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El jurado encuentra culpable a Andersen por obstrucción a la justicia en el 'caso Enron'

El fallo es un golpe mortal, ya que se puede prohibir a la auditora trabajar con firmas cotizadas

Andersen fue hallado ayer culpable de obstrucción a la justicia por destruir documentos sobre las pérdidas de más de mil millones de dólares en Enron. El veredicto, que será recurrido, da el tiro de gracia a la auditoría fundada hace 89 años en Chicago y abre una vía para la intervención de la justicia en Enron, protagonista de la mayor suspensión de pagos de la historia. 'Vamos a ir al fondo de la debacle de Enron, y los responsables serán castigados', señaló la fiscalía. La auditora podría recibir la prohibición de trabajar con firmas que cotizan en Bolsa.

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El jurado logró la unanimidad sobre Andersen en el undécimo día de intensos debates. Esta misma semana se había llegado a un punto muerto en sus deliberaciones al no ponerse de acuerdo los nueve hombres y tres mujeres que lo componen sobre quién era responsable de la destrucción de toneladas de documentos en Enron.

El miércoles, los jurados comparecieron ante la juez Melinda Harmon para manifestar su impotencia. La juez les envió de nuevo a debatir con la recomendación de buscar un veredicto a toda costa. Al día siguiente, el jurado planteó una doble cuestión capital: ¿tenían todos que coincidir en que un agente de Andersen había actuado con intención corrupta? ¿Podía uno creer que era el agente A, otro el B y otro el C? La duda provocó sorpresa y desconcierto a la juez, a la fiscalía y a la defensa, que buscaron frenéticamente durante horas precedentes judiciales para tal disyuntiva. No encontraron nada equiparable, y a última hora del viernes, Harmon emitió su opinión, tras pedir a todos los reunidos en la sala (público y prensa incluidos) si sabían de algún precedente. Tras el silencio, la juez se confesó aterrada ante al perspectiva de sentar precedente e indicó al jurado que la respuesta a la primera pregunta era negativa y que la respuesta a la segunda era positiva.

En consecuencia, los jurados podían declarar culpable a Andersen si creían que había alguien que había obstruido la justicia, aunque no se pusieran de acuerdo sobre su identidad. La suerte estaba echada para Andersen. Cuando el jurado se volvió a reunir ayer por la mañana, sólo necesitó unos minutos para decidir por unanimidad que Andersen era culpable, sin identificar en concreto a ningún responsable. Para la defensa, el veredicto fue decepcionante. 'Esta compañía no ha cometido ningún delito, y si quiere seguir defendiéndose, lo apoyaremos', declaró Rusty Hardin, cabeza del equipo de defensa.

Un comunicado de la auditora señaló que el veredicto está equivocado y que 'Arthur Andersen piensa apelar la convicción basándose en las deficientes instrucciones impartidas al jurado'. Los fiscales expresaron su satisfacción con el fallo, alcanzado tras largas jornadas de discusión sobre un caso que parecía un paseo para la acusación después de que David Duncan, el responsable de la auditoría de Enron, se confesara culpable de haber obstruido la justicia.

Andrew Weissman señaló que lo que estaba en juego era el principio de que cuando se espera a la policía no se pueden destruir pruebas. Repitió la tesis de que la auditora era reincidente y que la necesidad de ocultar la reiteración en la aprobación de balances conflictivos fue lo que le llevó a destruir documentos en Enron. Andersen puede ser condenado ahora hasta con medio millón de dólares de multa y recibir la prohibición de realizar auditorías en firmas que cotizan en Bolsa. También puede ser hecho responsable subsidiario de las pérdidas de Enron.

Son cuestiones formales. Andersen ya es historia. Como subrayó ayer Hardin, la auditora fue condenada a muerte el día en que se decidió su procesamiento. Desde entonces ha perdido casi 700 importantes clientes y ha sido desmembrada en Estados Unidos y en el resto del mundo. Aun cuando presente la apelación y la gane, Andersen sólo conseguirá una victoria moral. El Departamento de Justicia va a dirigir ahora su atención a Enron, dispuesto a hacer pagar sus culpas a los responsables de la mayor suspensión de pagos de la historia, catalizadora de una crisis de credibilidad que tiene a Wall Street contra las cuerdas.

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