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El gas resucita viejos odios en Suramérica

La escasez de suministro en Argentina crea tensiones en todos los países vecinos

Viejos odios que parecían anestesiados han despertado con ímpetu en algunos vecinos de América del Sur a causa de la crisis energética, que amenaza con endurecer las condiciones del invierno austral y con frenar la recuperación económica. El invierno se presenta más frío que nunca, mientras sube la temperatura en las relaciones políticas entre los gobiernos. La escasez de un bien tan preciado como el gas es la causa de los problemas de índole diversa que implican a Chile, Argentina, Uruguay, Bolivia y Perú, y en un futuro próximo, a Brasil y Venezuela.

La tensión entre Argentina y Chile se ha disparado tras la decisión del Gobierno del peronista Néstor Kirchner de recortar en un 25% las exportaciones de gas a su vecino para asegurar el abastecimiento interno. La medida puede tener consecuencias graves cuando las primeras nieves asoman en las cimas de la cordillera andina, ya que el 35% de la producción eléctrica chilena depende del gas importado desde Argentina. Chile considera que esta restricción viola el protocolo de integración gasífera firmado por ambos países en 1995. No sólo eso, el Gobierno del socialista Ricardo Lagos no fue consultado previamente por quien en teoría es un aliado que ha tardado casi tres semanas en dar explicaciones oficiales.

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"Los encargados de energía chilenos han venido no menos de 10 veces a Buenos Aires a pedir información sobre qué está sucediendo. En la mayoría de los casos han regresado molestos a Chile, sin datos precisos, y resulta que ni una sola autoridad argentina ha viajado a Santiago para explicar qué está sucediendo y qué podemos esperar para el futuro", comenta Juan Gabriel Valdés, embajador chileno en Buenos Aires. El ministro argentino de Exteriores, Rafael Bielsa, canceló el viaje a Santiago en tres ocasiones, hasta que finalmente fue su homóloga chilena, Soledad Alvear, quien realizó una visita fugaz a la capital argentina el pasado sábado, que permitió, al menos, la creación de un grupo de trabajo bilateral ad hoc. Varios políticos de la oposición derechista chilena criticaron el viaje ante "los gestos inamistosos" de "países poco confiables" como Argentina.

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Los medios de comunicación más beligerantes alimentan una escalada de tensión que parece no tener fin. Algunos diarios de Santiago han publicado estos días que por menos Chile y Argentina estuvieron al borde de la guerra a raíz de la crisis fronteriza de Beagle, en la década de los setenta. El embajador Valdés rechaza esa visión alarmista de sectores anacrónicos, pero admite que "en este tipo de crisis surgen todos los monstruos de la historia para congregarse y gritar juntos en la plaza de Armas". El representante chileno, que fue ministro de Exteriores en el Gobierno de Eduardo Frei, prefiere hablar de "un enfriamiento de la relación de comunicación, amistad y complicidad que mantenían Lagos y Kirchner en el periodo inmediatamente previo a esta situación".

La ira entre chilenos y argentinos es de poca monta comparada con la que existe entre Chile y Bolivia. No en vano en las escuelas bolivianas, los alumnos concluyen cada mañana el canto del himno nacional con el grito "Viva Bolivia, muera Chile". Es un ejemplo del odio histórico entre los dos países, desde la guerra del Pacífico (1879-1883), que dejó a Bolivia sin salida al mar. Los ánimos han empeorado tras el reciente acuerdo firmado por los presidentes Carlos Mesa y Kirchner, por el que Bolivia suministrará a Argentina cuatro millones de metros cúbicos de gas que llegarán a través del viejo gasoducto de Campo Durán, en la provincia argentina de Salta, que está siendo acondicionado. La escasez de gas en Argentina obligó a Kirchner a adoptar esta medida de emergencia, aunque para firmar el acuerdo aceptó la cláusula impuesta por Bolivia de que ni una molécula de gas boliviano irá a Chile. La reacción del Gobierno de Lagos fue inmediata: suspendió todas las negociaciones comerciales con Bolivia y amenaza con llevar el caso ante la Organización Mundial de Comercio (OMC).

El antichilenismo vigente en los sectores indígenas bolivianos es el principal obstáculo para la exportación de gas a Estados Unidos y México a través de este país. El proyecto, de gran importancia económica para Bolivia, está paralizado a la espera de un referéndum previsto para julio, que decidirá si el gas sale por Chile o Perú. Razones de índole económica aconsejan, sin ningún género de dudas, la salida del gas boliviano a través de territorio chileno. Pero esta opción es rechazada con fuerza por los grupos indígenas de oposición, cuyo levantamiento insurreccional provocó la caída del anterior Gobierno y el exilio del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada. Utilizar la vía peruana para sacar el gas sería más recomendable políticamente, pero de nula rentabilidad económica. Éste es el dilema en el que está inmerso el presidente Mesa.

Uruguay también empieza a sentir los efectos de la crisis energética argentina, cuyo Gobierno suspendió a mediados de marzo dos de sus tres contratos de suministro de electricidad al país vecino, que tendrá que recurrir al uso de fuel y gasoil para alimentar dos centrales térmicas, con un coste económico superior. Brasil, país que importaba una pequeña cantidad de gas de Argentina, también se verá afectado por las medidas restrictivas del Gobierno de Buenos Aires. Venezuela, en cambio, ha firmado la venta a Argentina de un millón de toneladas de fuel con destino a las generadoras eléctricas, lo que permitirá liberar consumo de gas para este invierno.

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