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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Por qué Rajoy no quiere un pacto nacional

Rajoy esta aprovechando la crisis para introducir cambios que obedecen no solo a afinidades ideológicas, sino también a intereses de clase bien claros

Que el señor presidente del Gobierno no quiere una versión actualizada de los Pactos de la Moncloa es algo que evidencian los hechos. Todos los grupos relevantes de la oposición han demandado un gran pacto nacional por el empleo, los principales actores sociales han apoyado la necesidad de ese gran pacto, y la demanda del mismo tiene un apoyo social aplastante, si hay que juzgar por los sondeos. Pese a ello, el presidente ha sido claro, tanto en el Congreso, como ante los agentes sociales: sólo cabe un pacto que sea un contrato de adhesión a la política gubernamental, lo que equivale a decir que habrá pacto cuando los interlocutores puedan verse el dorso de las orejas, por emplear la frase que gustaba usar J. Stalin. La cuestión está en saber por qué.

Dejando de lado explicaciones de tertuliano, que nada explican, y aceptando que el señor presidente ni es tonto, ni desconoce la realidad de las cosas, y asumiendo que no tiene intención de llevar a su partido a una catástrofe electoral, cuyo primer capitulo tiene fecha fija: las europeas de junio del próximo año. ¿Cuáles son los motivos que mueven al señor presidente a insistir en lo que prima facie parece una estrategia perdedora? Si no me equivoco hay cuanto menos cinco motivos que permitirían explicar lo que parece un error indisputable. Veamos.

Primero. El señor Rajoy es un exponente señero de una actitud de fuerte arraigo y larga historia en su partido: un sistema político sano exige partidos fuertes, mayorías claras, decisiones nítidas. En consecuencia es necesario un sistema bipartidista en el que se ofrezcan a los electores alternativas definidas. Es cierto que ello conlleva la confrontación sistemática entre los partidos turnantes, y que esa estrategia del frontón es vulnerable a la política de adversarios (véase el proyecto educativo del señor Wert o la reforma del CGPJ del señor Gallardón). Como la política consociativa exige salir de ese escenario, y el mismo se estima deseable per se, la política consociativa está excluida ab initio. Diga lo que diga el personal.

Segundo. El señor presidente ha continuado y profundizado la política de austeridad y recortes que inició la anterior Administración a partir de mayo de 2010, y que avaló con su apoyo sin fisuras el PSOE. Consecuencia de las normas del club, la UE y el eurogrupo, tal política ha sido asumida como propia, el abandonarla, siquiera fuere parcialmente, implica admitir no sólo que la misma es errónea (cosa que por demás dicen ya el FMI, la Comisión, la OCDE, y un largo etc.), sino que la agresiva profundización de la misma que ha caracterizado la gestión del presente Gobierno es un error. En ausencia de un relato justificativo los pactos implican la autodesautorización del señor  presidente, su política y su equipo. Como solo ellos son serios –los socialistas no lo son, según acreditan sus bandazos– y la seriedad gubernamental es indispensable, es el interés nacional mismo el que exige perseverar.

Tercero. Como otros gobiernos conservadores de la Unión, el del señor Rajoy esta aprovechando la crisis y la respuesta a la misma para introducir cambios que obedecen no solo a afinidades ideológicas, sino también a intereses de clase bien claros. Si exceptuamos la cuestión fiscal, es la insuficiencia fiscal y no el exceso de gasto lo que se halla tras el déficit público, que ha obligado al Gobierno a elevar impuestos, sobre todo los indirectos y un IRPF que cada vez mas se parece al viejo Impuesto sobre el rendimiento del trabajo personal, se recorta selectivamente en los servicios que atiende sobre todo a los segmentos de población de renta medias y bajas, y en las administraciones que los prestan, al efecto de incentivar el abandono de la concepción de las prestaciones sociales como derecho en favor de otra de las mismas como seguro, y, con ello, abiertas por definición a la ceración de oportunidades de negocio para el sector privado. Para los amigos que a estos efectos son el sector privado, para ser exactos (preguntar al señor González). La modificación de la legislación laboral para comprimir los salarios y así ampliar el excedente empresarial, aunque ello suponga minar la base fiscal de un estado cuyos recursos vienen básicamente del consumo interno y, por ello, alimente el déficit que se trata de reducir, al precio de aumentar pobreza y desigualdad, pero evitando afectar los intereses de las clases altas y de los segmentos elevados de las medias. Ahora bien, esa estrategia es inaceptable para la inmensa mayoría de la población y no podría sobrevivir a las políticas consociativas. Como el pacto nacional las excluye esas políticas excluyen el pacto nacional.

Cuarto. La posición política del Gobierno y de su partido exigen el mantenimiento del sistema institucional tal y como está. Cualquier modificación del sistema institucional entraña el riesgo de puesta en cuestión de esa posición política y de al menos una parte de los recursos políticos a los que la misma da acceso. Sumidos como estamos en una crisis de representación, si se optara por el paso a una estrategia consociativa resulta indudable que la misma se extendería a la configuración de al menos las partes más desgatadas del sistema institucional (ley electoral, ley de partidos, reglamento del Congreso, reforma constitucional y del sistema de las administraciones públicas, etc), lo que iría en directo detrimento de aquella posición política y de los recursos a los que la misma da acceso. De ahí la escasa voluntad y los abundantes y clamorosos silencios detectables en esta materia. Y ello aun cuando el Gobierno es consciente que aquí esta en la situación del nadador al que han abierto los desagües de la piscina. La “voluntad reformista” exige el inmovilismo político. Sólo los cambios que amplían el poder del gobierno merecen consideración (CGPJ).

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Quinto. Cuando en la UE el viento esta cambiando a favor de los estímulos al crecimiento y las políticas anticíclicas, cuando la economía de la UE profundiza en la recesión y la misma asoma la oreja en la mismísima Alemania, cuando empieza a configurarse en el conjunto del club una actitud favorable a un cambio de las reglas del mismo en sentido mas favorable a las periferias, optar por las políticas de pactos después de haber cargado con la parte mala del trabajo supone minorar el premio potencial inherente a la mejora que se atisba y, lo que es aun peor, compartir el mérito con la competencia. Resistir es vencer.

Lo dicho, irracional, lo que se dice irracional no es. Al menos para quien espera seguir al menos hasta el verano de 2015.

Manuel Martínez Sospedra es profesor de Derecho Público

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