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EXTRA 9 D'OCTUBRE

Una generación rota

Los jóvenes se han convertido en la zona cero de la crisis: Más de la mitad no tienen trabajo y, en el mejor de los casos, les espera la precariedad o la emigración

Miquel Alberola
Tres jóvenes por las calles de Valencia con su futuro incierto en la maleta.
Tres jóvenes por las calles de Valencia con su futuro incierto en la maleta.MÒNICA TORRES

La Comunidad Valenciana es una de las diez regiones de la Comunidad Europea con mayores problemas de desempleo entre los jóvenes, según Eurostat, la oficina estadística de la Unión Europa. La crisis ha cerrado las puertas del mercado laboral a más de la mitad de los menores de 25 años (103.400 parados frente a 81.300 empleados). La juventud se ha convertido en la zona cero de la crisis, el epicentro de un desastre económico que también alcanza de pleno a sus inmediatos antecesores, los considerados adultos. En datos del segundo trimestre de 2013 de la Encuesta de Población Activa, más de la mitad de los parados de la Comunidad Valenciana (376.4000) tiene entre 25 y 40 años.

Una generación de valencianos, en sentido amplio, ha quedado apeada del proceso productivo y laboral con el consiguiente impacto económico y psicológico inmediato. Pero su drama excede los límites personales y familiares, puesto que constituye un socavón en el desarrollo de la sociedad y en los mecanismos que garantizan su sostenimiento, una fractura en la inercia intergeneracional y en su potencial de sinergias económicas.

Jóvenes y adultos tienen ante sí un escenario con pocas salidas y una sola disyuntiva: la precariedad o la emigración. Ana María García Alcolea, secretaria de Formación y Empleo del sindicato CC OO, considera que el principal problema que tienen es de adecuación y formación. Divide a los afectados por el desempleo en dos grandes bloques en función de su formación: los infracualificados y los sobrecualificados. Para los primeros no hay opciones de volver al sistema educativo que abandonaron y su perspectiva laboral, considera García Alcolea, no es otra que la precariedad y la temporalidad, lo que los sitúa en un inquietante escenario de riesgo de exclusión.

En ese sentido, critica que el Gobierno valenciano no haya puesto todavía en marcha el segundo Plan Valenciano de Formación Profesional, aprobado hace dos años, y que, además, culpe a los jóvenes de su situación sin poner mecanismos de superación a su alcance. “No asume su responsabilidad política”, reprocha. Asimismo, añade la necesidad de cambiar el modelo productivo para superar esta situación. Sostiene que es “fundamental” fomentar la industria más allá de Estrategia de Política Industrial promovida por el Consell para los próximos años, así como la I+D+i y el sector público para poder, además, retener a los jóvenes sobrecualificados que se están marchando porque no hay sitio para ellos y aprovechar su potencial.

Dos jóvenes con mochilas en Valencia.
Dos jóvenes con mochilas en Valencia.JESÚS CÍSCAR

El presidente de la Confederación de Organizaciones Empresariales de la Comunidad Valenciana (Cierval), José Vicente González, también percibe como un peligro para el futuro que más del 50% de los jóvenes valencianos estén en el paro: “Perder toda una generación es gravísimo y tendríamos que fijarnos en qué se puede hacer para reconducir la situación”. González enfatiza el problema de la falta de formación y apunta que quienes poseen mayor formación tienen un índice menor de desempleo. Por ejemplo, según un cálculo realizado con una tasa de paro del 24% (ahora tenemos el 29%), quienes solo poseen estudios primarios tienen un 12% más de riesgo que la media, mientras que con estudios de secundaria la vulnerabilidad es un 7% superior y con una licenciatura un 5,5% por debajo del promedio.

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González destaca la posibilidad que tienen los jóvenes más formados, frente a los que tienen una formación básica, de salir al extranjero. “No es cómodo, pero están en la edad, la experiencia que van a adquirir es impagable y, si se hacen las cosas bien, van a tener la oportunidad de volver”, juzga. Pero las empresas, señala González, tienen ante sí el desafío de crecer en tamaño e internacionalizarse para poder emplear más a los universitarios.

El presidente de la patronal es consciente del “tremendo esfuerzo” que tienen que hacer los jóvenes con escasa formación. “Tenemos que fortalecer el empleo combinándolo con formación, haciendo contratos que les permitan trabajar tres días a la semana y asistir a cursos de formación”, propone. González considera crucial que los jóvenes se puedan insertar en los hábitos del trabajo y adquirir las responsabilidades y compromisos derivados, que considera claves para su desarrollo como adultos.

