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Ricciardo: “Para luchar por ser el 16º puede que sea mejor no correr”

El piloto del equipo Red Bull, que sigue sin un motor para 2016, constata la posibilidad de que la escudería deje la Fórmula 1

Oriol Puigdemont
Ricciardo, en Sochi, acompañado por su ingeniero de pista, Simon Rennie.
Ricciardo, en Sochi, acompañado por su ingeniero de pista, Simon Rennie. Mark Thompson (Getty Images)

Sochi no le sienta bien a la Fórmula 1. El año pasado, la caravana aterrizaba aquí por primera vez, unos días después de aquella trágica carrera disputada en Suzuka en la que Jules Bianchi sufrió el accidente que este verano terminó costándole la vida. En la segunda edición del gran premio más descafeinado del calendario, la angustia permanece instalada en la caravana de Red Bull. Son pocos los que en estos momentos saben que papel jugará la escudería energética la temporada que viene. Todo el personal, desde el que atiende a los invitados hasta los ingenieros y pasando por los mecánicos, no puede ocultar su ansiedad. Sienten que la situación es tan extrema que no pueden evitar preguntarle al periodista de turno qué sabe él del asunto: “¿Qué debemos hacer?”.

A diferencia de lo que podían pensar hace solo unos meses, la posibilidad de que Red Bull deje la F-1 a finales de este curso es una realidad cada vez más consistente. El principal motivo de este hipotético adiós es de naturaleza mecánica: el equipo no dispone de un motor para los monoplazas de 2015. Sin embargo, detrás de esta evidencia se esconden otras, de una índole más emocional. El Mundial es el terreno ideal para que los egos multipliquen su tamaño de forma exponencial. Y eso ocurre a todos los niveles: pilotos, técnicos, jefes y hasta periodistas. El callejón en el que se encuentra Red Bull no es más que una especie de lección que los principales actores que forman este circo quieren darle por su arrogancia.

A un lado de la mesa de negociación está Dietrich Mateschitz, el dueño del imperio del búfalo rojo, y al otro lado encontramos a Renault, que no ha dejado de recibir palos por el pobre rendimiento de su propulsor, y Ferrari, uno de los posibles proveedores que podría poner fin al embrollo. Bernie Ecclestone trata de facilitar un entendimiento entre las partes y luego está Mercedes, a quien parece que el tema no le quite el sueño. “¡Claro que me preocupa! ¿Dónde desayunaré yo si estos se van?”, bromea Niki Lauda en conversación con este periódico, mientras saborea un plato de prosciutto encima de un tomate cortado a rodajas. La fecha límite para decidir si Red Bull sigue en esto o se va la ha puesto el propio Mateschitz: finales de mes. “Es un momento duro. Obviamente que quiero correr, pero si tengo que pelearme por la 16.ª posición, entonces tal vez prefiero no hacerlo. Si [Renault] nos puede ofrecer algo que nos permita luchar por objeticos más elevados que los actuales, eso estaría bien”, aseguraba este viernes Daniel Ricciardo. “Está todo solucionado”, soltaba Ecclestone, sin decir cómo.

Red Bull ya llega a tarde a todo. Cuando la mayoría de sus competidores ya tienen muy avanzado el prototipo que pondrán en pista en Montmeló en marzo, la tropa de Milton Keynes ni siquiera sabe qué unidad de potencia incorporará el suyo. “Es un poco tarde, es verdad. Pero podemos ir a los primeros test y ver qué pasa allí. No rodar en los primeros entrenamientos no te descarta para nada. Lidiaremos con la situación en la que nos encontremos”, opinaba este viernes Paul Monaghan, su jefe de ingenieros.

Toro Rosso también pertenece a Mateschitz, pero la formación de Faenza ultima un acuerdo con Ferrari para incorporar en su nuevo bólido los motores italianos de este 2015, una salida que no convence a su hermano mayor. Sergio Marchione, consejero delegado de Fiat (propietario de Ferrari), le dijo a Mateschitz hace solo unos días que se quitara de la cabeza disponer de la especificación de 2016, que no pensaba cederle a un potencial rival por el título su tecnología más puntera. En cuanto a Mercedes, esta posibilidad la niega de forma categórica Toto Wolff cada vez que se le pone un micrófono delante. “No creo que nadie nos pueda acusar a nosotros de nada. Cada uno es responsable de la forma en que maneja su equipo”, soltó el ejecutivo austríaco.

La incertidumbre alrededor de Red Bull es total, y las opciones de colocar sus dos monoplazas en la parrilla del año que viene, se reducen con el paso de los días. No hay que olvidar que, a diferencia de Mercedes o Ferrari, la única razón por la que Mateschitz invierte aquí es la de promocionar su bebida, de modo que considera que no tiene demasiado sentido gastarse unos 300 millones de euros anuales, sabiendo que en ningún caso va a poder competir por ganar.

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