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¿‘Quo vadis’, Barça B?

El filial azulgrana atraviesa por una crisis de identidad y de resultados

Juan I. Irigoyen
Halilovic, en un Barça B-Mirandés.
Halilovic, en un Barça B-Mirandés.FERNANDO ZUERAS (DIARIO AS)

“¡Muy bien chavales! Habéis hecho felices a los japoneses; toda su vida podrán contar que un día vencieron al Barça”. El martes pasado, el filial del Barça perdió un amistoso con la selección universitaria sub-23 de Japón y el técnico azulgrana, Jordi Vinyals, no pudo contener su frustración. El entrenador no encuentra respuestas en los titulares ni en los suplentes. “No vemos la luz”, asumen. El Barça B es un equipo angustiado, hundido en la clasificación de Segunda A.

El salto del Miniestadi al Camp Nou cada temporada es más difícil. Los jugadores formados en La Masia han pasado del 64% al 52% en el tránsito de Martino a Luis Enrique. Nada que ver con el 25 de noviembre de 2012 cuando el Barça de Tito formó con 11 futbolistas de la cantera en campo del Levante (0-4) ni tampoco con los tiempos de Guardiola en que Busquets y Pedro fueron tan asiduos que ayudaron a ganar el Mundial.

“El Barça B es un trampolín”, asumía Eusebio, único entrenador despedido en la historia del filial. “Para nosotros es importante que el filial esté en Segunda A, porque el salto al primer equipo es menor”, aseguran desde la directiva azulgrana. El Barça B es el único sobreviviente de los filiales en Segunda A, circunstancia que obliga a preguntarse por su futuro tras constatar que los jóvenes deciden su porvenir a los 16 años, cuando son fichados por clubes como el Arsenal, que prefiere contratar a crear una escuela. Los últimos fichajes del Madrid apuntan también en esta dirección.

Si continúan con esa actitud no va a llegar ninguno al primer equipo”, dicen en el Camp Nou

La situación en el Miniestadi invita a preguntarse también por las funciones del entrenador del filial: ¿es un pedagogo o un técnico con proyección? A Eusebio, sustituto de Luis Enrique y de Guardiola, le acusaron después de cuatro años de “hacer siempre lo mismo” y fue sustituido por Vinyals, procedente del juvenil A, técnico de confianza del coordinador del fútbol base, Jordi Roura, y ganador de la Champions juvenil en 2014. Vinyals irrumpió con el látigo: “Si no hay disciplina, no podemos hacer demasiadas cosas”.

Una respuesta a quienes consideran que “algunos de los chavales están más pendientes del VIP en Pacha y de cuántos seguidores tienen en Instagram que del fútbol”. Vinyals ha intentado recuperar la unidad de un grupo juvenil disperso y endiosado con sesiones de vídeo y una clase de coaching. “¿Cuál es el objetivo del Barça B?”, “¿Qué es lo que cada uno le da al grupo?”, son algunas de las preguntas dirigidas a los jugadores. El equipo no responde: dos empates y cuatro derrotas.

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Los jugadores del filial han dejado de ser aprendices y militantes de un equipo de Segunda A para convertirse en futbolistas en tránsito, pendientes de si se incorporan al equipo profesional o son cedidos, poseídos por el ego desde jóvenes. “Aquí parece que hay siete balones de oro”, se escuchó en un entrenamiento. “Si continúan con esa actitud no va a llegar ninguno al primer equipo”, agregan desde el vestuario del Camp Nou. La mayoría disponen de contratos tan suculentos que se han olvidado de su reciente etapa juvenil para convertirse en profesionales a la espera de destino. La plantilla ha dejado de ser solidaria y está dividida, hay poco sentido de pertenencia al equipo y cada uno atiende su juego. Adama, Munir —internacional absoluto español por un día— y Halilovic —desafiante cuando fue sustituido por el técnico en Alcorcón— tienen ficha del primer equipo garantizada para la próxima temporada y seis futbolistas acaban contrato en junio. A muy pocos les parece importar el filial, salvo a los muy barcelonistas: “Este club es mi casa y me dolería mucho descender”.

A muy pocos les parece importar el filial, salvo a los muy barcelonistas: “Este club es mi casa y me dolería mucho descender”.

Desde que Guardiola asumió el mando del filial en Tercera (2007), siempre tuvo a futbolistas referenciales para dirigir a los jóvenes, desde Guerra, hasta Nolito, pasando por Armando, Lombán y Edu Bedia. Hoy el capitán, Sergi Juste, tiene 23 años y la media de edad de la plantilla es la más baja en las últimas siete campañas: 19,8 años, por 21,24 en la etapa anterior de Luis Enrique.

Destituido Zubizarreta, los jugadores tampoco encuentran interlocutores para plantear su futuro, preocupados por la sanción de la FIFA [que le impide fichar hasta 2016], y algunos temen por su proyección: “Jugar en el primer equipo es muy difícil. Entonces, ¿qué hacemos?, ¿jugamos en Segunda B?”, se preguntan.

El filial es, además, un equipo sin afición, aunque el presupuesto se coma la mitad del total (25 millones) del fútbol base. La media de espectadores al Miniestadi es de 3.260 espectadores y pronto jugará en la Ciudad Deportiva en un campo para 6.000 aficionados. Muchos cambios que obligan a preguntarse por el sentido de un filial con problemas incluso con el nombre: hoy es Barça B tras ser Barça Atlético y sin que se sepa cómo se dirá mañana. Ya nadie pregunta por sus valores ni por su estilo de juego. Supervivencia.

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Sobre la firma

Juan I. Irigoyen
Redactor especializado en el FC Barcelona y fútbol sudamericano. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Ha cubierto Mundial de fútbol, Copa América y Champions Femenina. Es licenciado en ADE, MBA en la Universidad Católica Argentina y Máster de Periodismo BCN-NY en la Universitat de Barcelona, en la que es profesor de Periodismo Deportivo.

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