Según el Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero del 1 de enero de 2013, los nacidos en la Comunidad Valenciana entre 16 y 64 años que se han ido a vivir al extranjero son 19.317. La mayoría de ellos (11.850) vivían en la provincia de Valencia. La de Alicante ha aportado a ese contingente 5.721 personas y la de Castellón 1.746. De los valencianos que han optado por la inmigración, 3.639 han puesto rumbo a América, mientras que la mayoría (14.415) se han movido a países europeos. También aquí han sido mayoritarios los que han salido desde la provincia de Valencia (8.795) frente a los de la de Alicante (4.228) y Castellón (1.336).

Más del 50% de los parados valencianos tienen entre 25 y 40 años

El grueso de valencianos ha preferido Francia (5.341), el Reino Unido (2.399), Alemania (2.027) o Suiza (1.314); y en menor medida, Italia (690), Bélgica (591) o los Países Bajos (533). Las cifras, aunque a falta de datos más actuales y precisos (pero teniendo en cuenta que las edades de máxima salida están entre los 28 y 41 años), dan una idea del camino que han seguido los jóvenes ante la ausencia de posibilidades que les ofrece la Comunidad Valenciana.

Pero no todos dan crédito a los datos de Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero, debido a que hay muchas salidas de jóvenes que no llegan a registrarse a causa de que la movilidad de la emigración, con sus múltiples cambios de posición, y el mecanismo de elaboración del censo funcionan a velocidades diferentes. Otros estudios privados, como el Informe Regional del Mercado Laboral del segundo trimestre de 2013, realizado por la asociación de empresas de trabajo temporal, elevan la cifra de emigrantes a 22.907. La presidenta del Consejo de la Juventud de la Comunidad Valenciana, Sandra Gómez, advierte de las dificultades para tener cifras reales de lo que está ocurriendo.

José Vicente González: “Perder toda una generación es gravísimo”

La organización que representa, y que agrupa al asociacionismo juvenil valenciano, hace una valoración muy negativa de la emigración a la que se ven obligados los jóvenes denominados sobrecualificados porque la inversión que ha realizado en ellos el Estado en formación se pierde en favor de otros países. Pero no solo eso. Se ven abocados a trabajar “como esclavos” en los países receptores porque “las condiciones laborales que sufren son abusivas y precarias”. “No hay trabajo de calidad esperándonos”, desalienta Gómez, “sino los trabajos más bajos”.

La presidenta del Consejo de la Juventud deplora la pérdida de potencial que supone esta emigración para la Comunidad Valenciana. “Lo que una generación deja de aportar a su mundo y su entorno nos hace decrecer, nos deja un futuro más pobre”, señala, más allá de “la tragedia particular de dejar atrás amigos, pareja y un proyecto de vida”. A ello, añade las consecuencias de los recortes, que están, además, forzando a muchos universitarios a irse fuera para terminar sus doctorados.

Jóvenes en un acto de protesta en Valencia.
Jóvenes en un acto de protesta en Valencia.MÒNICA TORRES

El sociólogo Joaquín García Roca, experto en procesos migratorios, identifica en la situación socioeconómica el factor decisivo que explica por qué se va la gente, pero señala como factor novedoso “la crisis de las expectativas”. “El que se va ahora lo hace con una frustración tremenda, con una decepción total y un desarraigo casi emocional y afectivo del país”, subraya. La expulsión, expone, es el resultado de la suma de la precariedad, las condiciones de vida a la baja y las expectativas frustradas, frente a la atracción por países con necesidad de mano de obra.

Pero García Roca se apresura a la conveniencia de matizar la sesgada representación social de que con la inmigración viene lo peor (las pateras) y con la emigración se va lo mejor (la fuga de cerebros): “Ni venían los peores ni se van los mejores”. Con todo, admite que emigran los más emprendedores y apunta el “desastre” de las salidas inadecuadas a las capacidades. Para el sociólogo, se ha producido un cambio cultural generacional y es que el cierre de expectativas representa el futuro como una amenaza. “La gente se va a lo que salga, aunque esté por debajo de su capacidad y formación, porque ya no interpreta el futuro como la esperanza sino como un empeoramiento de la situación”, expone.

Según el padrón, hasta enero han emigrado 19.317 valencianos

El sociólogo critica el análisis que se hace desde “el espejismo político del corto plazo”, en el que se destacan ventajas de que la salida de jóvenes reduce la presión social, rebaja el uso de servicios y supondrá una entrada de divisas. Sin embargo, a medio plazo, desde su punto de vista, implica “una sangría absoluta, desarraigo y destrucción de la convivencia”. Además, “los emprendedores que se van se llevan la energía, la creatividad, el horizonte”.

García Roca, no obstante, aboga por “desdramatizar el drama”. Más allá del innegable coste social y personal, defiende que a diferencia de otros procesos migratorios, este “es reversible”. Ahora ya no solo circulan las mercancías y las finanzas por Europa, sino también las personas. “La generación que se va ha nacido en un mundo intercomunicado en el que las distancias se han acortado y las redes sociales proporcionan simultaneidad y proximidad”, explica. “Además, muchos de ellos van a sitios en los que ya han estado como Erasmus”, añade.

