rompiendo así la estrategia e imagen de unidad regional.

El comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Joaquín Almunia, recientemente señaló que si el barril de crudo brent, de referencia para Europa, permanece en torno a los actuales 40 dólares, el crecimiento del PIB de la zona euro puede llegar a reducirse en 0,2 puntos porcentuales del 1,9% previsto recientemente por el Banco Central Europeo (BCE) y puede añadir otros 0,2 puntos a la inflación.

En el caso de Japón, la reciente escalada del crudo coincidió con el primer despegue cierto de la economía del país en más de una década. Gracias a esto, el impacto de la escalada del crudo en el segundo mayor importador de esta materia prima en el mundo fue menor al que se podía esperar. La fortaleza del yen, la reactivación de las exportaciones del país y el avance del proceso de saneamiento financiero han mantenido a la economía japonesa en la senda del crecimiento, a pesar de que para el segundo trimestre sólo se espera un aumento del 1,3% del PIB frente al 1,7% previsto inicialmente.

Las grandes economías del mundo no son inmunes a la escalada del crudo pero sí se han mostrado menos vulnerables. A medida que pase el tiempo, resistirán cada vez mejor los vaivenes de la cotización del crudo. A menos que el barril se dispare a precios superiores a los 60 ó 70 dólares y se mantenga así un tiempo, será dificil que el crudo lleve a las naciones industrializadas primero, y al mundo después, a la recesión. Los países en vías de desarrollo, no obstante, sí son vulnerables por su alto consumo. La industria y el transporte de muchos de esos Estados están hoy en la misma situación que Europa en los ochenta. El impacto de la reciente escalada puede recortar en dos puntos el crecimiento latinoamericano y asiático y en más del tres el africano.

Lo cierto es que aunque los países pobres siguen estando indefensos ante la escalada del crudo, los ricos ya no tanto. Y como estos últimos son los que mantienen la estabilidad macroeconómica y el crecimiento mundial, básicamente porque son los que consumen y los que invierten, las crisis petroleras cada vez tendrán menos impacto a escala global.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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