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La penúltima destrucción de Alejandría

La especulación inmobiliaria amenaza al patrimonio arquitectónico del periodo colonial inglés

Villa Ambron, en la que vivió el escritor Lawrence Durrell y donde escribió parte de las novelas que componen 'El cuarteto de Alejandría'.
Villa Ambron, en la que vivió el escritor Lawrence Durrell y donde escribió parte de las novelas que componen 'El cuarteto de Alejandría'.

Una vieja maldición acecha de nuevo el patrimonio de Alejandría, una ciudad egipcia y mediterránea cargada de historia, musa de grandes poetas y escritores. Engullida por las llamas su legendaria biblioteca y demolido por sucesivos terremotos su grandioso faro, es ahora su legado arquitectónico del periodo colonial inglés el que peligra bajo la amenaza de la codicia humana. Durante los últimos años, más de una veintena de edificios de gran valor artístico han sido derribados para construir rascacielos y centros comerciales, lo que ha reportado pingües beneficios a propietarios, constructores, y probablemente, funcionarios públicos.

Bajo la presión de un crecimiento demográfico galopante, agravado por una absoluta carencia de planificación urbanística, el patrimonio histórico de Alejandría padece el acoso de la especulación inmobiliaria desde hace más de dos décadas. Sin embargo, este problema se ha acentuado notablemente durante los últimos tres años. “La inestabilidad institucional y la falta de seguridad que siguieron a la revolución egipcia han facilitado mucho el trabajo a los especuladores y a las mafias inmobiliarias. El panorama urbano de Alejandría es un caos”, explica Mohamed Abul-Kheir, uno de los fundadores de la plataforma Save Alex, fundada en 2012 por un grupo de jóvenes activistas y arquitectos para concienciar a la sociedad.

Entre las pérdidas más emblemáticas, figura la neoclásica Ville Aghion. Diseñada en 1922 por el reputado arquitecto francés Gustave Aghion, esta mansión fue la primera construida con cemento en Egipto. A pesar de la campaña lanzada por Save Alex, la villa fue derribada el pasado mes de febrero. El mismo destino había encontrado unos meses antes el Rialto Cinema, un notable ejemplo del estilo art déco y una de las salas de cine más antiguas de todo Oriente Medio. En su lugar, un solar vallado con un panel que informa de la creación de un gran centro comercial, eso sí, con un multicine. Otros edificios como Villa Ambron en la que el escritor Lawrence Durrell vivió durante un tiempo y en la que escribió parte del El cuarteto de Alejandría se encuentra en un estado lamentable.

Abdalá Daif, de la ONG Godran, en la Wikala Benha.
Abdalá Daif, de la ONG Godran, en la Wikala Benha.

El estilo del patrimonio en riesgo de desaparición es ecléctico, vestigio de un tiempo en el que Alejandría era un crisol de culturas, con importantes minorías de italianos, griegos, sirio-libaneses, judíos, etc. Algunas de las mansiones amenazadas reflejan en su arquitectura el origen de sus propietarios. Mohamed Awad, quizás el más célebre arquitecto de la ciudad, pertenece a la última generación de aquella Alejandría cosmopolita, que recuerda con nostalgia. De abuelos griegos, uno de ellos también un reputado arquitecto, es capaz de conversar fluidamente en cinco idiomas. Awad participó en la elaboración de la actual lista de más de 1.100 edificios protegidos del municipio.

“El procedimiento es siempre el mismo. Llegan por la noche con sus excavadoras, y a la mañana siguiente ya no queda nada. En algunos casos, cuentan con un permiso legal, pero en otros muchos se trata de puro vandalismo”, lamenta este veterano intelectual, que ha liderado la creación de varios museos en su ciudad natal. Las antiguas mansiones son luego reemplazadas por rascacielos de apartamentos de hasta veinte plantas con un estilo sin personalidad, parecido al predominante en los emiratos del Golfo. “Lo que estamos experimentando aquí es la muerte de la arquitectura. Las autoridades no han mostrado ningún interés por protegerla. Falta voluntad política”, agrega.

El propio Awad ha experimentado en sus propias carnes la frustración de luchar infructuosamente contra el crecimiento urbanístico desbordado. Tras la demolición de las dos villas adyacentes, su preciosa residencia quedará atrapada entre dos rascacielos. “Hace más de 20 años que lucho contra los propietarios de ese edificio, cuyo permiso fue falsificado para poder levantar 13 plantas”, dice señalando la construcción vecina. El hecho de que un personaje tan influyente y con conexiones no haya sido capaz de frenar un proyecto ilegal pone de manifiesto hasta qué punto son poderosos los intereses detrás del boom constructor en la ciudad.

El estilo del patrimonio en riesgo de desaparición es ecléctico

Según Abul-Kheir, los especuladores se han aprovechado de un resquicio legal en la actual ley de protección del patrimonio histórico para validar algunas de las demoliciones: “Es vital cambiar la legislación. Si no, es solo una cuestión de tiempo que los abogados de los especuladores consigan ir retirando uno a uno estos edificios de valor artístico de la lista de inmuebles protegidos a través de sentencias judiciales”. Eso fue, por ejemplo, lo que sucedió con la Ville Aghion.

La otra parte de la solución pasa por habilitar zonas para el crecimiento urbanístico fuera de los límites actuales de la ciudad, así como ofrecer propuestas alternativas a los propietarios de las edificaciones históricas, que a veces se hallan en mal estado de conservación. La fundación Godrán (“muros” en árabe) ha demostrado que se pueden encontrar otras salidas. Gracias a la imaginación de sus fundadores y al tesón de sus voluntarios, Godrán ha rehabilitado cuatro espacios en amenaza de ruina para convertirlos en centros sociales de promoción de las artes.

“Nuestro principal objetivo es ayudar a los jóvenes artistas y a la vez acercar la cultura al ciudadano de a pie. Pero si además podemos salvar patrimonio amenazado es perfecto”, comentar Abdalá Daif, uno de los responsables de Godrán. Ahora bien, para que su modelo se extienda, es necesario que el propietario no busque principalmente lucrarse, pues ningún proyecto podrá ofrecerle los mismos millones que las constructoras. Este es el caso de su taller en la majestuosa y céntrica Wikala Benha, propiedad de una empresa de distribución de películas.

“Se ha escrito que a los alejandrinos no les importa la destrucción de este patrimonio porque no lo sienten como propio, al haber pertenecido a las minorías extranjeras. Pero eso no es así”, considera Mohamed Gohar, un arquitecto que lidera un proyecto para realizar bocetos de las principales vías y edificaciones de Alejandría. Entre tanto rascacielo, las calles de la ciudad de la luz se están volviendo sombrías. Y sus infraestructuras, como garajes y tuberías, no pueden absorber un crecimiento demográfico desorbitado. Para más inri, al no haber ningún tipo de control, las nuevas edificaciones están mal hechas, y varias se han derrumbado provocando víctimas mortales. En la batalla contra la especulación, los alejandrinos no solo se juegan su herencia cultural, sino también su salud.

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