La mayoría se ha movido a países europeos: Francia, Reino Unido o Suiza

Pero la presidenta del Consejo de la Juventud de la Comunidad Valenciana insiste en la oscuridad del horizonte: “No hay futuro porque no hay esperanza de empleo”. Sandra Gómez reconoce que para los que se quedan es más difícil, pero asegura que “ya no hay trabajo ni para los más formados, solo precariedad e inseguridad”. Y esgrime un dato: “La media salarial en contratos de menores de 30 años ya había bajado el 22% en 2009 y no ha parado de caer”. Esa situación de penuria, afirma, está provocando un retraso respecto a la evolución de los jóvenes, que se ven forzados a alargar su permanencia en casa de los padres. Según un informe del Consejo de la Juventud, el 80% de los jóvenes españoles viven en el hogar paterno hasta los 30 años. “Estamos sufriendo una involución”, se duele.

García Roca estima que quienes no pueden irse por falta de formación “tienen el panorama más feo por el cierre total de expectativas”. Recurre a una expresión acuñada por el Papa Bergoglio para referirse a ellos: “Son los descartables”. “La invisibilidad es la que se queda para ver cómo puede sobrevivir en base a una economía informal, de la pensión de los padres y, si es posible, de las remesas que puedan mandar los que se han ido”, describe. El sociólogo critica la falta de mecanismos para paliar su situación. “Son los grandes ignorados de las reformas educativas actuales, se sienten orillados y desplazados”, apunta. Y en ese sentido, señala que este va a ser el mayor coste, porque no solo se encuentran sin expectativas sino también sin políticas que ayuden o tutelen los procesos de desarrollo de capacidades. “De este neoliberalismo no se puede esperar ninguna política pública sensata, ni siquiera una tutela que no sea solamente controladora”, sentencia.

Para los jóvenes sin formación solo hay exclusión social, según CC OO

Como salidas al colapso, la representante de las organizaciones juveniles valencianas reivindica un mecanismo que funciona con bastante eficacia en algunos países europeos como Suecia, Austria, Finlandia y Dinamarca, así como en algunas regiones de Italia o Irlanda. Se trata de la Garantía Juvenil, un proyecto que cuenta con itinerarios personalizados para los demandantes de empleo. A los cuatro meses de paro este sistema realiza una entrevista con el joven para buscarle salidas en función de su situación. A los jóvenes no formados se les ofrece una beca para completar sus estudios, mientras que los titulados disponen de convenios con prácticas remuneradas en empresas y Administraciones. “Pero aquí hay una falta de perspectiva absoluta”, denuncia. “El desempleo juvenil le cuesta a España 150.000 millones de euros en costes indirectos, mientras que con 20.000 se podría poner en marcha un plan similar”, agrega.

Sin embargo, el presidente de la patronal valenciana advierte de que la situación para los jóvenes no mejorará sustancialmente antes de que haya crecimiento económico “sostenible”. Y eso no sucederá sin la consolidación fiscal y los impulsos al crecimiento productivo. González echa en falta “un gran programa europeo de inversiones” para poder generar puestos de trabajo con un valor añadido alto. “Las empresas han aumentado su competitividad, pero solo sobre la contención de salarios no es posible. Sin crecimiento no lo vamos a poder sostener”, previene. Y añade una perspectiva turbadora: “Si hay que crear empleo con un crecimiento del 0,5% o del 1%, todo lo que se ha hecho no servirá de nada”.

El Consejo de la Juventud: “Ya no hay trabajo ni para los más formados”

Si el proceso se dilata, las consecuencias sociales pueden ser “terribles”. Para amortiguar esa situación de desesperación, García Roca, ante la inhibición de la Administración, solo ve las redes familiares y vecinales. “La recuperación de esas relaciones primaras y de esos espacios de acogida es lo único positivo que han sacado de la crisis y el corralito los argentinos”, refiere. “Es lo único que podemos esperar en un momento en el que el capitalismo y la globalización se han caracterizado por la desterritorialización: que descubramos que lo local tiene más potencialidades de lo que pensábamos y no solo es un territorio sino un territorio ocupado por una historia, una cultura o una memoria”, propone como “punto de Arquímedes de salida”.

Y sobre todo, sugiere el mecanismo cultural de recrear conceptos básicos, redefinir qué es el desarrollo, el crecimiento, el estilo de vida, la felicidad, “todo lo que ha explotado por su propia distorsión”. Y expresa una exigencia final: “Necesitamos un mecanismo social donde la lógica de la ciudadanía equipare derechos y deberes”.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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